Una de las grandes cosas que consiguió Straczynski antes de que el nefasto Quesada metiera sus zarpas en Amazing y convirtiera la serie en una caricatura, fue dotar a la figura de Peter Parker de seriedad. Peter Parker evolucionó. El guionista estadounidense situó a nuestro añorado personaje al frente del Instituto Midtown, como profesor de ciencia. Desde ese momento, Peter desarrolló una segunda faceta superheroíca, más si cabe que la del propio Spiderman. Peter tuvo que enfrentarse al sistema educativo y, discúlpenme cuando digo, que ser profesor en los tiempos que corren puede llegar a ser más peligroso que enfrentarse a una cuadrilla de supervillanos armados con tentáculos con pinzas, simbiontes o bombas calabazas explosivas.
Situarse frente a una clase con veinte o veinticinco niños requiere una capacidad especial que no todo el mundo posee.
Antaño veía lógico cuando un amigo me decía: Es que estoy buscando el mejor colegio para mi hijo. Hoy ya no. El problema no es el colegio, el problema es la clase. Vivimos una época en la que los profesores están indefensos ante el alumnado. Le pedimos a los profesores que eduquen a nuestros hijos; que les enseñen y que a la vez les inculquen un código moral que los haga más personas en esta vida, pero al mismo tiempo les estamos arrebatando las armas para que metan en cintura a nuestros chavales.
El sistema cada vez está más indefenso ante una serie de individuos que lo explotan a sabiendas de que ellos tienen el poder. Os puedo asegurar que si yo fuera padre, no me sentiría muy cómodo con la situación actual. Y no porque mi hijo pueda cometer una barbaridad y sea castigado severamente. Al contrario, si el padre ejerce de verdadero educador, el niño estará bien educado, pero… ¿y los que tiene a su alrededor?
Tengan una cosa muy clara: la voluntad de un individuo (sobre todo de un preadolescente) debe de ser muy férrea para prevalecer sobre la del colectivo. Y si el colectivo es negativo, nuestro niño estará recibiendo vibraciones negativas que pueden desviar su código moral.
Tengamos en cuenta que vivimos una época de gran diversidad cultural, nuestros hijos conviven día a día con chavales procedentes de otros países, cuyo desarrollo intelectual y psicológico es diametralmente opuesto al nuestro (y no me malinterpreten, no quiero decir que sea mejor o peor, simplemente digo que es diferente), en algunos casos la madurez de esos chavales, por circunstancias intrínsecas a sus países de origen, está muy por encima de nuestra psicología acomodada. Estamos juntando productos químicos que, sin el debido cuidado, pueden generar un auténtico cóctel molotov que puede estallar en nuestras narices. Y lo peor de todo, es que lo estamos haciendo en una edad demasiado temprana, demasiado delicada.
Hemos logrado que el sistema “amanse” a nuestros maestros y hemos metido en la jaula gatos y leones, con el riesgo de que los leones se coman a los gatos y a los domadores. Hemos asumido que la educación se da en los colegios, pero no se da en los colegios, se sigue dando en casa. Nosotros, y solo nosotros, tenemos la vara de mando. El “cachete a tiempo” ya no le corresponde al maestro, somos nosotros los que tenemos que propinarlo si alguna vez es necesario. Pero tengamos una cosa clara: hay quien no da ese cachete jamás porque tampoco le importa la educación de su hijo, hay quien se llena la boca de hablar de educación y códigos morales y cuando llega a casa se dedica a rascarse los huevos mientras mira la tele y se bebe un cubata, hay quien maleduca a sus hijos y luego los mete en el aula enfrentándose a quién haga falta porque su hijo es su hijo y nadie le pone una mano encima. Y pensemos que nuestros hijos conviven con esos otros niños, y nuestros hijos son esponjas que asimilan conductas y modales dominantes, y tengamos aún más claro que una manzana podrida (sobre todo si está muy podrida) puede llegar a echar a perder todo el capazo.
No quiero decir que el sistema educativo esté fracasando, Dios me libre, pero entre todos tenemos que respaldarlo, entenderlo y apoyarlo cuando sea necesario. El futuro de nuestros hijos está en juego y, en más de una ocasión, he visto como algunas vidas preciosas han acabado perdiéndose por el sumidero de la sociedad por culpas de malas influencias.
Yo hace tiempo que reconocí que Peter Parker, el profesor de ciencias, podía llegar a ser un superhéroes más poderoso que Spiderman. Espero que otros muchos también comiencen a valorar esa faceta y asuman la responsabilidad que les corresponde. Recuerden: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y entre todos hemos conseguido que esa responsabilidad acabe en nuestras manos. Asumámosla antes de que sea demasiado tarde.
Situarse frente a una clase con veinte o veinticinco niños requiere una capacidad especial que no todo el mundo posee.
Antaño veía lógico cuando un amigo me decía: Es que estoy buscando el mejor colegio para mi hijo. Hoy ya no. El problema no es el colegio, el problema es la clase. Vivimos una época en la que los profesores están indefensos ante el alumnado. Le pedimos a los profesores que eduquen a nuestros hijos; que les enseñen y que a la vez les inculquen un código moral que los haga más personas en esta vida, pero al mismo tiempo les estamos arrebatando las armas para que metan en cintura a nuestros chavales.
El sistema cada vez está más indefenso ante una serie de individuos que lo explotan a sabiendas de que ellos tienen el poder. Os puedo asegurar que si yo fuera padre, no me sentiría muy cómodo con la situación actual. Y no porque mi hijo pueda cometer una barbaridad y sea castigado severamente. Al contrario, si el padre ejerce de verdadero educador, el niño estará bien educado, pero… ¿y los que tiene a su alrededor?
Tengan una cosa muy clara: la voluntad de un individuo (sobre todo de un preadolescente) debe de ser muy férrea para prevalecer sobre la del colectivo. Y si el colectivo es negativo, nuestro niño estará recibiendo vibraciones negativas que pueden desviar su código moral.
Tengamos en cuenta que vivimos una época de gran diversidad cultural, nuestros hijos conviven día a día con chavales procedentes de otros países, cuyo desarrollo intelectual y psicológico es diametralmente opuesto al nuestro (y no me malinterpreten, no quiero decir que sea mejor o peor, simplemente digo que es diferente), en algunos casos la madurez de esos chavales, por circunstancias intrínsecas a sus países de origen, está muy por encima de nuestra psicología acomodada. Estamos juntando productos químicos que, sin el debido cuidado, pueden generar un auténtico cóctel molotov que puede estallar en nuestras narices. Y lo peor de todo, es que lo estamos haciendo en una edad demasiado temprana, demasiado delicada.
Hemos logrado que el sistema “amanse” a nuestros maestros y hemos metido en la jaula gatos y leones, con el riesgo de que los leones se coman a los gatos y a los domadores. Hemos asumido que la educación se da en los colegios, pero no se da en los colegios, se sigue dando en casa. Nosotros, y solo nosotros, tenemos la vara de mando. El “cachete a tiempo” ya no le corresponde al maestro, somos nosotros los que tenemos que propinarlo si alguna vez es necesario. Pero tengamos una cosa clara: hay quien no da ese cachete jamás porque tampoco le importa la educación de su hijo, hay quien se llena la boca de hablar de educación y códigos morales y cuando llega a casa se dedica a rascarse los huevos mientras mira la tele y se bebe un cubata, hay quien maleduca a sus hijos y luego los mete en el aula enfrentándose a quién haga falta porque su hijo es su hijo y nadie le pone una mano encima. Y pensemos que nuestros hijos conviven con esos otros niños, y nuestros hijos son esponjas que asimilan conductas y modales dominantes, y tengamos aún más claro que una manzana podrida (sobre todo si está muy podrida) puede llegar a echar a perder todo el capazo.
No quiero decir que el sistema educativo esté fracasando, Dios me libre, pero entre todos tenemos que respaldarlo, entenderlo y apoyarlo cuando sea necesario. El futuro de nuestros hijos está en juego y, en más de una ocasión, he visto como algunas vidas preciosas han acabado perdiéndose por el sumidero de la sociedad por culpas de malas influencias.
Yo hace tiempo que reconocí que Peter Parker, el profesor de ciencias, podía llegar a ser un superhéroes más poderoso que Spiderman. Espero que otros muchos también comiencen a valorar esa faceta y asuman la responsabilidad que les corresponde. Recuerden: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y entre todos hemos conseguido que esa responsabilidad acabe en nuestras manos. Asumámosla antes de que sea demasiado tarde.
10 comentarios:
Ha sido una gran comparación. Aunque yo voy más allá. Ser profesor hoy día, más que de valentía, es casi un acto de fe. Si a mí me reñía un profesor, por poco que fuese, yo me echaba a temblar por él y por mis padres. Y conste que nadie nunca me puso una mano encima, pero sí que sabía lo que era un palabra seria, una tarde sin bajar con los amigos o sin ver la tele. Así que me cuidaba mucho de portarme mal.
Actualmente son cada vez más los casos de los padres que van al colegio para echarle la bronca al profesor por reñirle al niño, o por pedir una cita con ellos. Bastante tienen ellos, los padres, con ir a currar y llevar pa'lante la casa, como para además tener que andar con reunioncitas sobre el niño. "Para eso está el colegio, ¿no?, para educar a los niños, pues que lo hagan". Y claro, el profesor se queda alucinado, descompuesto y sin autoridad ninguna ante el angelito, que esa noche cenará pizza y se encerrará a jugar a la Play o a chatear con Dios-sabe-quién para no andar molestando mientras los modernísimos padres ven 'Fama, a bailar' o algo así.
Esto debía ser como pasar de curso. Igual que para acceder a la universidad hay que haber pasado el instituto y para entrar en éste hay que aprobar la EGB, del mismo modo deberían hacer una prueba de educación a cada churumbel antes de pasar a cada curso. Y si no aprueba, repite año en casita con mamá y mamá hasta que aprenda a decir "buenos días", "gracias" y "perdón", que es lo mínimo que se despacha.
Eso, o devolver a los maestros y a los centros educativos ciertas capacidades que se les han ido arrebatando.
Sea como sea, tu exposición ha sido perfecta.
Mi novia tiene una teoría que a mí me gusta bastante. Con la antigua EGB los niños entraban en el instituto con catorce años aproximadamente. Hoy con once o doce ya han acabado primaria y se mezclan con adolescentes en potencia. Y aunque muchos llevan las hormonas revolucionadas, siguen siendo niños.
Cualquier pedagogo ve que de cuarto a sexto de primaria hay un abismo. Y de los doce a los catorce otro.
Esta es en efecto, la realidad del sistema educativo. Y aunque tiene muchas deficiencias, la más importante nace en los hogares. Un niño es reflejo de sus padres, si les enseñamos respeto, educación, moral, ... llevarán esos valores al colegio y el profesor podrá ayudarles en su formación. No podemos delegar esta función en otros, porque nos corresponde a cada uno de los que hemos decidido tener un hijo. Y quienes prefieren acomodarse en el butacón, negando que sea suya tal responsabilidad, luego serán los que se quejen y lloriqueen culpando, cómo no, al sistema.
Os paso un par de textos que, por vía interna, me ha enviado Ramón San Miguel y que tienen relación con el texto de hoy. Son buenísimos.
La carta que todo maestro quisiera mandar a ciertos padres tocapelotas.
Carta a un padre tocapelotas que,cuando su hijo suspende hasta el
recreo, viene a acusarnos a los profesores de tenerle manía al niño, y
a decirnos que el profesor particular le dice que no entiende los
suspensos, porque el niño se lo sabe todo muy bien:
Estimado Señor XXX:
Por lo que me dice en su carta de ayer, da la impresión de que su hijo
es gilipollas y usted mucho más, si cabe; pero visto lo visto creo que
estamos ante un clarísimo caso de niñato malcriado que ha encontrado
la manera de chantajear emocionalmente a sus papás y manejarlos a su
antojo, y ustedes son tan idiotas que no solo le creen todas las
tonterías a su hijo sino que además son capaces de minar la autoridad
del profesor con tal de no ponerle límites su hijo. Deberian reconocer
que dimitieron hace tiempo y que no estan dispuestos a asumir ningún
sacrificio por la educación de su criatura.
Con eso estan consiguiendo crear una persona insegura, intolerante al
fracaso, tiránica, y caprichosa.
Pero, en fin, allá ustedes, sigan consintiéndole absolutamente todo a
su hijo, ninguneando a los profesores en su presencia y minando su
autoridad. Eso traerá consecuencias. Asumo que seré señalado como el
responsable de todo cuanto le pase al cretino de su hijo en el futuro
(suspensos en el carné de conducir y desengaños amorosos incluidos),
pero el problema seguirá siendo de usted. Haga algo ahora o déjeme en
paz, que no tengo tiempo que perder en tonterías. Y tenga por segura
una cosa: yo a su hijo le dejaré de ver (Dios mediante) dentro de
cuatro o cinco años como máximo, pero usted lo va a tener en casa
apalancado frente a la tele el resto de su vida. ¿A que acojona la
perspectiva?
Sin embargo, lo que más me preocupa es que usted piense que yo soy
igual de manejable y que su hijo piense que es capaz de manipularme
tanto como a usted. La respuesta es no. A diferencia de usted, yo no
soy tonto de baba ni tengo el encefalograma plano como una pista de
aterrizaje.
Tengo el culo pelado de ver crios destrozar a sus familias solo por el
placer de ver como se rompen, las huelo a distancia, y en este caso
lamento comunicarles que su hijo apesta (los sobacos también, si, pero
ahora no me refería a eso).
Así que déjenme en paz usted, su mujer, su hijo, el profesor
particular de su hijo y la colección de tonterías con las que me viene
asaltando desde hace seis meses. En otras palabras: VAYANSE TODOS A LA
MIERDA.
Atentamente:
El Jefe de Estudios en pleno ataque de indignación.
Artículo de Arturo Pérez-Reverte publicado en XL-Semanal.
Cuadrilla de golfos apandadores, unos y otros.
Refraneros casticistas analfabetos de la derecha. Demagogos iletrados
de la izquierda. Presidente de este Gobierno. Ex presidente del otro.
Jefe de la patética oposición. Secretarios generales de partidos
nacionales o de partidos autonómicos. Ministros y ex ministros -aquí
matizaré ministros y ministras- de Educación y Cultura. Consejeros
varios. Etcétera.
No quiero que acabe el mes sin mentaros -el tuteo es deliberado- a la
madre. Y me refiero a la madre de todos cuantos habéis tenido en
vuestras manos infames la enseñanza pública en los últimos veinte o
treinta años. De cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país
de mierda sea un país de más mierda todavía.
De vosotros, torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el
latín, el griego, la Historia, la Literatura, la Geografía, el
análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de comprender
el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y
desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más
incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora,
los colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en
calidad de enseñanza, y los alumnos estén por debajo de la media en
todas las materias evaluadas.
Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la sangre es vuestra
arrogante impunidad, vuestra ausencia de autocrítica y vuestra cateta
contumacia. Aquí, como de costumbre, nadie asume la culpa de nada.
Hace menos de un mes, al publicarse los desoladores datos del informe
Pisa 2006, alos meapilas del Pepé les faltó tiempo para echar la culpa
de todo a la Logse de Maravall y Solana -que, es cierto, deberían ser
ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural-, pasando por alto que
durante dos legislaturas, o sea, ocho años de posterior gobierno, el
amigo Ansar y sus secuaces se estuvieron tocando literalmente la flor
en materia de Educación, destrozando la enseñanza pública en beneficio
de la privada y permitiendo, a cambio de pasteleo electoral, que cada
cacique de pueblo hiciera su negocio en diecisiete sistemas educativos
distintos, ajenos unos a otros, con efectos devastadores en el País
Vasco y Cataluña.
Y en cuanto al Pesoe que ahora nos conduce a la Arcadia feliz, ahí
están las reacciones oficiales, con una consejera de Educación de la
Junta de Andalucía, por ejemplo, que tras veinte años de gobierno
ininterrumpido en su feudo, donde la cultura roza el subdesarrollo,
tiene la desfachatez de cargarle el muerto al «retraso histórico». O
una ministra de Educación, la señora Cabrera, capaz de afirmar
impávida que los datos están fuera de contexto, que los alumnos
españoles funcionan de maravilla, que «el sistema educativo español no
sólo lo hace bien, sino que lo hace muy bien» y que éste no ha
fracasado porque «es capaz de responder a los retos que tiene la
sociedad», entre ellos el de que «los jóvenes tienen su propio
lenguaje: el chat y el sms». Con dos cojones.
Pero lo mejor ha sido lo tuyo, presidente -recuérdame que te lo
comente la próxima vez que vayas a hacerte una foto a la Real Academia
Española-. Deslumbrante, lo juro, eso de que «lo que más determina la
educación de cada generación es la educación de sus padres», aunque
tampoco estuvo mal lo de «hemos tenido muchas generaciones en España
con un bajo rendimiento educativo, fruto del país que tenemos»
Dicho de otro modo, lumbrera: que después de dos mil años de Hispania
grecorromana, de Quintiliano a Miguel Delibes pasando por Cervantes,
Quevedo, Galdós, Clarín o Machado, la gente buena, la culta, la
preparada, la que por fin va a sacar a España del hoyo, vendrá en los
próximos años, al fin, gracias a futuros padres felizmente formados
por tus ministros y ministras, tus Loes, tus educaciones para la
ciudadanía, tu género y génera, tus pedagogos cantamañanas, tu falta
de autoridad en las aulas, tu igualitarismo escolar en la mediocridad
y falta de incentivo al esfuerzo, tus universitarios apáticos y tus
alumnos de cuatro suspensos y tira p'alante.
Pues la culpa de que ahora la cosa ande chunga, la causa de tanto
disparate, descoordinación, confusión y agrafía, no la tenéis los
políticos culturalmente planos. Niet. La tiene el bajo rendimiento
educativo de Ortega y Gasset, Unamuno, Cajal, Menéndez Pidal, Manuel
Seco, Julián Marías o Gregorio Salvador, o el de la gente que estudió
bajo el franquismo: Juan Marsé, Muñoz Molina, Carmen Iglesias, José
Manuel Sánchez Ron, Ignacio Bosque, Margarita Salas, Luis Mateo Díez,
Álvaro Pombo, Francisco Rico y algunos otros analfabetos, padres o no,
entre los que generacionalmente me incluyo.
Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio.
Cuánto más peligro tiene un imbécil, que un malvado.
Ambos textos están circulando por Internet, y si, son muy buenos ambos. Al leer esta entrada, me he acordado de ellos.
Mi mujer es maestra de primaria, y ha visto cosas que para qué... Precisamente hace un par de días em comentó que se está estudiando (y parece que va adelante) el asignar a maestros y profesores el estatus de "agentes de la autoridad", simplemente para darles alguna protección legal frente a agresiones de alumnos y padres, del estilo de la de los policias. ¡Hasta ese extremo estamos llegando en la indefensión de los profesores!
Y coincido con David en el efecto de "manzana podrida" que pueden ejercer ciertos elementos perturbadores en personalidades no tan desarrolladas. Aquí tambien el papel del profesor puede ser importantísimo.
Me ha gustado mucho esta entrada de hoy.
Yo la verdad, no conozco tantos padres que se plantan en el recreo a reñir al profesor, que serán?, uno de 10, de 20?. Hay muchos problemas a la vez en la educación. La culpa no sólo es de los padres ni solo de los maestros. En general, la mayoría de los padres si se preocupan y mucho por la educación de los hijos, igualmente, la mayoría de maestros son gente profesional que trata de hacer las cosas lo mejor posible (obviamente, hay un porcentaje de padres, alumnos y maestros, y nada despreciable porcentaje, que son unos granujas. Porcentaje mínimo comparado a ese gran estercolero de granujas que es la Universidad Española.
Creo que el problema básico es que a los niños se les consiente todo (padres, profes, administración, vecinos, etc..)
Tal y como comenta David, lo más desolador es que la educación en casa es primordial, la base de todo, pero no es suficiente. Seguro que todos conocemos algún caso de hermanos criados, por los mismos padres y el mismo criterio, en el mismo hogar, de como uno logró labrarse un futuro y el otro terminó siendo un bala perdida. No podemos controlar los escenarios y personajes con los que se toparán nuestros vástagos a lo largo del camino. Podemos inculcarles normas de conducta que les faciliten no verse metidos en según qué jardines, pero el factor suerte, cuenta, y no hay garantías totalmente fiables de nada. ¿Quién educa a los hijos de los padres despreocupados? ¿Educadores a los que se les ha arrebatado toda autoridad?
Con la venia del moderador, me sumo a esta "moda" de subir artículos añadiendo el "Decálogo para convertir a su hijo en un delincuente" escrito por el juez de menores Emilio Calatayud:
1: Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que
pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
2: No se preocupe por su educación ética o espiritual.
Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
3: Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer
cosas más graciosas.
4: No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace.
Podría crearle complejos de culpabilidad.
5: Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa,
juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
6: Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que
sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se
llene de basura.
7: Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a
él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia
conducta, quede destrozada para siempre.
8: Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a
sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.
9: Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y
placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
10: Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con
sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su
hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.
Ay, David, cada vez que mencionas a Spiderman me pongo nostálgico. Qué pena lo que le han hecho.
En cuanto a la educación escolar, miedo me da ahora que soy padre.
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