La vida es un sistema automatizado en el que cada uno de los factores se repite hasta el infinito. Bucles persistentes que articulan un estribillo constante, monótono, replicante de sí mismo en una melancolía átona. Una dimensión membrana inmensa y ondulante formada por pequeñas dimensiones burbuja que flotan a la deriva; dantescas piezas sobre un tablero cósmico, en un desplazamiento programado por una voluntad divina que ni siquiera el oleaje interdimensional es capaz de domeñar.
Vivimos como autómatas, sujetos a la ecuación hambre-sueño que se renueva con cada ciclo, buscando la fricción de cada uno de sus componentes hasta que el rostro desgastado de la inercia mira hacia el infinito y comprende que ilusión y esperanza no son más que mecanismos de la fórmula eterna y pasiva del aburrimiento, del tedio, del ostracismo, del hastío, de la desgana, de la gris indiferencia que tiñe mañanas y tardes de sensaciones vulgares que concitan el alceimer de los ancianos en las mentes fértiles del mañana.
Pequeñas hormiguitas pasajeras de un universo programado por mil subrutinas; abejas condenadas a vagar de flor en flor, exprimiendo el néctar de la vida, mientras las alas se marchitan en el leve fluir de los días. Dinosaurios decadentes en la ciudad de asfalto, espíritus condenados en el último capítulo de las revelaciones que aguardan el colapso final que barrerá cada color, cada segmento, cada bostezo de las tediosas estaciones. Siempre pendientes de la próxima hoja del calendario, como si el papel representase una oportunidad más de las muchas que nos priva la vida. Pero los calendarios se acaban, las hojas se pudren, y la deriva del tiempo sigue imponiendo sus fastidiosas subrutinas que determinan el verdadero rostro del alma apelmazada por la constante.
Un desayuno frugal, viajes en coche por calles y barrios que conoces hasta el hartazgo, rostros sonrientes que eyaculan traición por los ojos, expresiones mansas que mutan en lagartos zafios tras las caretas forradas de epidermis; el entorno es el vertedero de los instintos carnales que conducen irremediablemente hacia la traición, formando parte del grotesco circo del universo elemental que nos arrastra hasta un incierto lapso de alivio que pasa de manera tan frugal como un beso o una sonrisa sincera.
El mundo es gris.
La vida se funde con un universo membrana que ha dejado de ser caótico para volverse repetitivo.
El entorno es zafio y grosero.
No hay esperanza en el desgaste de los segundos. Los ejércitos de lo imposible desertan y pasan a formar parte de la alianza de lo posible.
La subrutina invariable y programada, la rígida sucesión del tiempo, el anhelo mestizo de pasividad y amargura… hoy todo termina… hoy veremos la luz… hoy comienza el nuevo amanecer… ¡¡¡hoy comienza: la última temporada de PERDIDOSSSSSSSSSS!!!
Vivimos como autómatas, sujetos a la ecuación hambre-sueño que se renueva con cada ciclo, buscando la fricción de cada uno de sus componentes hasta que el rostro desgastado de la inercia mira hacia el infinito y comprende que ilusión y esperanza no son más que mecanismos de la fórmula eterna y pasiva del aburrimiento, del tedio, del ostracismo, del hastío, de la desgana, de la gris indiferencia que tiñe mañanas y tardes de sensaciones vulgares que concitan el alceimer de los ancianos en las mentes fértiles del mañana.
Pequeñas hormiguitas pasajeras de un universo programado por mil subrutinas; abejas condenadas a vagar de flor en flor, exprimiendo el néctar de la vida, mientras las alas se marchitan en el leve fluir de los días. Dinosaurios decadentes en la ciudad de asfalto, espíritus condenados en el último capítulo de las revelaciones que aguardan el colapso final que barrerá cada color, cada segmento, cada bostezo de las tediosas estaciones. Siempre pendientes de la próxima hoja del calendario, como si el papel representase una oportunidad más de las muchas que nos priva la vida. Pero los calendarios se acaban, las hojas se pudren, y la deriva del tiempo sigue imponiendo sus fastidiosas subrutinas que determinan el verdadero rostro del alma apelmazada por la constante.
Un desayuno frugal, viajes en coche por calles y barrios que conoces hasta el hartazgo, rostros sonrientes que eyaculan traición por los ojos, expresiones mansas que mutan en lagartos zafios tras las caretas forradas de epidermis; el entorno es el vertedero de los instintos carnales que conducen irremediablemente hacia la traición, formando parte del grotesco circo del universo elemental que nos arrastra hasta un incierto lapso de alivio que pasa de manera tan frugal como un beso o una sonrisa sincera.
El mundo es gris.
La vida se funde con un universo membrana que ha dejado de ser caótico para volverse repetitivo.
El entorno es zafio y grosero.
No hay esperanza en el desgaste de los segundos. Los ejércitos de lo imposible desertan y pasan a formar parte de la alianza de lo posible.
La subrutina invariable y programada, la rígida sucesión del tiempo, el anhelo mestizo de pasividad y amargura… hoy todo termina… hoy veremos la luz… hoy comienza el nuevo amanecer… ¡¡¡hoy comienza: la última temporada de PERDIDOSSSSSSSSSS!!!
¡¡¡¡BIENNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNN!!!!
5 comentarios:
Joder, que frikada :))))))))
El video es muy fuerte.
Me parece que alguien se ha puesto a leer hard :)
Juanmi.
Se te va la pinza.
Anda, haz caso al ciclo hambre-sueño y duerme más.
¿Irene, tienes pene? ¿Pero de dónde has sacado eso?
Que pesaos los chinos esos que dejan el spam.
Me voy a comer un bocata!! :p
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