miércoles, julio 14

SPLICE, experimento mortal

¿Nunca habéis salido del cine con la impresión de que habéis asistido a una película grandiosa pero que el final la caga por completo? Pues eso es lo que he sentido tras ver Splice, acá Experimento mortal. El nuevo proyecto del director de Cube, Vincenzo Natali, está llamado a ser uno de los booms del verano. Y el protagonismo absoluto de la peli ni recae en Adrien Brody, ni en Sarah Polley, sino en una criatura llamada Dren que comparte los rasgos de la bellísima Delphine Chanéac.
La historia arranca cuando los dos protas, Clive y Elsa, deciden llevar a otra dimensión un experimento de creación genética del que se quiere extraer nuevas proteínas para la curación de enfermedades. Hasta ese momento, los dos científicos han recombinado el ADN de diferentes especies para crear una nueva raza de gusanos/amebas —llámenlos como les de la gana— que generan un tipo de proteína determinada. Pero Elsa, ante el horror de Clive, decide dar un paso más y utilizar ADN humano en el proceso de producción. Dren es una mezcla antropomórfica de escorpión, murciélago, insecto y anfibio que posee una belleza sublime. Desde su lenguaje cuando es una cría, a sus reacciones emocionales, medio humanas medio animales, la convierten en una criatura inestable que pone al límite las decisiones de los dos protagonistas.
Si la película dura hora y tres cuartos, puedo aseguraros que la primera hora y media es GENIAL, con mayúsculas. La sensación de desequilibrio que transmite Dren crea un ambiente vicioso que va in crecendo hasta límites depravados. Los dos protagonistas pasan de ser diosecillos todopoderosos con la capacidad de manipular los genes de su creación a meras víctimas teledirigidas por las emociones de Dren. Cabe destacar la interpretación de Sarah Polley, cuyos sentimientos van variando de un extremo al otro a lo largo de la historia.


Eso sí, los científicos de Splice, tal como se comprueba a mitad de la peli, no vieron Parque Jurásico y vuelven a caer en el mismo error que el malogrado John Hammond: los anfibios poseen una cualidad inédita en las otras especies que puede acarrear terribles consecuencias.
Es una pena que una película como Splice derive en un final tan manido cuando tenía todo para culminar una historia grandiosa. Es casi como si Vincenzo Natali se traicionara a sí mismo y llegara a la conclusión de que su criatura, la psicokiller perfecta, no es lo suficientemente terrible. El director rompe con todo lo creado en la primera hora y media y, sin venir a cuento, decide hacer una película de monstruos convencional y tópica. Eso sí, tiene un último giro interesante, no lo podemos negar, pero ese último giro podría haberlo tenido igual sin tener que traicionar la idiosincrasia de Dren.
Sea como sea, si desechamos ese último cuarto de hora y nos quedamos con todo lo demás, estamos ante una película de culto, tal como lo fue Cube en su momento. Uno de esos films de terror, que por su buena manufactura —no obstante están Guillermo del Toro y los creadores de Avatar tras su estética—, el ambientillo siniestro y las escenas viciadas —que no gores—, merece ser revisitada más de una vez. Dren, la auténtica Dren, la de la primera hora y media, —la Dren inocente, sagaz, depresiva e inestable— ya está en mi pabellón de monstruos preferidos. Una pena que Vincenzo Natali no haya sabido culminar esta pequeña obra de arte. Ese parece ser el principal lastre del cine actual.


By David Mateo with 1 comment

1 comentarios:

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