En esta segunda entrega de La Tierra del Dragón, una vez más volvemos a tropezarnos con la vida y por tanto miserias de uno de sus personajes principales; Galen, que ya en la primera parte (La Tierra del Dragón I: Nicho de Reyes, que, dicho sea de paso, eso sí me gustó algo más) sufría lo suyo el hombre. Galen, en realidad Galendor, es el futuro heredero de Abisinia, pero como siempre sucede (también en la vida real), primero por h y después por b, es injustamente culpado de un crimen que no cometió y por consiguiente desterrado. Por ello, y como digo, en esta segunda parte (El último Dragón) el muchacho se las ve y se las desea simplemente por hacer algo tan simple como es mantenerse con vida.
Emocionante, doloroso…
Pero al contrario que en la primera parte, donde se nos describen los sucesos que hacen que Galendor tenga que huir de su propio país, y al mismo tiempo, nos ponemos en antecedentes sobre aquello que aconteció en el pasado (exactamente en la Edad de la sombra; cuando tras la más cruenta y eterna guerra tuvo lugar la caída de los dragones), en esta nueva entrega no disfrutaremos del mismo modo de otros personajes tan terriblemente atractivos y principales como pueda ser Galendor; aunque también es cierto que aparecerán otros nuevos que brillarán con luz propia, ayudándonos a olvidar temporalmente a esos primeros que aún se mantienen a la espera de turno. Además, y una vez degustado el segundo volumen, uno entiende perfectamente que la historia no podía contarse de otro modo (si se quiere terminar construyendo algo verdaderamente coherente, consistente, turbador y bello). Por esta razón, esta segunda parte se centra más en la azarosa vida del príncipe venido a corsario. Que por otra parte, no es moco de pavo…
Para leer la crítica completa de Pily B. en NGC3660 pinchar aquí.
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