domingo, agosto 17

Donde las estrellas lloran...

Hoy el jinete se ha ido. Hacía tiempo que no preparaba su caballo, enjaezaba las riendas y montaba hacia donde se pone el Sol. Parece que esta noche se ha decidido. Cuando me he levantado ya no estaba. Ha marchado silencioso, como en él era habitual, muy sigiloso, lo vamos a echar de menos. Resultará extraño no verlo a partir de ahora en su asiento preferido, al frente del rancho, a veces inmerso en esos mundos que sólo él comprendía, en otras ocasiones risueño y murmurando chascarrillos que nos devolvían la sonrisa a los labios. Siempre patriarca, siempre entero, incluso ayer, cuando ya mascullaba en su cabeza que había llegado la hora de decir adiós. Lleva consigo los trofeos de mil cacerías, de mil duelos en la pista, de un amor inconmensurable hacia la naturaleza. Pero sobre todo en las alforjas lleva cariño, toneladas de cariño de aquellos que hemos tenido la suerte de cruzarnos en el sendero de su existencia.

Ya no sé si volveremos a verlo. La vida es así. Da vueltas y vueltas mientras el crepúsculo devora al día y la Luna baila con el Sol. Hay quien dice que todos los caminos llevan a Roma, y que en Roma hemos de acabar todos. Yo no sé si acabaré en Roma o en Santiago, pero de lo que sí estoy seguro es que volveremos a verlo. El horizonte del jinete siempre ha estado más allá de donde alcanza la vista. Creo que a partir de ahora el jinete es inmortal y su confín se encuentra en donde lloran las estrellas… si es que las estrellas lloran.

Ahora el viento me trae sus últimos aromas… aromas todos agradables… aromas todos entrañables. Hay, en un rincón de la casa, un trastero donde ha ideado mil ingenios. Si algo tenía el jinete es que era mañoso. Me paro, observo y huelo la madera del rincón. Ahí está, su impronta inquieta e inmortal. Nos va a costar a todos olvidarla, pero en el fondo sabemos que al jinete no se le puede retener. Siempre ha ido y ha vuelto. Siempre con la cabeza bien alta, henchido de orgullo hacia los suyos y consciente de que en casa le aguardan tres damitas hermosas y delicadas.

El jinete ya no volverá. Se ha ido. Se fue muy de mañana y pocos lo vieron partir. Entreverado de silencio y rutina, pensando en el nuevo camino que le llevará a un horizonte que jamás ha visto, pero seguro que ansioso de recorrerlo. Porque el don que tienen los curiosos es que pocas sendas les dan miedo. Fue John Wayne, Errol Flynn, Gary Cooper, James Stewart, Gregory Peck, Clint Eastwood... mil rostros bajo un sombrero, mil corazones bajo un solo pecho.

El jinete se fue y ya le echamos de menos. Mucho. Mucho. Pero ese es el signo del jinete. Marchar una y otra vez. Preparar las riendas y cabalgar con la vista puesta al frente. Sabe que detrás deja mundo, pero delante le aguardan nuevas aventuras. Esta vez el viaje es sólo de ida… ¿pero qué más da? El jinete no tiene miedo. Nunca lo ha tenido. La ruta del jinete avanza hacia donde lloran las estrellas.

By David Mateo with 8 comments

8 comentarios:

Mi más sentido pésame. Aunque no le conocí personalmente, sí que os conozco a varios de vosotros, los familiares y allegados, y sé que lo habéis pasado mal durante todo este tiempo.

Todos los jinetes se acaban yendo, pero lo importante es que haya dejado su impronta en el camino. Y por lo que leo, así ha sido.

Un abrazo para todos los allegados.

Ride, boldly ride to the end of the Rainbow.

D.E.P.

Cuando una luz se apaga, a todos nos afecta.
Mi sentido pésame, David.
ch3p3

Muchísimas, muchísimas, muchísimas gracias. De todo corazón. Muchísimas gracias.

Estamos contigo hermano, de todo corazón.
ch3p3

Hace ya algún tiempo que ando desconectado del mundo, pero sabe, David que cuentas conmigo para lo que necesites.

Un abrazo y ánimo, amigo.

Gracias, de verdad. Muchas gracias. Sois los mejores.

Un abrazo y mi más sentido pésame. El recuerdo de los seres queridos es una luz que nunca se apaga.

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