jueves, junio 14

Relato Chalala en Miasma

En el número 6 de la revista Miasma, se incluye el relato: CHALALA.


El fanzine se encuentra disponible en los lugares de venta recogidos en el enlace.

Un fragmento del cuento:

La historia que me dispongo a narrar comenzó el 20 de Julio de 1790, en la recóndita isla de La Española. Por entonces, el viento que acariciaba los escarpados riscos de las Montagnes de Trou d'Eau y descendía hasta Vallejuelo, traía consigo voces revolucionarias; lamentos que hablaban de desdichas y levantamientos raciales. Habían transcurrido casi cien años desde que los españoles cedieron parte de sus territorios a los conquistadores franceses, convirtiendo las colonias arrebatadas a los arawaks nativos en la suntuosa ciudad de Cap Français, también conocida como «El París del Nuevo Mundo». Podría decirse que aquellos dominios manchados de sangre fueron cuna de mitos ancestrales que, aún hoy, siguen transmitiéndose de ancianos a niños, moldeando una mitología que trasciende las leyendas populares.

Fue en aquellos tiempos cuando los colonos franceses ejercían el control sobre los territorios cedidos por los españoles, dominando la producción de caña de azúcar, café e índigo; valiéndose de los esclavos que, como yo, habíamos sido arrastrados de la lejana África para servir a los poderosos terratenientes blancos y obligados a rendir culto a un Dios en el que tratábamos de ver reflejadas nuestras antiguas creencias.

La aldea de Guildive podía situarse varias millas al Sur de Cap Français, enclavada en lo más profundo de un hondo que recibía el nombre de Bouche du Diable. Al contrario que en las grandes metrópolis de La Española, las artes y las riquezas no florecían en sus sombrías callejuelas. Las principales familias de Guildive únicamente velaban por sus propios intereses, enriqueciendo sus haciendas con el sudor de los hermanos llegados del añorado país del Gran Níger y acallando los rumores que hablaban sobre un nuevo orden alcanzado en París; un orden que dictaminaba libertad, igualdad y fraternidad para todos aquellos que pisaran territorio francés.

Mi nombre es Chalala. Nací en el seno de una familia de noble cuna en la lejana África, pero una serie de catastróficos infortunios me llevaron a trabajar como esclavo en una hacienda de La Española, propiedad de monsieur Boguian. André, dueño de la plantación, era un reputado comerciante que había llegado a la isla no siendo más que un chicuelo, dedicándose desde entonces a la exportación de café y amasando grandes fortunas. Se había casado muy joven, enviudando a los pocos meses y volviendo a contraer matrimonio al cabo de un tiempo. Tenía un único hijo, un muchacho de veintidós años llamado Vincent Boguian, que había pasado la mayor parte de su juventud en Grenoble, Francia, estudiando la carrera de medicina. Ahora era el ayudante del doctor de la aldea, aunque los intereses de su padre colocaban al muchacho en el ámbito político, donde todos esperaban que llevara a cabo una próspera carrera.

Vincent Boguian, en su periplo por tierras francesas, había conocido a una muchacha acomodada llamada Marie Renau. Según los rumores que corrían entre los esclavos, nuestro amo había quedado prendado de su belleza y, desatendiendo las advertencias de su padre, le había propuesto matrimonio. A su regreso a Guildive, el joven Boguian había asegurado a su amada que algún día mandaría a alguien por ella. La muchacha había aceptado la promesa y, desde entonces, había aguardado pacientemente el reclamo de su prometido.

Ilustración: Manuel Calderón.
Este relato va íntegramente dedicado a mi buen amigo Manuel Burón: ¡¡Mucho ánimo, amigo!!

By David Mateo with No comments

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