La vida de Antoñito el Fantástico: Primeros dilemas presocráticos.
Un serial en el que Betty el Feo no se convierte en guapo, pero sí en escritor (I)
Antoñito ya se gustaba a sí mismo cuando era niño.
¿Que cuándo cogí por primera vez un lápiz? Supongo que en primero o en segundo, como todos los otros cenutrios con los que compartía aula. Aunque os puedo decir que mientras ellos se conformaban con hacer unos cuantos garabatos en el papel, yo ya me dedicaba a entrelazar las primeras frases de lo que años más tarde sería la banda sonora de mi vida. Ya no lo recuerdo muy bien, pero debía destacar mucho en las clases de lengua, porque en vez de traer una manzana a la seño, era la seño la que me la traía a mí. Supongo que ya a esas edades núbiles comenzaba a despuntar mi vena de lolailo revienta corazones.
Os estaréis preguntando qué significa para mí escribir, y debo deciros que la palabra escritura no tiene un único significado. En absoluto, mi percepción del noble arte de menear la pluma ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Voy a haceros un breve esquema de mi percepción de la escritura durante los primeros años de mi vida para que lo entendáis:
De los
De los
De los
De los
A los 11: Me desentendí completamente de los conceptos inicio, nudo y desenlace y me dediqué a describir destripamientos y sangrías.
De los
A los 15: Sólo escribía historias guarras para cascármela luego en el baño.
De los
De los
De los
De los
A los 27: La literatura es una puta mierda. Nadie me entiende.
A los 28: Acabo mi primer texto interesante. Pues no se me da tan mal.
A los 29: El concepto de literatura que tiene la plebe es incomparable al mío. Nadie está a mi altura. Soy incomparablemente soberbio a la hora de escribir. He publicado mi primer libro.
De los
De los
A los 34: Ya no leo los manuscritos de los autores noveles. Todo párrafo que perciben mis ojos y que no ha sido escrito por mi propia mano es basura residual.
De los
A los 39: La editorial Mundo ha comprado mi última obra. La que presenté a aquel concurso que era imposible ganar. ¡Dios, que bueno soy!
A los 40: Mi libro corre de boca en boca, sale hasta en la portada del AS, justo encima de la foto de Raúl. ¡¡No soy bueno, soy la hostia!!
A los 41: La editorial Mundo compra los derechos de todas mis novelas publicadas anteriormente y las reedita. ¡¡¡No soy la hostia, soy el copón bendito!!!
A los 42: Ahora sí que soy DIOS. Mis libros tienen más virtuosismo literario que los Diez Mandamientos escritos por la mano de Yavé en el Monte Sinaí. Soy el Grande de España. Soy Antoñito el Fantástico.
Pues sí, esta es más o menos la historia de mi vida resumida brevemente. Pero entre mi época de Antoñito a la de Don Antonio hay un largo periplo que me gustaría contar, así que si tengo tiempo y ganas, iré esbozándolo poco a poco para que vosotros, anónimos lectores, descubráis las excelencias de cómo un niño apestoso de Caravaca de
6 comentarios:
La de los 15 es autobiográfica, ¿no? ;)
Lo de los 15 es un síndrome popular entre todos los escritores :p
Amén. :D
Doy fe, como el Luisma :))
Por otra parte, observo obnubilado que Antoñito el Fantástico tiene un periplo vital exactamente igual al mío. Qué cosas, pardiez.
Payooo, si estas al nivel del Antoñito... dame arrrgo. Que es muy triste pidil, pero e más triste pasar hambre.
Me encantan estas entradas. Enhorabuena David, por este momento de esparcimiento.
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