Hace un par de semanas, asistí a la presentación de «El
espíritu del lince» del autor valenciano Javier Pellicer. Durante la misma, el
tema principal rotó continuamente sobre esos argumentos tan usados en la
literatura histórica como la ambientación, el romanticismo del héroe o,
incluso, ese detalle que tan de moda está como el carácter casi ensayístico en
las ficciones históricas y que a mí puede llegar a enervarme. No me
malinterpreten, cuando busco ensayo histórico, leo literatura de ensayo. Cuando
busco una ficción entretenida ambientada en nuestro pasado, leo literatura
histórica. Y no creo que el aprendizaje esté, ni mucho menos, reñido con la
diversión, y ahí podemos citar autores como Juan Eslava Galán, Arturo Pérez
Reverte, Javier Negrete, Simon Scarrow o el mismísimo Bernard Conrnwell,
lecturas todas ellas obligadas para entender lo que es la novela histórica de
aventuras; pero como lector, a la hora de enfrentarme a un libro de estas
características, lo último que deseo es encontrarme con un ladrillo y, mucho
menos, que me abrumen con una sucesión de datos que acaben situándome fuera de
la novela.
Resumiendo: que cuando abro una novela histórica lo que
busco es épica, esa épica que aprendí a amar en la literatura fantástica y que
tan bien desarrollan algunos autores. Una vez dejado claro esto, debo admitir
que la presentación de «El espíritu del lince» me dejó un poco descolocado. Sin
embargo, todas mis dudas se despejaron en cuanto abrí la novela y empecé su
lectura. Javier Pellicer utiliza los datos que ha obtenido sobre la tierra de
los íberos en función de la fábula que está contando y en ningún momento se
recrea amontonando parrafadas con centenares de datos abrumadores que descolocan
al lector. Se percibe desde el primer momento, que Javier es lector/escritor de
género fantástico pues apuesta por ese prototipo tan habitual en la literatura
de género del héroe señalado por la voluntad de los dioses, destinado a
alcanzar grandes gestas, pero que duda en el desempeño de su misión y que
exhibe sin pudor su pasión tanto a la hora de hacer la guerra, como de
entregarse al amor. Vemos la vida de Icorbeles desde su nacimiento hasta el
inevitable enfrentamiento con Amílcar Barca, todo ello redactado con una prosa
efectiva, muy fresca, engarzada en capítulos breves que favorecen la lectura de
la novela.
Y el marco que escoge el autor para situar su historia no
puede ser más atrayente. Nos situamos justo tras el final de la Primera Guerra Púnica y la
ascensión de Almícar como caudillo de Cartago. Tras obtener el mandato de las
tropas de la mano del Senado Cartaginés, y perdidas Sicilia, Córcega y Cerdeña
ante las legiones romanas, emprende la conquista de la fértil y rica Iberia
para continuar su lucha contra Roma. Y ahí surgirá la figura de Icorbeles,
heredero de Saití y elegido por los dioses para hacer frente al poder pujante
de Cartago. Podemos decir que «Los ojos del lince» es una precuela exquisita a la Segunda Guerra Púnica que
enfrentó a Aníbal y a Escipión y que tantas veces ha sido narrada en la
literatura.
Si deseas embarcarte en una historia épica, que escarbe en
las profundidades de nuestra historia, nos desvele tradiciones casi olvidadas y
recree de manera fidedigna los grandes
feudos que existieron en esa Iberia legendaria y guerrera, no puedes dejar
pasar «El espíritu del lince». Un retrato maravilloso de nuestra historia y una
batalla épica y gloriosa narrada con pulso que nos desvela a un gran narrador:
Javier Pellicer.
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