viernes, marzo 7

Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy

No hace ni un año, mi buen amigo Claudio, me recomendó este libro durante una visita a Valencia. «Tío, cómprate Meridiano de sangre, es una de las novelas más bestias que he leído en los últimos años.» Inmediatamente me hice con él, pero hasta el «efecto carretera» no me he decido a pegarle el tiento. Y ahora que lo tengo a punta de caramelo sólo encuentro dos palabras para describirlo: ¡¡Dios mío!!

El libro es burro burro burro hasta decir basta. Si «Sin perdón» de Clint Eastwood nos mostraba un nuevo rostro sombrío del lejano oeste, McCarthy lo termina de reventar. Desmitifica todos los héroes habidos y por haber y los convierte en meras sombras gobernadas por la ley de la supervivencia y la del más fuerte. Pero en medio de toda esta eclosión de salvajismo, emerge la figura del juez Holden, un tipo gordo y repugnante, relleno de grasa, que gusta pasearse en bolas por mitad del desierto y con una mente tan pérfida que haría sonrojar al mismísimo Hannibal Lecter.

La historia no tiene demasiada miga. Un grupo de paramilitares dirigidos por Glanton (¡otro personaje a tener en cuenta!) que se mueve por la frontera de Estados Unidos y México y se dedica a arrasar con todo poblado indio que encuentra a su paso. El Grupo Glanton se vende al mejor postor —la mayoría de las veces gobernadores cansados de resistir el acoso de los salvajes— y se embarca en largas travesías por los áridos páramos de la frontera en busca de aldeas desprotegidas. Imaginaros lo que ocurre cuando dan con un asentamiento apache. El caso es que ya desde un principio, te das cuenta de que en el mundo diseñado por McCarthy no cabe la esperanza. La misión que tienen Glanton y sus hombres es un callejón sin salida. Y los personajes de McCarthy lo perciben conforme avanza la novela. Son seres mutilados, desgastados por el salvajismo. Criaturas que poco a poco van despojándose de sus escrúpulos y se convierten en ganado del desierto, que engullen sangre india y se alimentan de la muerte. Pero esa locura irracional que McCarthy disemina por toda la novela, acaba afectándoles de tal manera, que los hombres de Glanton y Holden se convierten en demonios que arrasan con todo lo que se pone por medio: indios, mexicanos y, finalmente, norteamericanos.

El autor es capaz de crear un patrón muy heavy en el que la perspectiva del éxito no tiene cabida. Los magníficos paisajes crepusculares del desierto se combinan con largas caminatas a través de vacíos hirvientes y espacios en los que la única compañía es la tensión y los huesos de los muertos. Los indios son verdaderamente salvajes en la pluma de McCarthy. Una auténtica amenaza que siempre respira en el cogote y crispa los nervios de los protagonistas. Y es ahí donde la voz del juez Holden se escucha más alto, pregonando como un profeta que se debate entre la filosofía y la locura. Siempre en contraposición a las parábolas del ex cura Tobin —otro miembro del grupo— y abocando a sus propios compañeros a la sinrazón que arrastra el capitán Glanton.

Huelga decir que el estilo de McCarthy se ajusta como un guante. McCarthy es capaz de crear lo más hermoso y golpearnos con lo más sórdido. Como muestra un par de párrafos:

Cada vez hacía más frío y la noche se cernía sobre él. Siguió en la oscuridad los desnudos espinazos de roca que el viento había despejado de nieve. Las estrellas brillaban con una fijeza sin párpados y se fueron aproximando con la noche y cerca ya del alba se tambaleaba entre los basaltos de la arista más cercana al cielo, una árida extensión de roca tan inmersa en aquella vistosa morada que las estrellas le rozaban los pies y lascas migratorias de materia incandescente cruzaban y volvían a cruzar en torno a él en sus trayectorias desorientadas. Con la primera luz salió a un promontorio y recibió allí antes que ningún otro ser vivo en aquella comarca el calor del sol en su ascensión.

.... .... ....

Encontraron a los batidores colgando boca debajo de las ramas de un paloverde carbonizado. Estaban espetados por los tendones de Aquiles mediante cuñas afiladas de madera verde y pendían grises y desnudos sobre las pavesas resultantes de haber estado asándose hasta tener la cabeza chamuscada mientras los sesos les hervían dentro del cráneo y de sus orificios nasales salía vapor. Tenían la lengua fuera y atravesada por palos puntiagudos y les habían cercenado las orejas y sus torsos habían sido abiertos con pedernal de forma que las entrañas les colgaban por fuera. Algunos hombres se aproximaron con cuchillos y cortaron las ligaduras y los dejaron sobre las cenizas. Los dos cuerpos más oscuros eran los últimos delaware de la compañía y los otros dos eran el tasmanio y un hombre del este llamado Gilchrist. No habían encontrado por parte de sus bárbaros anfitriones ni favor ni discriminación, sino que habían sufrido y muerto con absoluta imparcialidad.

Pues estos son los dos rostros de McCarthy: soberbio y terrible a la vez. Escrupulosamente bello y cruelmente sádico al mismo tiempo. En Meridiano de sangre se nos presenta un ambiente apocalíptico. Cada horizonte parece lejano y prendido en llamas de intolerancia y desolación. Y me pregunto: si ha sido capaz de proponer un tablero semejante en una novela de vaqueros… ¿qué no hará en una novela verdaderamente apocalíptica? Saboreando todavía el buen regusto que me ha dejado el autor del Pulitzer, no creo que tarde mucho en averiguarlo. Aunque entre medias pondré un par de libros más, para que el efecto McCarthy y las secuelas del juez Holden queden un poco mitigadas.

By David Mateo with 10 comments

10 comentarios:

Haces bien separando novelas entre McCarthy y McCarthy, pues endiñártelas todas de golpe puede ser demasiao "pal body". Eso si, a mi también me pareció burra a mas no poder... y hermosa... y... y... Nada, que los adjetivos se quedan cortos cuando se habla de este autor. Pasarán los años y te volverás a encontrar con Holden en tu mente, igual que con el Sheriff Bell, con el prota de La Carretera... No se si se le puede considerar una de las mejores plumas vivas de hoy en día, pero en todo caso, es un maestro.

Pc. No tiene nada que ver, pero a tí que te va eso de la reflexión sobre la creación artística... ¿Has leído "Fantasmas", de Chuck Phalaniuk? Estoy en ello ahora mismo, y no se porqué, desde que leo tu blog, me viene en mente con regularidad.

Te ha gustado, ¿eh? Si ya lo sabía yo :D

Hombre, pues mira, me lo anoto y lo buscaré por Casa del libro. Has picado mi curiosidad. Ahora mismo estoy metido en La piel fría, que tiene un principio cautivador y terrible al mismo tiempo. Aunque me da la sensación de que me aguardan otros momentos de aislante soledad.

Por cierto, para la gente de Castellón una cita obligatoria: 11 de abril, sábado, Moncofa, Rafa Marín, Juanmi Aguilera, comida convocada... pronto daré más datos, pero de momento id reservando el día :D

McCarthy rules, Claudio!!

"No es país para viejos" es igual, todo tiros y sangre y desesperanza y conjunciones copulativas. Me aburrí como una patata.

Sin embargo "La carretera" me deslumbró. Creo que la clave está en el personaje del niño, que abre una grieta sentimental en la barrera de frialdad que envuelve los libros de McCarthy.

Por polemizar: hay libros de Palahniuk mucho más recomendables que "Fantasmas". "Nana", "Asfixia" o "Diario", pero sobre todo "Nana". De "Rant" mejor no hablamos (me reservo para el artículo que estoy escribiendo para Hélice)

Desde luego si no llegas a conectar con el hilo de sordidez que propone McCarthy en Meridiano estás perdido. Las tramas de este autor, visto lo visto, dan para lo que dan y si no encuentras un personaje que te cautive acabas más perdido que Pepito Piscinas en un guateque de gays. A mí, en Meridiano me enganchó Holden, pero también me atrapó el cabrón de Glanton. La escena final situada en Yuma, cuando Glanton baja al pueblo para ver qué ha pasado con sus chicos y, al final, acaba pasando de todo y arremete contra todo dios me pareció muy cachonda.
Sin duda es una novela "muy" pasada de vueltas y en momentos un pelín espesa, así que entiendo perfectamente que te haya aburrido.
Eso sí, volvemos a lo de siempre: ¿cuál es el enganche de las novelas? Sin duda alguna el personaje.

Hablamos de sordidez, de ver como los tabiques que separan el bien del mal, ese maniqueismo mal entendido, se derrumban y se nos presenta la realidad cruda, fría, amoral...
Leeré al amigo McCarthy, sobre todo me llama 'la carretera'...
pero a los gourmets de lo negro, pues de eso se trata, de hablar y recrear esa parte más oscura del alma individual y de inconsciente colectivo, les remito a un clásico: Hammet y su 'cosecha roja'

Ya había escuchado varios comentarios acerca de este libro. Creo que después de haber leído el tuyo tendré que ir a comprarlo, ya que me ha picado el gusanillo.

SI TE ACABA GUSTANDO LA PIEL FRIA, NO TE OLVIDES DE PANDORA EN EL CONGO.
PD: ME ENCANTA SU BLOG SR GRUMM, SOBRE TODO SUS REFLEXIONES ACERCA DEL PROCESO CREATIVO DE LA ESCRITURA.
UN AFECTUOSO SALUDO.

Pues nada, vamos a por La piel fría y luego a por Pandora, que también me han hablado muy bien de él.
De momento, el principio, muy ambiental y sugerente.

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