viernes, febrero 16

Esta vez no hubo «Donde Vaquerizo»

Y es una pena, porque tanto el local como el ambiente daban para eso y mucho más. Grandes toldos a la entrada de la Posada de las Ánimas, alfombra roja para los invitados, mucho glamour, muchas chicas guapas (¿de verdad que entre los aficionados a la fantasía existen semejantes monumentos?) y bandejas llenas de canapés y copas de champagne y cava.

Todo eso y mucho más nos hicieron olvidar una entrada caótica a Madrid (cada vez que piso la capital encuentro más obras, al final toda la meseta será un gran andamio lleno de vigas, pasarelas y coches tocando el claxon). Además, enseguida fuimos muy bien recibidos por Adrián, el editor de Ábaco, que tras una dura negociación (y aquí va una primicia) dio el visto bueno a una nueva antología de terror que saldrá a finales de año. Apunten todos ustedes. Su nombre: Sepulcralia; sus autores: Patricia Flores, Javier Negrete, Juan Miguel Aguilera, Rafa Marín, Elia Barceló, Ángel Torres Quesada, Domingo Santos, Joaquín Revuelta, Mariano Sánchez Soler, Santiago Eximeno, Alfredo Álamo, Laura Gallego, Edu Vaquerizo (sí, sí, el de «Donde Vaquerizo»), Juan Carlos Pereletegui, David Jasso, Andrés Díaz, un servidor, etc etc etc… Ahí es nada.

Tras una buena comida y una mejor siesta, llegaba la hora de la verdad: asistir a mi primer Minotauro. Y en el camino nos encontramos con muy buenos amigos a los que no veía desde la Hispacon, como Alfonso Merelo, que venía en calidad de reportero del Scifi Channel. O Mariano Villarreal, de Literatura Fantástica y su señora esposa (que permitió a mi novia desahogarse cuando nuestros niveles de frikismo se hacían exacerbados). No podía faltar el encuentro con mi queridísima Inés, de Sedice.com, que aunque hacía poco que había estado en Valencia ya se le echaba muchísimo de menos.

Una vez en el local, a todos nos pegó el subidón. Un ambiente muy sofisticado, cálido, marcado por las sombras y los focos de luz parpadeantes, el terciopelo, cortinas y música de ambiente. Desde luego, al local glamoure no le faltaba. Cierto es que, aunque las camareras insistieron, huimos desesperados de esos pequeños dedos gore elaborados a base de patata, salsa y caviar (creo que fue Alfonso quién los bautizó así), el resto de la comida estaba deliciosa.

El local no tardó en llenarse y por la zona vimos a buenos colegas como Fidel Insúa, Miguel Puente, David «Cyberdark», Gorinkai, Naturopata, etc etc… Entre los autores estrella brillaba con luz propia León Arsenal, al que un servidor le guarda mucho cariño desde su visita a Valencia. Se echó en falta a Hipólito Sanchiz, a Santiago Eximeno, a Julián Díez, y a tantos otros. La verdad es que esta vez, parafraseando a Victor Ánchel, no hubo Donde Vaquerizo (más que nada porque nuestro gran gran gran amigo no apareció por allí); al que sí que vimos fue a Luís García Prado, editor de Bibliopolis, y a una mujer que se parecía mucho a Elia Barceló y a la que ya dábamos por vencedora hasta que Alfonso Merelo nos sacó del error.

Por fin, la gran pantalla que dominaba la estancia cobró vida y los ganadores de las primeras ediciones fueron apareciendo uno a uno: «Máscaras de matar» de León Arsenal, «Los sicarios del cielo» de Rodolfo Martínez y «Señores del Olimpo» de Javier Negrete (en ese momento, un montón de chicas comenzaron a gritar, así que debo suponer que Negrete es algo así como el Alejandro Sanz de la literatura fantástica). Todavía no he mencionado el galardón del Minotauro… pero qué bonito es. Estaba encima del pedestal, brillando mientras sonaba la música y un locutor anunciaba a los miembros del jurado y las obras finalistas. En ese momento todos nos pusimos muy nerviosos. Yolanda, mi novia, dice que el galardón quedaría muy bien encima de la mesa del comedor. ¿Quién soy yo para quitarle la razón?

De pronto, Francisco Lorenzana anuncia el ganador (¡¡ojo que era mi favorita!!): Analisa de Alejandra Kramer, que resultó ser el pseudónimo de la novela Gótica de Clara Tahoces. El veredicto nos dejó un pelín fríos, todo hay que decirlo, pues hasta ahora estábamos acostumbrados a nombres conocidos dentro de la literatura fantástica. ¡¡Pero qué leches!! Hasta que nadie demuestre lo contrario, Clara ha ganado y por algo será. La chica subió al estrado, encantada, nerviosa y dio su pequeño discurso. Todos rompimos a aplaudir y, en ese momento, quise ser Clara Tahoces (¿y quién no, verdad?). Tras el acto de presentación, Alfonso y Naturópata se fueron a la rueda de prensa, mientras tanto José López Jara, editor de Timun Mas, nos puso en antecedentes del currículum literario de la autora. Y ojo que todavía no habían pasado ni dos minutos desde el fallo del certamen, e Inés administradora de Sedice, hizo gala de su fama de «saberlo to» y ya estaba ampliándonos más datos sobre la vida de Clara.

El resto de la gala fue muy placentera. Conversaciones con amigos, algo de frikeo con Javier Negrete (vale, vale, lo admito yo también soy gruppie del Alejandro Sanz de la literatura fantástica), la sensación de que faltaban escritores de la casa como Juanmi Aguilera o Rafa Marín y poco más.

A la salida, la consabida bolsa de Marcilla, llena de paquetes de café y finas hierbas (de las legales, no penséis mal) y de ahí a cenar al Vips, que Mariano, Naturópata y Alfonso Merelo tenían que recopilar datos de la gala para sus respectivos medios de comunicación. O sino vean, vean como confabulan entre ellos sobre todo lo que sucedió durante la ceremonia:

El resto fue una cena muy placentera en el que se trató de arreglar lo divino y lo humano de la literatura fantástica y, bueno, para qué añadir más, ¿no? Todos sabemos lo que se frikea en estos momentos. Bueno, quizás una última cosa que nada tiene que ver con el Minotauro; de regreso al hostal, me entró la sed y entramos a un restaurante… ¿sabéis a quién vimos? A Fernando Tejero y a Malena Alterio (para los amantes del Tomate, no estaban haciendo nada raro, simplemente hablando con otro tipo al que no reconocimos)… y es lo que tiene Madrid, que giras una esquina y te encuentras con un andamio o con el portero y su novia de Aquí no hay quién viva.

En resumidas cuentas, regresamos al hostal encantados, con nuestras bolsitas rojas de Café Marcilla y deseando que al año siguiente vuelvan a invitarnos (y, eso sí, que podamos quedar Donde Vaquerizo).

By David Mateo with No comments

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