martes, abril 15

El sistema que nos ahoga


Lo comentaba el otro día con Susana, mi buena amiga de Ateneaglam, las editoriales están imponiendo un ritmo de comercialización y exposición de libros que aboca al pequeño escritor a una muerte lenta y dolorosa. Vivimos en la época de la inmediatez, del impacto inminente. Cuando una editorial saca un best-seller y quiere que de verdad triunfe, debe venderlo en las primeras semanas, tiene que encontrar su lugar en las estanterías de los grandes almacenes, debe ser capaz de meter el libro por los ojos del cliente y atosigarlo hasta que se lo lleve.

Las campañas de marketing cada vez son más atrevidas, más violentas (agarraos que en nada llega el efecto Zafón y sus millares y millares de libros… ¿alguien se ha parado a pensar cuánto espacio debe ocupar tanto palet en una librería?). Si el libro logra sostenerse durante las primeras semanas de exposición, ha sido un éxito. Si el libro naufraga y no obtiene las ventas iniciales requeridas, ha fracasado y con el tiempo se ve abocado a su inexorable desaparición.

Al lector medio ya no se le permite respirar, degustar, escuchar o leer críticas. Lo importante es que acuda a la librería, pase por caja y compre compulsivamente. Es la ley de la oferta y la demanda elevada a su grado más crítico y en un mercado, que no nos engañemos, va a trancas y barrancas. Recuerdo que, cuando empecé a publicar, hasta pasado un año no sabías la marcha del libro. En el panorama literario actual, dos semanas después de la publicación del libro, ya empiezan a llegar los informes de ventas, de reposición y de pedidos de librerías. Hay casos en los que no se han realizado las devoluciones pertinentes y el libro ya se está reimprimiendo para atender las demandas de las librerías.

En una situación así en la que prima el libro de impacto (ojo, no confundir con el libro de mala calidad; Dios me libre de hacer semejante aseveración), ¿en qué lugar nos deja a los pequeños autores y a las pequeñas editoriales? En la estantería donde se embuten centenares y centenares de ejemplares semejantes al nuestro y donde el libro acabará muriendo por desidia o hasta que al dependiente de turno le de por meterlo en una caja y lo devuelva a la distribuidora.

¿Recordáis el libro de Guillermo Fesser? ¿El de Cándida? Cuando Dios aprieta, ahoga pero bien… pues eso, a nosotros, los autores, no nos ahoga Dios, pero nos ahogan los editores, nos ahogan las distribuidoras, nos ahogan los libreros y nos ahoga el sistema de ventas. El que sobrevive en un campo de batalla tan complejo ya puede darse por satisfecho. Algunos van a la guerra con carros blindados, acorazados y bombarderos; otros no nos queda más remedio que empuñar un mondadietes y lanzarnos a la captura del Dorado.

Sinceramente creo que las editoriales están creando un sistema que, a la larga, acabará autodestruyéndose. Es decir, se están cavando su propia tumba. Supeditar un libro al impacto económico de las primeras dos semanas de venta es un suicidio a corto plazo. De ese modo sólo van a triunfar un 20 o 30% de los libros que salgan al mercado, el resto, a la larga, van a ser deficitarios y las consecuencias las van a pagar los autores. Y lo que menos necesita el mundo del libro es un varapalo semejante, ya que no olvidemos que la publicación electrónica está a la vuelta de la esquina y si el propio sistema se autodestruye, si entre todos colaboramos para convertir el mundo del libro en un mercado catastrofista (en el que es muy fácil fracasar) seremos los primeros culpables de la muerte del papel. Algo que a estas alturas ya parece irremediable. Pero éste es un tema que prefiero tratar mañana.

By David Mateo with 19 comments

19 comentarios:

Estoy de acuerdo contigo. Pienso justo lo que has planteado al final de tu artículo. Esto no puede durar eternamente. Surgió como una oleada hace unos años, con fenómenos como El Código Da Vinci, aprovechando la ligera caída de la novela histórica, y ahora están haciendo uso incluso de este género, tan venerado por el público español. Al final, los lectores nos daremos cuenta de que no es justo para nosotros. Y ya sabemos lo que hacen algunas editoriales con lo que no consiguen vender. Es una pena. Sobre todo para los árboles.

Esto que comentas no es un mal unicamente de las editoriales.
El beneficio rápido prima en todos los ámbitos económicos y otros sectores han caído en unos pocos años por no realizar unos estudios serios sobre el mercado (¿he dicho construcción? ¿yo? ¡Qué va!).
Por suerte, quedamos los que vamos a comprar lo que realmente nos interesa, tras ver criticas, reseñas y comentarios de amiguetes, y eso va a seguir así mucho tiempo.

Ya aprenderán, ya...

Un saludín

Os entiendo, pero no penséis que es un problema único de la literatura. Esto pasa en el cine, en la música, en el deporte, en la moda, y practicamente en cualquier sector. Y funcionará mientras esa forma de marketing sea provechosa para las empresas, y luego cambiará y se reinventará. Los mercados son por naturaleza dinámicos.
Evidentemente entiendo la frustración que tiene que producir el ver que te retiran de una mesa de novedades (si has tenido la increíble fortuna de entrar en ella) y que toda la superficie se ocupe con el último lanzamiento mediático.
¿Qué solución tiene esto? Sólo se me ocurre una, y es que se consiga que la gente lea más. Esto benefiaciaría a todos los elementos de la cadena, desde el escritor hasta el librero final. Fomentaría la creación y diversidad, quizás aparecerían tiendas especializadas... La cuestión es cómo lograr que la gente lea más, y aquí tienen que implicarse todas las partes.

Esta situación ya lleva unos diez años. La aparición de nuevos sectores de distribución (supermercados, quioscos...) permite a una gran editorial apostar por la saturación. 150 títulos saturan el punto de venta apostando en autores-bandera y temáticas clónicas, para reducir riesgos.

Eso permite-condena a las pequeñas editoriales probar fortuna en otras fórmulas más innovadoras, cubrir vacíos de mercado y a atender micromercados.

Yo ahí no veo el problema.

El problema es la superproducción de títulos. En este ámbito, el de independientes, hay unos 70.000 al año, de donde la clave termina por ser cómo llamar la atención del mercado o micromercado sobre un título concreto. Siguiendo con la analogía, esto es la batalla del Somme. Suena el pito y 70.000 infantes avanzan de frente contra las ametralladoras alemanas. La masacre puede ser, efectivamente, del orden del 80%, otro 19% encontrará algún boquete o enfilada en el que resguardarse y rentabilizará costes y ganará su pequeña medalla de prestigio -¡Salió vivo del Somme!-. Uno de cada mil o dos o tres mil títulos –y no siempre por factores objetivos como la calidad, ahí tienes el código ya sabes....- llamarán la atención del gran mercado y, acaso, sean promovidos a la calidez de los supermercados y los quioscos –el Estado Mayor-.

PD.- Conste que el objetivo de la batalla del Somme no tiene porque ser sólo pasar al Estado Mayor. Hay otras maneras –todas ellas respetabilísimas- de pseudo-profesionalizar un buen hacer literario. Claro.

La verdad es que es muy interesante todo lo que estáis diciendo. El gran problema es que parte de esta reacción ha sido propiciada por el mal momento en que se encuentra el mundo literario. Es decir, las pequeñas editoriales se ahogan y las grandes no venden más allá de sus autores importantes.
Si la inercia fuera positiva, este tipo de política literaria daría beneficios. Pero, creo yo, que nos encontramos en un momento crítico en el que la distribución indiscriminada de un libro puede repercutir negativamente en un autor, hasta el punto de desahuciarlo de cara a sus editores por malas ventas. Y más si se están realizando reimpresiones previamente a las devoluciones de la distribuidora.
Yo creo que estamos en un momento delicado (crítico para la literatura de género). Parece que la cosa funciona, que se vende mucho, pero lo cierto es que la mayoría de los editores de género están mosqueados por mil historias diferentes. Vivimos un espejismo. Y lo más importante es ver que los libros de género que verdaderamente rentan (adaptaciones cinematográficas, libros basados en cómics o, incluso, best-sellers con trasfondo fantástico) se publican fuera de editoriales de género. Eso quiere decir que las editoriales de corte fantástico no tienen suficiente solvencia para hacerse con esos títulos que, a la larga, son los que dan mayor usufructo.
Bueno, que me he liado, y esa no era la explicación. El caso es que creo que el mercado no está para tirar cohetes y las editoriales más grandes están asaetándolo a base de publicaciones indiscriminadas. El comentario de Victor me parece muy acertado. Basta con echar un vistazo a ciertos inversores después del boom inmobiliario. El cementerio está lleno de osados que trataron de vivir en un mercado decadente.

La cosa, tal y como la veo yo, que no tiene porque ser la realidad, es que el mercado tradicional está acabado.
Hay nuevas formas de promocionar, lejos de la tele, la prensa tradicional y los métodos de siempre.
Vale, estos funcionan todavía, pero hay una herramienta que (casi) nadie tiene en cuenta, pero que es brutal: internet.
Los avances de libros en la red suponen que se comenten en foros de aficionados y es indudable el valor que tiene la libre distribución (en la red, no como libro impreso) para que se conozca.
Hace un tiempo ya le comenté a David lo acertado que considero el publicar en la red una novela, o en su defecto un importante extracto de la misma. No hay bicho viviente que se la lea completa en la pantalla y si le interesa, acabará picando.
Y, por desgracia, los que acaban comprándola, son los mismos que podrían comprarla sin haberla leído, pero que quizás se dirijan a otros títulos que conocen mejor.
En fin, soluciones tenemos todos. Que funcionen o no, ya es otro cantar.

Un saludín

Entiendo que es normal que cuando hay un producto potencialmente mainstream, sea de género o no, el pez grande se coma al chico. Yo creo que las editoriales pequeñas no deben empeñarse en la cantidad sino la calidad. Deben ser selectivos, ser más meticulosos al analizar originales innovadores (innovador en sentido amplio, ¡ehh!, no sólo –ni mucho menos- vanguardia), huecos de mercado, políticas de lanzamiento, etc... Buscar canales de venta... Buenas ratios calidad/precio... Tener una impronta... Un caso claro es Valdemar.., Lo de toda la vida.
y coincido con sepelaci que también que se puede dar salida a mucha producción a través de sellos a demanda, es decir, microtiradas, libro electrónico, libro de vanidad etc... Es más, un buen pdf Es el más inmejorable test de mercado, ¿o no?

Creo que tenéis razón. Yo soy editor de una editorial pequeña en Sevilla y creo que el primer obstáculo que nos encontramos es la distribución. Los grandes distribuidores se preocupan de las distribuciones de las grandes editoriales (que son las que más ganacias les dejan) y si eres pequeña editorial y con un catálogo chiquito ni te echan cuenta y no te distribuyen adecuadamente tus libros. Pero la solución creo que es buscarla en el modelo alemán: Que existan dos grandes distribuidoras y que puedan distribuir a todas las editoriales (grandes y pequeñas), porque así se evitaría la saturación de distribuidores y los libreros no se verían mareados con tantos libros y con tantos pedidos que les llegan.
Nosotros hemos buscado la solución de hacer la distribución nosotros mismos porque así podemos llevar nuestros libros a las librerías que pensamos que van a funcionar.

Carlos, creo que te conozco. ;)

Sí, la distribución es un auténtico problema. El editor selecciona, el distribuidor margina, el librero discrimina... ¿Así cómo va a llegar tu libro al lector, con tanta criba incluso después de ser publicado?

No olvideis una cosa: el librero es ante todo un comerciante, y su principal ocupación es ganar dinero.

Entonces, ¿se le puede recriminar que mime a los títulos que le dan beneficios antes que a unos que quizás ni venda?

Pues no.

Siempre apoyarán los que le ayudan a pagar la hipoteca, el plato de lentejas y los cuatro trapitos que lleva.

Con todo esto, ¿no será mejor hacer grandes campañas de publicidad para que los posibles lectores conozcan los libros de estas editoriales?

Ojo, que una campaña bien ideada no tiene porque ser cara, e incluso puede salir gratis, gracias a internet.

Quizás haría falta un equipo de profesionales que trabajaran con las pequeñas editoriales para crear estrategias de publicidad asequible y que llegaran a los posibles lectores.

Mira tú: una idea de negocio.

Un saludín

A ver si en breve puedo subir un comentario hablando de internet y de sus publicaciones. Quería haberlo hecho hoy, pero -como diría cierto periodista- la actualidad manda.

Justo hoy inauguran otro servicio de impresión por demanda (bubok), esta vez made in Spain. Las limitaciones físicas de la distribución para la edición tradicional son algo que difícilmente se puede cambiar.

La solución pasa por trasladar la edición independiente a esa plataforma y disgregar el papel del editor tradicional. Los críticos serán los encargados de cribar entre las obras que se publican en IpD y los diseñadores, maquetadores, correctores y promotores pueden ofrecer sus servicios directamente al autor. Lo que antes eran las pequeñas editoriales pueden transformarse en equipos que ofrezcan paquetes completos.

Con la suficiente adaptación, el modelo sería bastante parecido al actual, excepto que una vez confeccionado y publicitado el libro la editorial ya no interviene en la distribución y el ingreso de los derechos de autor.

Se os olvida un pequeño detalle: mientras haya gente que, como yo, adora leer los libros en papel y leer de todo para conocer a todo tipo de autor, no se acabará esta forma de mundo literario al que estamos acostumbrados. Seremos menos, pero yo no me dejaré los ojos en una máquina, me los dejaré en un libro encuadernado. Y seguiré dando a conocer al mundo lo que persevera.

No creo que llegue a ocurrir como la práctica desaparición del vinilo en la música. Esto es diferente, el dvd no es perjudicial, la máquina con la que leer libros sí lo es. Donde se ponga un LIBRO EN PAPEL, que se quite lo demás. Forever.

Anika

Hola.

Estoy contigo, David. Por eso cada vez comprendo mejor la postura de un escritor, excepcional poeta, como Soren Peñalver, que se niega a publicar. O Martinez Valero, que publicó su segundo libro 20 años después que el primero.

Si no somos capaces de que valoren nuestro trabajo, que merece más respeto que unos días en una mesa de novedades (si llega el caso) mejor dejar el manuscrito en el cajón.

Saludos.

Ufff... Paco, si las editoriales valorasen realmente horas invertidas en el libro y pago al autor, habrían cuatro escritores nada más publicando regularmente. Es más, no es oro todo lo que reluce y autores que pensamos venden libros a puñaos, venden la mitad que otros no tan conocidos.

A ver si en breve puedo meter un post en el que deje mi opinión respecto a la edición electrónica. Anika tiene razón, pero...

Es verdad, que todo esto no deja de ser un negocio y el que trabaja en él lo que quiere es ganarse el sueldo. Pero sé por experiencia que no siempre los libreros cumplen con su cometido y no siempre los distribuidores distribuyen lo que deben distribuir en igualdad de condiciones. De ahí la cadena que había planteado y que va restringiendo el campo de difusión de una novela: autor-editor-distribuidor-librero-lector. El último eslabón, el lector, es el que suele romperse porque no le llega. Os aseguro de que me he movido muchísimo para difundir mi obra, pero no todo depende de eso (salvo si puedes montar pilas de libros en las librerías).

Perdonad que insista pero opino que el problema es SOBREPRODUCCION. Saturación. Colapso.

Cuántos libros caben en el escaparate de una librería, ¿cien?. Pongamos 200s con visibilidad. Se producen 70.000 títulos. No hay librería que pueda digerir tal avalancha. Al final se imponen las políticas de lineales, negociar los rapels, que si reponedores, etc... Lo cual destierra del mercado gordo a las pequeñas y medianas editoriales.

Las soluciones pasan por limitar la producción y/o depurar fórmulas de venta no compulsivas, marketing alternativo. O ambas cosas.

Disculpad que sea pesado, pero me parece que realmente este es el quid de la producción.

El problema es que para frenar la sobreproducción es inevitable apagar voces. ¿Y cómo cortas las alas a un autor?

Una lanza a favor del comentario de Anika: con la televisión se dijo que la radio moriría, y ahí está, con fórmulas nuevas y al pie del cañón. Escuchar te permite oir y, por lo tanto, informarte más y mejor que la televisión, al menos eso me ocurre a mí. Pues con los libros creo que pasa algo similar, no creo que puedan ser sustituidos por las publicaciones en internet. Detrás de todo esto de las grandes editoriales, del marketing, de que si no triunfas en la primera semana de la taquilla del cine... está la educación de base: ¿con qué actitudes, criterios, valores, etc. queremos que sean educados los ahora en potencia lectores?. Las actividades literarias que realiza David con los niños creo que son fundamentales para generar ese interés por los libros, plantar al menos esa semillita... El profesor/a que mete como eje transversal el significado cultural de la literatura es igual de importante en una guía didáctica que el eje sobre la igualdad entre sexos, por ejemplo (disculpad si soy un poco radical en este sentido). Es esto de la famosa frase que dice que de lo que no se habla no existe... En fin, me estoy liando y no quiero extenderme con un texto típico sobre tópicos. No sé, igual ahora con esto de la reconversión económica quien sabe si a muchos constructores se les ocurre invertir en editoriales y otras actividades relacionadas con la literatura... ¡JA!

Muy interesantes todas las aportaciones.

Besos,
Elena

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