lunes, noviembre 3

Hasta donde llegamos

Vamos con uno de esos temas peliagudos y un tanto oscurantistas que se dan dentro del mundo de la edición y que afectan directamente al autor. Me comenta un amigo que acaba de recibir una oferta por publicar con la Editorial X (voy a mantener el anonimato pues estos temas siempre se negocian en el margen de la legalidad, aunque el trasfondo atente contra los intereses del autor y las consecuencias sean un tanto ilícitas) y que anda un tanto indeciso.
Yo os pongo de sobreaviso, por si alguna vez os ocurre lo mismo, para que sepáis a qué tenéis que ateneros. Me comenta mi amigo que las cláusulas de este contrato proponen una primera tirada de cien ejemplares en los que el autor no cobraría absolutamente nada y que el beneficio sería completo para la editorial. En caso de que esos 100 ejemplares se vendieran, automáticamente se sacaría una segunda tirada de 250 ejemplares más y ahí, el autor, sí que se llevaría su diez por cien de margen.
Aquí huele a subvención, es decir, la editorial recibe algún tipo de subsidio por publicar un libro, por lo que el gasto de producción es cero y el beneficio que obtiene de ese libro procede de la venta. El autor debe tener bien claro que vender cien libros es relativamente fácil: familiares, círculo de amigos, conocidos… y si vive en un pueblo las posibilidades de venta aumentan. Por lo que esos cien ejemplares no entrañan riesgo para la editorial. El editor juega sobre seguro, ni siquiera tiene que esforzarse en distribuir el libro ya que cien ejemplares tienen una venta rápida. Por lo tanto, estamos ante un contrato legal con un trasfondo amoral para el autor. No existe ese riesgo lógico que debe establecerse en la publicación de un libro: el editor arriesga su capital porque «confía» verdaderamente en la novela y quiere sacarle un rendimiento sin birlarle el exiguo beneficio que le corresponde al autor.
A ver si en este país empezamos a darnos cuenta de una puñetera vez de lo complicado que es escribir un libro, de la cantidad de cosas que tienes que dejar de lado para llevar a buen fin una novela y de la cantidad de horas que sacas de tu tiempo, de tu trabajo, de tu familia para escribir. A mí me hace mucha gracia cuando me viene el editor de turno o el amiguete del editor y me suelta a bocajarro: es que el que verdaderamente pone los dineros y arriesga por la novela es el editor. ¡¡Y una mierda!! El que apuesta por la novela es el que la escribe y el que deja de lado algunas de sus obligaciones laborales para embarcarse en un trabajo que le puede llevar un año de quebraderos de cabeza. El pequeño editor adquiere su cuota de riesgo, por supuesto, pero él tiene una posibilidad previa de elección del producto (es decir, elige si publica o no publica) y también decide cuánta pasta va a invertir en el libro. El autor, al cabo del año, se quema las pestañas delante del ordenador para realizar su historia y a cambio recibe una gratificación por ese trabajo, jamás un pago, porque el pago de un trabajo se cuantifica por la cantidad de horas que se invierten en el libro y por un beneficio relativo.
En definitiva, el autor debe valorarse a sí mismo, saber en todo momento cuál es su valor de mercado (es decir, cuánto es capaz de vender) y, a partir de ahí negociar. Está bien recibir un adelanto o una liquidación, pero, por favor, si alguien os saca cien libros a la calle y, encima, no hay liquidación de esos ejemplares, jamás aceptéis que os digan que os están haciendo un favor, porque el favor se lo estáis haciendo vosotros al editor.
Seguimos con el caso de mi amigo: sacamos cien ejemplares, no hay liquidación, pero de los 250 siguientes sí que nos llevamos el preceptivo 10%... perfecto. Para un autor novel, que no ha publicado nada anteriormente, podría ser hasta aceptable, al fin y al cabo no tiene que poner un duro, que tal como se están poniendo las cosas en el mundo editorial ya es.
Pero luego, mi amigo, me dejaba caer unas cuantas cláusulas más del contrato (al lorito que aquí viene lo heavy):

La editorial tiene derecho a negociar con cualquier otra editorial los derechos de traducción a cualquier lengua del mundo. Si ese trabajo lo lleva a cabo la editorial se lleva un 50% de las cantidades recibidas. Si existe una adaptación radiofónica, televisiva, o cinematográfica, la editorial se llevará otro 50%, e incluso tiene derecho a igualar cualquier oferta de tanteo.


Vamos a ver: ¿es que acaso os creéis Random House, Grupo Prisa o Planeta para imponer estas cláusulas leoninas en el contrato? ¿Es que acaso actuáis como agentes literarios? ¿Es que la apuesta inicial por el libro os da derecho moral a que el autor se endeudo con vosotros por los siglos de los siglos, amén?
Seamos claros, si la apuesta inicial de la editorial hubiese sido legítima o, cuanto menos, establecida en un marco moral adecuado, se podría hablar de derechos derivados de la obra. Al fin y al cabo la editorial está apadrinando al autor y, aunque no pague el esfuerzo en su justa medida, le ha dado la oportunidad de sacar al mercado mil o dos mil ejemplares. Pero cuando la cantidad se reduce a cien libros y ni siquiera los gastos son asumidos por el editor, sino que proceden de una subvención, estas cláusulas son amorales, licenciosas y libertinas, y atentan directamente contra la integridad del joven escritor.
Oiga, si usted lo que quiere es mediar como agente firme como tal y mueva la obra por donde le de la gana. Pero no sangre a un autor publicándole cien ejemplares y no pagándole un puto céntimo y luego quiera imponer por contrato una venta de derechos a otros medios porque es una práctica deleznable.
Estamos llegando a un punto en el que las viejas tradiciones se pierden y las editoriales dejan de cumplir la labor que han hecho durante toda la vida para convertirse en piratas que se dedican a sangrar al incauto. El autor, antes de embarcarse en una obra, debe tener claro que publicar una novela es dificilísimo, que no es llegar y besar el santo. Que antiguamente, de quinientos publicaba solamente uno y que hoy en día, muchos caraduras aprovechan los medios que las imprentas ponen a su alcance para sacar el máximo beneficio de un libro (y por extensión de su autor) que jamás será editado en las condiciones adecuadas. Podemos soñar con ser grandes escritores, pero no permitamos que uno de estos piratas se aproveche de nuestros sueños para hacer su agosto.
Antes de firmar nada, meditemos, consultemos precios y veamos los pros y los contras. Sepamos distinguir entre autoedición y coedición, estudiemos las cláusulas leoninas del contrato y tengamos muy en cuenta lo que el editor ha hecho por nosotros antes de que tenga derecho de pernada sobre nuestro libro. Con todo esto no quiero decir que asumamos el rol de Reverte frente a un contrato; la contrapartida es que debemos tener muy claro quienes somos antes de ponernos a exigir. Pero, por favor, no nos menospreciemos a nosotros mismos. Somos lo que somos, pero no seamos lo que otros quieren que seamos. Trabajo y beneficio en su justa medida y ya que, en el mundo editorial, jamás podrá ser justa, al menos que sí exista un equilibrio con lo que reciben otros autores noveles.

By David Mateo with 12 comments

12 comentarios:

¡A vuelta con el mismo tema!
La madre del cordero es que por definición el autor debe percibir la remuneración que se pacte. Esta puede ser en metálico o en especies; e incluso el autor cederla a alguna ONG o similar (experiencias tengo), pero EN NINGÚN caso puede figurar en un contrato que "es gratis total" en los primeros 100 ejemplares.
Esto es leonino.
El asunto de la venta de derechos al extranjero u obras derivadas, lo habitual (y en lo habitual cabe de todo) es que sea el 65% para el autor y 35% para el editor); pero esto se pacta o no y cada autor debe saber lo que quiere.
Hay otro asunto que es que muchos autores ante la imposibilidad de publicar se agarran a un clavo ardiendo con tal de ver negro sobre blanco su creación. Pero esto es otro asunto.

Te remito al artículo que ha escrito mi amiga y colaboradora Pilar López Bernués, escritora, sobre Editoriales y contratos leoninos:

http://plbernues.es.tl/%BFQu-e2--pasa-con-las-editoriales-f-.htm

Todo dependerá de las expectativas del autor. Si lo que desea tu amigo es dar la campanada entre parentela y amigos y darse un poco de pisto (motivos la mar de dignos, por lo demás) no parece el mejor trato pero tampoco el peor.

Si de lo que se trata es de probar fortuna en el mundo editorial, en cambio, lo que tu amigo busca es otra cosa. Hoy en día, con posibilidad de editar libro a libro, se recurre a la edición profesional, primero para aprovechar un canal de venta y distribución profesional. Pero hay que saber que el canal de ventas está absolutamente saturado, la oferta multiplica la demanda.... Así, a menudo, entrar en ese canal es como arrojar botellas al mar con un libro dentro. De ahí la importancia creciente de una pregunta al editor. ¿qué vamos a hacer para diferenciar mi novela en un contexto de sobresaturación? ¿Cómo vas/vamos a llamar la atención sobre nuestro producto? La clave es promoción. Lógicamente, hay promoción a gran nivel (superficies comerciales) con apoyo publicitario, y otra, más encaminada a la detección de tarjets concretos donde colocar el libro (que también pide unacierta inversión)... Hay también más factores a considera... Vg: editar en un sello posicionado y con su público ya es un modo de promocionar... Redes de prescriptores, prensa, etc... Se entiende que, con un primer libro, la ilusión pueda con todo pero, si vamos al grano del asunto, la cuestión clave actualmente es cómo distinguir un lanzamiento entre el alud de lanzamientos...

Saludos Sim

¡Ya se quien eres Sim! y David se equivoca en quién eres.
Te has delatado con el texto de tu comentario.

Coño... Esta si que es buena!
Pues claro que soy yo, Jorge...

Un abrazo desde Sim City

¿Cómo que yo me equivoco en quién es Sim? Pero si es uno de los habituales del blog. Es Luis Besa :-s

Queda claro entonces... Empezaba a tener dudas sobre mi identidad...

Luis Besa o Sim (ya no sé) :)

¡Que bien elegida está la foto! ¡Genial!

Juanmi.

Es la esencia del pájaro chico y el pajarraco que le quita el alpiste. Ahora, cuidado con el pájaro chico que alguna vez se puede convertir en cisne y repartir hostias a diestro y siniestro :))

Por cierto, he leído la crítica de Pilar López y debo decir que hay cosas en las que estoy de acuerdo. Pero su enfoque de que internet y la libre publicación vaya a facilitar la vida a los escritores, no me parece en absoluto acertada. Para mí el arte es esfuerzo y desgaste. Escribir un libro es sufrimiento, ya lo he dicho otras veces. Y el sufrimiento merece una retribución.
Otra cosa, dudo mucho que la edición digital cambie tanto las cosas, más bien el dinero que antes se destinaba a la creación y distribución del libro se dedicará a la promoción, y eso hará que los libros profesionales destaquen sobre la masa de libros autopublicados.

Hablando desde mi ignorancia, como muy bien dices el quid está en a quien le hagan esa oferta. Teniendo en cuenta que hay bandadas de hostias por colarse en antologías donde la única gratificación es salir publicado... pues creo que más de dos y de cien veríamos ese trato como "el menor de los males". Después de todo, y tocando con los pies en el suelo, el tema traducciones y versiones cinematográficas son para la mayoría como las conejitas playboy. Que dicen que son de carne y hueso pero uno se muere sin ver a niguna por la calle.

Se convierte en cisne y es vilmente sodomizado. Para repartir hostias debería convertirse en un gallo de pelea mexicano, por lo menos.

Juanmi.

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