300.000 euros de financiación por una película. Parece que esa es la cifra mágica que un productor avezado puede rascar de un organismo oficial si presenta un guión interesante y todos los astros se ponen en consonancia para que el proyecto llegue a ramos de bendecir. ¿Cuántas películas españolas se subvencionan en este país? ¿Cuántas reciben ese canon? Francamente, no lo sé, pero tras conversar con amigos productores y ver las reacciones de directores como Tinieblas González, supongo que no serán ni una ni dos.
Aunque muchos ya conocen mi opinión sobre el tema de subvencionar el cine español, hoy no quiero hablar directamente de eso. Quiero volver a esos 300.000 euros de financiación y extrapolarlo al mundo del libro. Que en España se subvenciona la literatura por parte de la administración, no me cabe duda. El mercado está plagado (o no plagado) de libros infumables que han surgido con la bendición católica y apostólica de las administraciones. Y digo que no está plagado porque algunos de esos libros no van más allá del pupitre del concejal de turno, de la biblioteca de turno o del editor de turno, que tras llenar de novelas la estantería de su salón comedor, puede sacar pecho de la colección “marasvillosa” que le ha editado la concejalía de cultura. Eso está muy bien, no lo vamos a negar. Los libros con lomos bonitos quedan preciosos en las estanterías. Pero se imaginarían qué pasaría si la concejalía de cultura de la población X dotara de una subvención de 300.000 euros a una editorial. ¿Les parece una barbaridad? A mí no, desde luego. ¿Qué tiene el cine que no tenga la literatura?
Imagínense que la editorial Perico de los Palotes recibe 300.000 euros con una premisa: sacar diez, quince, veinte títulos a lo largo de dos ejercicios regulares. Premiar a una editorial por su trayectoria y por su influencia en un género concreto. Véase que no hablo nunca de autores, porque a estas alturas uno tiene muy claro que no puede pedir milagritos a Lourdes y que semejantes cantidades de dinero jamás estarán al alcance del «creador», sino del «administrador» de la obra.
Ahora imagínense que en vez de financiar veinte películas que ni se llegan a estrenar en nuestro país, comienzan a financiarse a las editoriales, y la producción literaria en España se enriquece como dios manda y se rompen los tabúes de las pequeñas editoriales. Viviríamos un renacimiento cultural y literario, viviríamos un nuevo edén de las letras donde los autores, ahora sí, podrían profesionalizarse y exhibir su mejor rostro, viviríamos… viviríamos una utopía. No lo duden. El mundo del libro, salvo casos excepcionales como grandes premios patrocinados por pueblos como Torrevieja, jamás contará con las ayudas del fisco. El mundo del libro está destinado a la supervivencia comercial y, por ende, al naufragio permanente. Tal vez, si en vez de una directora de cine como ministra de cultura tuviéramos a un escritor de la talla de Javier Marías o Pérez Reverte, las tornas cambiarían y el mundo del libro saldría beneficiado. Pero… ¡ah, amigos, mucho me temo que eso es otra utopía!
Aunque muchos ya conocen mi opinión sobre el tema de subvencionar el cine español, hoy no quiero hablar directamente de eso. Quiero volver a esos 300.000 euros de financiación y extrapolarlo al mundo del libro. Que en España se subvenciona la literatura por parte de la administración, no me cabe duda. El mercado está plagado (o no plagado) de libros infumables que han surgido con la bendición católica y apostólica de las administraciones. Y digo que no está plagado porque algunos de esos libros no van más allá del pupitre del concejal de turno, de la biblioteca de turno o del editor de turno, que tras llenar de novelas la estantería de su salón comedor, puede sacar pecho de la colección “marasvillosa” que le ha editado la concejalía de cultura. Eso está muy bien, no lo vamos a negar. Los libros con lomos bonitos quedan preciosos en las estanterías. Pero se imaginarían qué pasaría si la concejalía de cultura de la población X dotara de una subvención de 300.000 euros a una editorial. ¿Les parece una barbaridad? A mí no, desde luego. ¿Qué tiene el cine que no tenga la literatura?
Imagínense que la editorial Perico de los Palotes recibe 300.000 euros con una premisa: sacar diez, quince, veinte títulos a lo largo de dos ejercicios regulares. Premiar a una editorial por su trayectoria y por su influencia en un género concreto. Véase que no hablo nunca de autores, porque a estas alturas uno tiene muy claro que no puede pedir milagritos a Lourdes y que semejantes cantidades de dinero jamás estarán al alcance del «creador», sino del «administrador» de la obra.
Ahora imagínense que en vez de financiar veinte películas que ni se llegan a estrenar en nuestro país, comienzan a financiarse a las editoriales, y la producción literaria en España se enriquece como dios manda y se rompen los tabúes de las pequeñas editoriales. Viviríamos un renacimiento cultural y literario, viviríamos un nuevo edén de las letras donde los autores, ahora sí, podrían profesionalizarse y exhibir su mejor rostro, viviríamos… viviríamos una utopía. No lo duden. El mundo del libro, salvo casos excepcionales como grandes premios patrocinados por pueblos como Torrevieja, jamás contará con las ayudas del fisco. El mundo del libro está destinado a la supervivencia comercial y, por ende, al naufragio permanente. Tal vez, si en vez de una directora de cine como ministra de cultura tuviéramos a un escritor de la talla de Javier Marías o Pérez Reverte, las tornas cambiarían y el mundo del libro saldría beneficiado. Pero… ¡ah, amigos, mucho me temo que eso es otra utopía!
7 comentarios:
David, me ha encantado. Quememos los cines y que subvencionen la literatura :P
En serio. Muy buen artículo ^^
La subvención a la cultura (a los creadores) es un tema complejo. En mi opinión sería mucho mejor favorecer el acceso a la cultura y educación con la creación de guarderías infantiles, ludotecas, centros sociales, etc con actividades en los pueblos y en las ciudades y dotarlas de una actividad atractiva y amplia que el dar subvenciones para que el director de cine o editor de turno monten una película o publiquen los libros de sus amiguetes. El que es bueno llega a publicar y más en estos tiempos en que internet te permite llegar a todas partes.
Que tomen ejemplo de Gijón y de su maravillosa Semana Negra, por ejemplo. Eso también es invertir en cultura.
Estoy de acuerdo con Alcorze.
Muy buena reflexión. Parece que financiar el cine está muy bien, pero subvencionar una editorial no. Yo no quemaría los cines, pero hay algunos títulos que no llegan nunca más de una semana en cartel.
La semana negra es un buen ejemplo de que a la gente le gusta la literatura.
vaya enlace, David, ese director suelta unas cuantas perlas que ya habían escuchado de parte de otros directores desconocidos. Terrible. Eso sí, me comentan que en Francia las subvenciones se dan de otra forma. Los productores hacen la peli; después, se supone que en función de su calidad, la administración emplea dinero público en distribuir mejor y más eficientemente las películas patrias, para competir mejor con las extranjeras. Pero no se da dinero directamente a esos productores.
La verdad es que los franceses tienen un comportamiento inmejorable en todo lo que tiene que ver con la cultura. Nos pegan un buen repasito en el mundo del comic, del cine e incluso en literatura.
Publicar un comentario