Debo admitir que no conocía esta saga literaria —y por ampliar, la película— hasta hace unos pocos meses. En USA se desató la fiebre de los juegos del hambre e, inmediatamente, un montón de buenos amigos comenzaron a hablarme maravillas de los libros firmados por Suzanne Collins. La propia Wikipedia define esta saga de novelas como: género distópico y ciencia ficción adulto-juvenil. Podría estar hasta de acuerdo con la definición si se excluyera la palabra «adulto». Créanme, después de conocer a montones de autores de ciencia ficción y su manera de razonar lo que es este género literario, «Los juegos del hambre» podría definirse de muchas meneras menos como ciencia ficción adulta.
El caso es que como suele ocurrir en estos casos, la expectativa acaba convirtiéndose en fiasco y todo lo positivo que esperabas de la película se transforma en negativo… y lamento decir esto porque entiendo y comprendo que esta serie tiene muchísimos seguidores. Para empezar, Suzanne Collins no se corta a la hora de coger Battle Royale (y si me apuran «La isla de los condenados» protagonizada por el excampeón de la WWE, Steve Austin) y reconvertirla a su modo y forma. Pero el fondo sigue siendo el mismo: un Estado privilegiado en guerra contra el pueblo y un reality show en donde un grupo de muchachos tienen que asesinarse hasta quedar un superviviente. En el caso de la película japonesa el Estado se ensañaba con los estudiantes, en «Los juegos del hambre» es contra las provincias o distritos y sus representantes. Pero mientras Battle Royale era fiel a sí misma y a las premisas que contempla el propio juego, en la película de Gary Ross (al que, por cierto, ya se le ha buscado sustituto), los guionistas se olvidan rápidamente de las premisas iniciales y convierten la letal competición en un concurso que está a disposición del romance de la parejita protagonista, creando una falsa trama distópica. No nos engañemos, la película tiene esa pátina ultraviolenta (bueno, es yanqui, dejémoslo en violentilla) pero con un trasfondo romántico demasiado crepuscular, es decir, empalagoso y repelente. Debo admitir que lo mejor de la película es Jennefer Lawrence de lejos. Sin embargo, su personaje es digno de diván de psicólogo pues a lo largo del film toma decisiones inauditas respecto a su acompañante. ¿El resto de los personajes? Meros espantajos que el guionista se limita a mover por aquí y por allí y que apenas hacen sombra a la parejita crepuscular de turno: un antagonista del que, perdónenme, no recuerdo ni siquiera el nombre, unos secundarios inexistentes e irrelevantes y situaciones predecibles hasta el infinito.
Tras ver esta primera parte, uno sabe perfectamente por donde van a seguir las secuelas, lo cual dice muy poco sobre estos juegos del hambre. La distopía pierde fuelle conforme el romance de los personajes principales se concreta y todo parece indicar que ese mundo distópico avanza en función a los caprichos sentimentales de dos adolescentes en vez de estar los personajes al servicio de las artimañas políticas de los que dirigen esa sociedad ultraconservadora y dictatorial.
Por cierto, en las redes sociales corre la sensación de que hay que leerse las novelas para entender la película o contemplarla con mayor perspectiva. Recuerdo que cuando fui al cine a ver Harry Potter o, años ha, la historia interminable, ni siquiera había leído los libros, y la sensación que obtuve era que estaba contemplando una gran historia juvenil. Luego los libros completaron y agrandaron esos universos propuestos en la pantalla. En el caso de los juegos del hambre, la película, como adaptación en sí, naufraga por convertirse en un producto demasiado largo y aburrido, con diálogos timoratos e insufribles. Es más, contemplo la entrada del cine y en ningún lado pone: «lea el libro antes de ver la película». Creo que los fans deberían tener en cuenta que las películas no se realizan exclusivamente para ellos, sino para toda clase de público, y por tanto deberían sostenerse por sí mismas sin la necesidad de leer la novela que escribió su creadora.
El caso es que como suele ocurrir en estos casos, la expectativa acaba convirtiéndose en fiasco y todo lo positivo que esperabas de la película se transforma en negativo… y lamento decir esto porque entiendo y comprendo que esta serie tiene muchísimos seguidores. Para empezar, Suzanne Collins no se corta a la hora de coger Battle Royale (y si me apuran «La isla de los condenados» protagonizada por el excampeón de la WWE, Steve Austin) y reconvertirla a su modo y forma. Pero el fondo sigue siendo el mismo: un Estado privilegiado en guerra contra el pueblo y un reality show en donde un grupo de muchachos tienen que asesinarse hasta quedar un superviviente. En el caso de la película japonesa el Estado se ensañaba con los estudiantes, en «Los juegos del hambre» es contra las provincias o distritos y sus representantes. Pero mientras Battle Royale era fiel a sí misma y a las premisas que contempla el propio juego, en la película de Gary Ross (al que, por cierto, ya se le ha buscado sustituto), los guionistas se olvidan rápidamente de las premisas iniciales y convierten la letal competición en un concurso que está a disposición del romance de la parejita protagonista, creando una falsa trama distópica. No nos engañemos, la película tiene esa pátina ultraviolenta (bueno, es yanqui, dejémoslo en violentilla) pero con un trasfondo romántico demasiado crepuscular, es decir, empalagoso y repelente. Debo admitir que lo mejor de la película es Jennefer Lawrence de lejos. Sin embargo, su personaje es digno de diván de psicólogo pues a lo largo del film toma decisiones inauditas respecto a su acompañante. ¿El resto de los personajes? Meros espantajos que el guionista se limita a mover por aquí y por allí y que apenas hacen sombra a la parejita crepuscular de turno: un antagonista del que, perdónenme, no recuerdo ni siquiera el nombre, unos secundarios inexistentes e irrelevantes y situaciones predecibles hasta el infinito.
Tras ver esta primera parte, uno sabe perfectamente por donde van a seguir las secuelas, lo cual dice muy poco sobre estos juegos del hambre. La distopía pierde fuelle conforme el romance de los personajes principales se concreta y todo parece indicar que ese mundo distópico avanza en función a los caprichos sentimentales de dos adolescentes en vez de estar los personajes al servicio de las artimañas políticas de los que dirigen esa sociedad ultraconservadora y dictatorial.
Por cierto, en las redes sociales corre la sensación de que hay que leerse las novelas para entender la película o contemplarla con mayor perspectiva. Recuerdo que cuando fui al cine a ver Harry Potter o, años ha, la historia interminable, ni siquiera había leído los libros, y la sensación que obtuve era que estaba contemplando una gran historia juvenil. Luego los libros completaron y agrandaron esos universos propuestos en la pantalla. En el caso de los juegos del hambre, la película, como adaptación en sí, naufraga por convertirse en un producto demasiado largo y aburrido, con diálogos timoratos e insufribles. Es más, contemplo la entrada del cine y en ningún lado pone: «lea el libro antes de ver la película». Creo que los fans deberían tener en cuenta que las películas no se realizan exclusivamente para ellos, sino para toda clase de público, y por tanto deberían sostenerse por sí mismas sin la necesidad de leer la novela que escribió su creadora.
4 comentarios:
Bueno, siento diferir amigo mío. Los chavales de mi IES están encantados con Los juegos del hambre, tanto que se ha propuesto como lectura en diferentes asignaturas.
Tanto la forma como están narrados los libros como la progresión temática de los mismos, me parece estupenda. Reconozco que la señora Collins se dedica a reciclar (o directamente a plagiar) planteamientos habidos e ideas que a nosotros nos pueden resultar manidas, sabidas e incluso pasadas de moda. Evidentemente, desde Battle Royale a las primeras novelas de King, pasando por cierto toquecillo distópico Orwelliano, saltan a la vista tanto en las novelas como en la primera película.
El centrifugado de referencias es evidente, pero están jugadas con habilidad y se plantean de una forma muy eficiente a toda esta generación de nuevos lectores. A diferencia de la Crepusculitis (de la que no pasé las 20 primeras páginas), creo que la señora Collins sabe escribir, y lo hace bien. Utiliza todos los elementos del cocktail para atrapar a los lectores (adolescentes, descerebrados, poco versados en la lectura...) planteando temáticas que casan muy bien con su edad y pueden ser utilizadas para abarcar contenidos más interesantes y jugosos. Creeme si te digo que la saga, en este nivel, supone un soplo de aire fresco. Da gusto charlar con tus alumnos acerca de un libro que les gusta... y te gusta.
En otro orden, reconozco que la película hace pluf (las escenas de acción están terriblemente mal planteadas, le sobra metraje...), pero la cosa dista mucho de ser previsible. Piensa que se baraja a Martin Lawrence (el de Soy Leyenda) para la segunda entrega... o incluso a David Cronenberg. Las cosas se ponen muy complicadas para Katniss y compañía, la saga encierra una enseñanza muy adulta y el tono, ambiguo, a contracorriente, es de todo menos complaciente conforme avanza la narración en todo el camino que queda por delante.
Pedro, lo que estoy analizando es la película. No he tenido el gusto de leer los libros, aunque debo de admitir que tras la película han quedado relegados a la última posición de mi pila.
Como he dicho, entiendo que los libros -que, insisto, no he leído- encandilen a los adolescentes, pero también comprendo que la distopía, tal como la plantea la película, hace aguas por todos lados y está en función del romance.
1º Los distritos se levantan contra el estado cuando ven como la protagonista sufre lo indecible. Hasta ahí bien. Aunque por otro lado, el siguimiento de los distritos en el guión hasta ese momento es nulo. El director se recrea en la preparación y el aprendizaje de los protagonistas y se olvida completamente de seguir analizando el universo distópico que plantea la película. Los altercados nacen de repente, de la nada, casi sin justificación previa. Es como si el director, de pronto, se acordara de que esta haciendo una distopía, y metiera de golpe y porrazo una revuelta. Respuesta del Estado Todopoderoso: convertir a los dos protas en un símbolo de concordia y perdonar la vida a ambos. Me parece bien, es una decisón inteligente.
2º Y ahora viene el SPOILER. Al final de la competición, cuando muere el malo de turno -un malo semianónimo-, el Estado decide volver a cambiar las reglas y hacer que los dos protagonistas se maten. ¿Por qué? ¿Qué justificación argumental o política tiene ese movimiento? Es estúpido e irracional. ¿Matas a uno de los héroes del juego ante las cámaras para convertirlo en un mártir? Es que no tiene ningún sentido... y ahí es donde, para mí, todo ese discurso de ciencia ficción pseudo-distópica naufraga y se revela como lo que realmente es: una historia merengona e irracional hecha para adolescentes, sin ningún sentido coherente.
E, insisto, hablo de la película, no del libro.
Por otro lado, el hecho de que fusile algo tan descaradamente hace que el crítico avezado compare un producto con otro y Battle Royale encierra más moraleja que los 120 min. de los juegos del hambre.
No... si en lineas generales coincido contigo. Pero pienso que incluir esta peli en el lote de los Crepúsculos es un error. Me parece un producto mucho más digno (teenager, pero digno)
No tengo idea de Battle Royale, pero vi la película y leí el libro y no puedo estar más en desacuerdo con tu visión. En primer lugar, es obvio que el supuesto romance -porque no existe de parte de ella- es un montaje del tutor de los chicos para ganar patrocinadores y sobrevivir durante el juego. Los organizadores del juego querían elevar audiencias y aprovecharon el supuesto romance para desviar la atención de los posibles tumultos y enfocarlo en el espectáculo, pero el que fueran a sobrevivir ambos era una ilusión desde el principio: el hecho de obligar a los "amantes" a matarse entre sí era una clara señal de que el Capitolio se imponía y que seguía siendo el dueño de sus vidas. Lo que ellos no se esperaban era el gesto rebelde de la protagonista y su amenaza -real- de suicidio. No podían permitir que se suicidaran, porque ahí sí que se hubieran convertido en mártires no solo de su distrito sino de toda la nación y hubiera hecho peligrar el objetivo real de todo el tinglado.
Sin embargo, por este gesto, Katniss queda en la mira del Estado y será observada y quizá de alguna manera puesta en jaque. No he leído el segundo libro, pero se adivina que las cosas solo se pusieron peor para ella, pese a la parafernalia televisiva que la rodea. Conforme se acerca a su casa, ella deshace la ilusión de romance -que no existía, al menos en ella- y vuelven sus preocupaciones iniciales. Su triunfo es aparente y todo queda en espera.
Disculpa, pero nada que ver con Crepúsculo, desde ningún punto de vista. Y sí, ha motivado muchas reflexiones en torno al poder, el abuso de él y las decisiones de vida y muerte en los adolescentes. El romance es tan solo un tema colateral que puede ser aprovechado, pero no constituye su espina dorsal.
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