Os dejo con un artículo de Luisgé Martín bastante interesante que salió ayer publicado en El País digital y que nos habla de la posición del editor en el futuro panorma electrónico.
¡Mueran los 'heditores'!
Sufrimos un bombardeo de mensajes que predican, con voz epifánica, que Internet libera a la cultura de la tiranía de los editores y otros empresarios. ¿Estamos seguros de que, de ser así, represente un claro progreso?
Aristóteles distinguió hace ya muchos siglos entre la democracia, que es el gobierno del pueblo, y la oclocracia, que es el gobierno de la plebe o, si se prefiere, de la muchedumbre. En la primera, elegimos a los que creemos mejores y delegamos en ellos -bajo vigilancia crítica- para que nos dirijan. En la oclocracia, en cambio, no elegimos a nadie ni delegamos nada: todos opinamos de todo, todos hacemos todo y todos somos sabios en cualquier materia y profesión.
En estos días se repite hasta la saciedad que Internet democratiza la cultura, pero yo creo que lo que va a hacer, si nadie lo remedia, es oclocratizarla, y eso, lejos de parecerme una virtud o un beneficio social, me parece una amenaza apocalíptica.
En el artículo de Javier Calvo Por un libro universal (EL PAÍS, 24 de diciembre de 2009) se repetían algunas de esas ideas recurrentes en las que se predica, con voz epifánica, el advenimiento de una cultura liberada por fin de las cadenas de los editores. ¿Pero esas cadenas tan esclavizadoras son reales?
A las oficinas de una editorial media llegan al cabo del año casi 1.000 manuscritos. En España deben de circular durante ese tiempo más de 5.000 originales diferentes. La inmensa mayoría de ellos son impublicables, como sabe bien cualquiera que los haya ojeado, y lo primero que hace el editor (gastando dinero para ello) es separar el grano de la paja. Luego, de entre todos los granos elige aquellos que tienen más afinidad con su línea editorial: literatura de autor, best sellers, creación experimental... Mi biblioteca, como la de cualquier lector curtido, está llena de libros de las editoriales que publican el tipo de literatura que me interesa. Es decir, me he aprovechado de la labor y del saber hacer de sellos como Anagrama, Seix Barral, Alfaguara o Tusquets, y lo he hecho porque confiaba en el criterio profesional de sus editores.
Pero los editores, además, editan los libros, si se me permite decirlo de un modo tan tautológico. Es decir, les aportan valor añadido: hacen sugerencias, corrigen deslices o erratas, proponen cambios, pulen el estilo... Los autores estamos absolutamente ensimismados en lo que hemos escrito y aquellos amigos a los que pedimos opinión no son capaces siempre, aunque lo intenten, de examinarnos con distancia, de modo que los editores son los únicos que pueden enfrentarse a la obra con competencia y desapego a la vez.
Lo que se nos propone ahora es la desaparición del editor. La extensión del modelo de edición tradicional al e-book, se nos dice, es "perjudicial para el autor y el lector". ¿Es beneficioso, entonces, que en vez de 150 novedades anuales clasificadas por sellos editoriales definidos haya en la Red 5.000 textos sin depurar? ¿Es beneficioso que José Saramago y mi prima Paqui (que es casi analfabeta pero se divierte contando historias) estén en pie de igualdad? ¿Es beneficioso que los textos tengan faltas de ortografía, incoherencias narrativas y redundancias? Y aún peor: ¿es beneficioso que desaparezcan esos libros de no ficción que impulsan las propias editoriales, encargándoselos a autores? ¿Quién se ocupará de traducir una novela a otro idioma, de adelantar el dinero que supone ese trabajo?
En la mayoría de los comentarios que predican el nuevo Edén digital se huele el incienso de la España católica: ganar dinero es malo, es pecado; el editor, avaro, insaciable, no lee novelas, sino cuentas de resultados.
Yo, en cambio, he conocido a muchos editores preocupados sólo por llegar a final de año, por mantener puestos de trabajo y por poder editar libros arriesgados aunque su rentabilidad fuera dudosa. Claro que se han hecho algunas fortunas con la edición: ¿y qué? Pero lo peor es que los mismos que abominan del editor mercader nos aseguran sin empacho que una de las soluciones para que el autor tenga ingresos es introducir publicidad en el propio libro. "Cuando una mañana Gregorio Samsa se despertó de unos sueños agitados, se encontró en su cama de Ikea convertido en un monstruoso bicho". ¿Es de eso de lo que hablamos? ¿O de que al cambiar de capítulo en Ana Karenina salte en la pantalla del e-book un banner con un anuncio de agencias matrimoniales? No sé si es que me he hecho demasiado viejo para entender los códigos morales de la post-postmodernidad -o lo que sea esto-, pero reconozco que me escandaliza ver el desparpajo con que se mezcla la ética de Fidel Castro con la de Esperanza Aguirre. Por un lado se sataniza al editor empresario y por otro se recomienda poner un anuncio de Coca-Cola en mitad de una novela para defender así la independencia autoral y la libertad del lector. Antes había "visiones del mundo"; ahora, al parecer, sólo hay ángulos ciegos.
El otro asunto que me desconcierta es el del papel que se le asigna al autor en el nuevo mundo e-editorial. Dado que el editor debe desaparecer, se propone que el autor se comporte como un empresario de sí mismo y asuma el desarrollo informático y administrativo, la gestión comercial y la promoción de sus libros.
Es decir, que además de escribir bien, a partir de ahora para ser autor habrá que tener ánimo empresarial, adquirir conocimientos de márketing, elaborar banners y páginas web, dedicar tiempo a infectar viralmente la Red con nuestros productos, preparar performances y poseer algo de dinero para la inversión informática y los viajes promocionales. Los autores, por tanto, no sólo no cobraríamos, poco o mucho, sino que pagaríamos para escribir. Todo ello con la esperanza vaga de que se produjera un retorno de la inversión que nos permitiese al menos comer. Ese retorno no vendría del pago -barato o caro- de los lectores, que se considera impertinente, sino de algún tipo de publicidad como los ya mencionados.
¿Puede alguien imaginar a Kafka, a Dostoievsky o a Scott Fitzgerald en estas lides? Los autores, sin llegar al tópico romántico, suelen ser seres inadaptados, neuróticos y con una cierta incapacidad para las cosas terrenales. Hubo incluso que inventar la figura del agente literario para que se ocupara de sus asuntos. Y ahora pretendemos que compongan la melodía, dirijan la orquesta y toquen todos los instrumentos. A lo peor alguien como Saramago decidía abandonar la literatura, abrumado por esos deberes mundanos (no olvidemos que hay autores que no soportan ni las giras promocionales), pero mi prima Paqui, en cambio, saldría literariamente reforzada, pues es formidable en las relaciones públicas y en la promoción personal.
Saramago y mi prima Paqui pueden convivir en la Red, por supuesto, pero está en juego el tipo de literatura triunfante, el estilo de libro que queremos para el futuro. Con el e-book desaparecerá aproximadamente un 75% del coste actual del libro -papel e impresión, distribución, venta minorista y gastos de financiación de los invendidos-, de modo que el precio podría abaratarse enormemente sin empeorar la calidad y sin poner a la literatura en manos de Repsol o de Nokia. La distribución, por otra parte, sería universal y perpetua: un libro estaría disponible en Lima y en Tokio, hoy y dentro de 20 años, posibilitando así la difusión ilimitada de los autores, simplificando al máximo la logística de las editoriales y permitiendo a cualquier lector tener acceso a títulos hoy inencontrables. Y técnicas de comunicación digital como la de regalar el primer capítulo de una novela, ahora todavía en pañales, podrían suponer una nueva revolución en los costes de publicidad y una indiscutible garantía para el lector indeciso. ¿Nos parece poco paraíso?
No nos engañemos: lo que peligra con un sistema en el que no haya editores ni haya venta no son los beneficios de los accionistas ni los privilegios de unos pocos, sino la dignidad del libro y de la cultura que transmite. Oclocracia o democracia, that is the question.
Por cierto, por si todavía alguien no lo ha visto, el vídeo de los COLLEJEROS:
Aristóteles distinguió hace ya muchos siglos entre la democracia, que es el gobierno del pueblo, y la oclocracia, que es el gobierno de la plebe o, si se prefiere, de la muchedumbre. En la primera, elegimos a los que creemos mejores y delegamos en ellos -bajo vigilancia crítica- para que nos dirijan. En la oclocracia, en cambio, no elegimos a nadie ni delegamos nada: todos opinamos de todo, todos hacemos todo y todos somos sabios en cualquier materia y profesión.
En estos días se repite hasta la saciedad que Internet democratiza la cultura, pero yo creo que lo que va a hacer, si nadie lo remedia, es oclocratizarla, y eso, lejos de parecerme una virtud o un beneficio social, me parece una amenaza apocalíptica.
En el artículo de Javier Calvo Por un libro universal (EL PAÍS, 24 de diciembre de 2009) se repetían algunas de esas ideas recurrentes en las que se predica, con voz epifánica, el advenimiento de una cultura liberada por fin de las cadenas de los editores. ¿Pero esas cadenas tan esclavizadoras son reales?
A las oficinas de una editorial media llegan al cabo del año casi 1.000 manuscritos. En España deben de circular durante ese tiempo más de 5.000 originales diferentes. La inmensa mayoría de ellos son impublicables, como sabe bien cualquiera que los haya ojeado, y lo primero que hace el editor (gastando dinero para ello) es separar el grano de la paja. Luego, de entre todos los granos elige aquellos que tienen más afinidad con su línea editorial: literatura de autor, best sellers, creación experimental... Mi biblioteca, como la de cualquier lector curtido, está llena de libros de las editoriales que publican el tipo de literatura que me interesa. Es decir, me he aprovechado de la labor y del saber hacer de sellos como Anagrama, Seix Barral, Alfaguara o Tusquets, y lo he hecho porque confiaba en el criterio profesional de sus editores.
Pero los editores, además, editan los libros, si se me permite decirlo de un modo tan tautológico. Es decir, les aportan valor añadido: hacen sugerencias, corrigen deslices o erratas, proponen cambios, pulen el estilo... Los autores estamos absolutamente ensimismados en lo que hemos escrito y aquellos amigos a los que pedimos opinión no son capaces siempre, aunque lo intenten, de examinarnos con distancia, de modo que los editores son los únicos que pueden enfrentarse a la obra con competencia y desapego a la vez.
Lo que se nos propone ahora es la desaparición del editor. La extensión del modelo de edición tradicional al e-book, se nos dice, es "perjudicial para el autor y el lector". ¿Es beneficioso, entonces, que en vez de 150 novedades anuales clasificadas por sellos editoriales definidos haya en la Red 5.000 textos sin depurar? ¿Es beneficioso que José Saramago y mi prima Paqui (que es casi analfabeta pero se divierte contando historias) estén en pie de igualdad? ¿Es beneficioso que los textos tengan faltas de ortografía, incoherencias narrativas y redundancias? Y aún peor: ¿es beneficioso que desaparezcan esos libros de no ficción que impulsan las propias editoriales, encargándoselos a autores? ¿Quién se ocupará de traducir una novela a otro idioma, de adelantar el dinero que supone ese trabajo?
En la mayoría de los comentarios que predican el nuevo Edén digital se huele el incienso de la España católica: ganar dinero es malo, es pecado; el editor, avaro, insaciable, no lee novelas, sino cuentas de resultados.
Yo, en cambio, he conocido a muchos editores preocupados sólo por llegar a final de año, por mantener puestos de trabajo y por poder editar libros arriesgados aunque su rentabilidad fuera dudosa. Claro que se han hecho algunas fortunas con la edición: ¿y qué? Pero lo peor es que los mismos que abominan del editor mercader nos aseguran sin empacho que una de las soluciones para que el autor tenga ingresos es introducir publicidad en el propio libro. "Cuando una mañana Gregorio Samsa se despertó de unos sueños agitados, se encontró en su cama de Ikea convertido en un monstruoso bicho". ¿Es de eso de lo que hablamos? ¿O de que al cambiar de capítulo en Ana Karenina salte en la pantalla del e-book un banner con un anuncio de agencias matrimoniales? No sé si es que me he hecho demasiado viejo para entender los códigos morales de la post-postmodernidad -o lo que sea esto-, pero reconozco que me escandaliza ver el desparpajo con que se mezcla la ética de Fidel Castro con la de Esperanza Aguirre. Por un lado se sataniza al editor empresario y por otro se recomienda poner un anuncio de Coca-Cola en mitad de una novela para defender así la independencia autoral y la libertad del lector. Antes había "visiones del mundo"; ahora, al parecer, sólo hay ángulos ciegos.
El otro asunto que me desconcierta es el del papel que se le asigna al autor en el nuevo mundo e-editorial. Dado que el editor debe desaparecer, se propone que el autor se comporte como un empresario de sí mismo y asuma el desarrollo informático y administrativo, la gestión comercial y la promoción de sus libros.
Es decir, que además de escribir bien, a partir de ahora para ser autor habrá que tener ánimo empresarial, adquirir conocimientos de márketing, elaborar banners y páginas web, dedicar tiempo a infectar viralmente la Red con nuestros productos, preparar performances y poseer algo de dinero para la inversión informática y los viajes promocionales. Los autores, por tanto, no sólo no cobraríamos, poco o mucho, sino que pagaríamos para escribir. Todo ello con la esperanza vaga de que se produjera un retorno de la inversión que nos permitiese al menos comer. Ese retorno no vendría del pago -barato o caro- de los lectores, que se considera impertinente, sino de algún tipo de publicidad como los ya mencionados.
¿Puede alguien imaginar a Kafka, a Dostoievsky o a Scott Fitzgerald en estas lides? Los autores, sin llegar al tópico romántico, suelen ser seres inadaptados, neuróticos y con una cierta incapacidad para las cosas terrenales. Hubo incluso que inventar la figura del agente literario para que se ocupara de sus asuntos. Y ahora pretendemos que compongan la melodía, dirijan la orquesta y toquen todos los instrumentos. A lo peor alguien como Saramago decidía abandonar la literatura, abrumado por esos deberes mundanos (no olvidemos que hay autores que no soportan ni las giras promocionales), pero mi prima Paqui, en cambio, saldría literariamente reforzada, pues es formidable en las relaciones públicas y en la promoción personal.
Saramago y mi prima Paqui pueden convivir en la Red, por supuesto, pero está en juego el tipo de literatura triunfante, el estilo de libro que queremos para el futuro. Con el e-book desaparecerá aproximadamente un 75% del coste actual del libro -papel e impresión, distribución, venta minorista y gastos de financiación de los invendidos-, de modo que el precio podría abaratarse enormemente sin empeorar la calidad y sin poner a la literatura en manos de Repsol o de Nokia. La distribución, por otra parte, sería universal y perpetua: un libro estaría disponible en Lima y en Tokio, hoy y dentro de 20 años, posibilitando así la difusión ilimitada de los autores, simplificando al máximo la logística de las editoriales y permitiendo a cualquier lector tener acceso a títulos hoy inencontrables. Y técnicas de comunicación digital como la de regalar el primer capítulo de una novela, ahora todavía en pañales, podrían suponer una nueva revolución en los costes de publicidad y una indiscutible garantía para el lector indeciso. ¿Nos parece poco paraíso?
No nos engañemos: lo que peligra con un sistema en el que no haya editores ni haya venta no son los beneficios de los accionistas ni los privilegios de unos pocos, sino la dignidad del libro y de la cultura que transmite. Oclocracia o democracia, that is the question.
Por cierto, por si todavía alguien no lo ha visto, el vídeo de los COLLEJEROS:
14 comentarios:
Una cosa está clara: si prospera el libro electrónico, el negocio que sí que puede hacer aguas es el de las editoriales dedicadas a la autoedición y coedición, ya que cualquiera podrá maquetar su libro y subirlo a la web.
Lo bueno de todo esto es que nos cargaremos de un plumazo a todos esos editores piratas que juegan a venderse como editores y luego son editoriales de autoedición encubiertas.
Aunque, dados los tiempos que corren y que internet ofrece muchísima información sobre cada editorial, poca genta ya engaña a nadie y el que se engaña, muchas veces, se quiere dejar engañar.
Sea como sea, tal como indica el artículo, el editor profesional debe perdurar, aunque el futuro electrónico todavía es un GRAN enigma.
Creo que el mayor peligro para los editores no es que los autores se lo guisen y se lo coman todo (son sólo unos pocos los que lo harían), sino que sean los propios autores los que traten directamente con correctores, traductores etcétera, o incluso que sólo necesiten de un agente o similar para ello.
Medidas así, por otro lado, suponen un ataque directo a la línea de flotación editorial.
Hombre, pienso que un poquito sí que se juegan el pellejo... dependiendo de cómo hagan las cosas.
En lo que estoy de acuerdo es en que hay muchas editoriales, sobre todo medianas y pequeñas que realmente intentan sacar adelante a sus autores y sufren la imagen de las más grandes y conocidas, para las cuales si no eres famoso eres un número.
El libro e- va a ser una caca supina para los escritores. Muchos estáis convencidos de que es el futuro y yo os digo que lo que estáis es tardando en posicionaros en contra. Cuando el mercado se vea desbordado de titulos (todos ellos descargables gratuitamente de paginas web, para la gente que no tenga remordimientos, que son la mayoria) y la gente "lectora" tengan 5000 títulos cargados en el kindle. Creeis que van a tener paciencia de leerse un libro entero? Igual lo hacen con los best-selles, pero con los escritores pequeñitos, van a hojear (o pagina-bajear)un par de capítulos y si no les convence van a pasar de leeros y abrirán el siguiente título de esos 5000 que disponen. Con el libro en papel sueles seguir adelanta a ver si mejora la historia, pero si tienes miles de títulos donde elegir pues no. Es como con los videojuegos. Si yo me compro un solo juego, intento acabarmelo o llegar lejos porque no tengo alternativa. Pero si de repente dispongo de muchos juegos a la vez, lo instalo juego un poco y si no me convence mucho lo borro y juego a otro. No sé si alguna vez habési vivido esa experiencia.
Siento discrepar un poco David.
En primer lugar. El que es buen escritor... o mejor, el que gusta seguirá con la disponibilidad de pagarse un corrector estilístico un editor que le ayude y le de consejos, etc. Creo que por cambiar el canal y el soporte esto no se va a perder. El autobombo, promoción puede ser necesario al principio. Pero el que sea bueno y guste con el tiempo puede prescindir de esto, tener un agente literario que le llene el twiter i el facebook.
En segundo lugar el editor no es que desaparezca es que trasmuta en alguien que no tiene que escoger entre manuscritos puede moverse por la red buscar los manuscritos que encuentra interesante y promocionarlo y llevarlo hacia una venta superior. Porque al final de lo que se trata es que el autor quiere gustar y vender. Si existe un editor digital que en un momento dado te aconseja y te dice si cambias esto y esto mejorarás y te pone bajo su sello editorial venderás pues el escritor será libre de hacerlo y el editor de acojerlo.
Al final las personas se mueven por la calidad y si un editor te dice que esto es bueno pues le das credibilidad. Al final los escritores necesitaran de esa figura.
Lo que se pierde en el camino es, como bien dices, todo lo superfluo y todo lo ligado al proceso de desarrollo del libro físico.
Es el editor que tendra los contactos para realizar una buena promoción, una buena portada, una buena corrección.
Eso si al principio el autor tendra que realizar todo el trabajo. Si alguien no dandose cuenta que es malo se quiera publicar eso es una opción que todos tendremos eso es democracia.
La democracia es el acceso para todos la igualdad sin monopolios. Lo bueno del caso es que nadie te obliga a nada. Acusar al sistema de infotoxicación es absurdo. Aunque existen 50.000 opciones en el mercado la gente pregunta buscar editores, criticos referencia de todo tipo. No se lanzaran a descarselo todo y ha investigar por su cuenta, no hay tiempo. La mayoría espera que empiezen a generarse una tendencia para comprase un libro.
Quien pueda generar esa tendencia tiene la capacidad de generar dinero por tanto se le arrimaran los escritores ese es para mi el nuevo editor. El generar de opiniones y el que tenga los instrumentos mejores para coger una novela y darle el toque profesional.
Saludos.
Uwe, comparto muchos de lo que dices, pero posicionarse en contra de lo que va a ser no tiene sentido. Sip... al final se van a añorar los tiempos antiguos pero es lo que toca; pechar contra ese montón de enigmas
Respecto al artículo, lleva razón, el editor es, ante todo, un necesario filtro cualitativo. ¿Quién hará ese trabajo en un futurible dominado por el libro electrónico y con el editar al alcance tanto del sarandangas ese y su prima Paqui? Pues alguien... ¿lo hará mejor que el editor actual? Dudoso. Lo más previsible es que el desplazamiento de la figura del editor al vendedor incida en una superimportancia del marketing (algo que ya está pasando), y lo que entraña, convertir a un libro en negocio será paradójicamente más caro (te ahorras gastos de distribución y multiplicas los de promoción para diferenciar producto). Conclusión, el negocio se focaliza alrededor de cada vez menos títulos superventas. Pero eso también apareja interesantes pequeños vacíos de mercado... ojo.
Iba a contestar a las preguntas que plantea el amigo Luisgé, pero me parecen tan absurdas que tampoco me voy a meter..
Por otra parte ¿realmente se plantea que los editores desaparezcan?.. no me parece que su labor sea tan prescindible, y creo que lo tienen peor los distribuidores, libreros, imprentas...
No podría estar más de acuerdo con el artíclo. Sin embargo, encuentro un problema, que, en mi opinión, es el quid de la cuestión.
Según éste artículo, el libro electrónico abarataría en aprox. un 75% los costes. Sin embargo, el precio de venta del libro electrónico no va a tener una bajada compensada con la eliminación de esos gasto. Hace unos días, Blanca Rosa, editora de Roca Editorial, decía que el precio de los libros electrónicos rondará los 15€. Y sabe bien de qué habla, porque está metida de lleno en la plataforma que etán preparando Random House y Planeta.
Ése va a ser el problema del ebook. Y me sorprende que las editoriales no se den cuenta de ello.
Yo también pieso que es una pasada esos 15 euros... Pero hay que pensar que el coste es solo producción. En realidad, la parte del león es todo el aparataje publicitario para que el libro destaque de un inmenso maremagnum de títulos. ESO es lo que encarece un libro, sea electrónico, de piedra o escrito sombre mondadientes..
Cuanta la leyenda que el editor será sustituido por el agente literario en los tiempos del e-book... y el que no se adapte se extinguirá.
Yo creo que se han dado cuenta y mucho. Al contrario de lo que muchos pensáis, la demanda del libro electrónico va a ser poco elástica. Ya lo comentaba no sé si SIM hace unos cuantos artículos. Es decir el que quiera un libro electrónico y no quiera piratar va a a pagar tanto 5 euros como 10 euros mientras que el que no tenga remordimientos en piratear no va a pagar nada de nada.
Lo del pirateo va a ser la hostia, hablando mal, porque con los libros no es como con las películas que tarda horas en descargarse, sino que ya a haber ficheros zip con los que en un par de minutos te vas a bajar miles de libros en un solo fichero. Una vez que te los descargues o una vez que un amigo te pase un correo electrónico, y ya tienes una biblioteca entera que no acabarás en diez vidas.
Es que no lo veis. Seguís soñando que habrá más difusión, que la gente pagará unos eurillos por leeros. Ni pa Judas. Será el fin.
Yo soy un poco radical con mis teorías, pero no tonto. Uniría editores, distribuidores, libreros y escritores y haría boicot al libro electrónico. Simplemente: los autores buenos no publican en e-. Sólo los que están empezando, los que ya han vendido tanto que se la suda, y las amatxus aburridas publican en e-.
creo que Luisgé se ha ido un poco al extremo. No veo porqué deben desaparecer las editoriales cuando la mayoría de escritores necesitan agentes de marketing y promoción de todas formas. Está claro que había escrito el artículo en respuesta a Javier Calvo (podéis encontrar el artículo original en su blog personal) que la verdad, no me parece para tanto.
Sacar a la tia Paqui y ponerla delante de Saramago a contar cuentos me parece un ejercicio de cinismo. No hay que ser apocalíptico... viene un cambio y la industria, como bien ser ha visto en los ejemplos anteriores, se las apañará para sobrevivir, quizá con otro formato, quizá con otros canales, quizá educando a la gente, quizá bajando los márgenes...
Lo que apunta Claudio me parece muy cuerdo; un cambio de papeles en los editores para las nuevas necesidades y demandas.
Lo del boicot al libro electrónico mejor no comentar...
Ya he criti9cado este artículo en otro foro, es una auténtica "boutade".
Mi posición la sabéis todos, más o menos, pero pensaros ese ejemplo que suelo poner al hablar de esto: Abad de Montserrat y Gutenberg:
Abad: querido amigo, ni punto de comparación sus hojas con la calidad de mis libros hechos por mis copistas. Ese hilo de oro, esa caligrafía excelsa,...
Gut: ya querido abad, pero no le parece que hacer varios cientos de copias hace llegar el texto a más gentes.
Y así o asao ha transcurrido la revolución Gutemberg. Yo no veré la que está entrando pero los jóvenes podéis ir al cementerio y me lo contáis.
¿Dónde está ese foro, que voy a meter baza? :-)
Para todo hay un punto óptimo. La superabundancia no va a a hacer que la gente lea más o lea cosas de calidad.
Al contrario, nos enfrentamos a un futuro de lectores impacientes y sobreestimulados. Todo el dinero que ahora se paga en la cadena de venta, se va a tener que invertir en marketing, para intentar captar la efímera atención de la gente. Por supuesto eso no rentará, porque los e-books se pueden conseguir gratis o a precios ridículos.
Negro, negro carbón. Si no acabais con el libro digital ahora, buscaros nuevos trabajos editores, escritores, distribuidores y libreros. Algún día recordaréis esto.
Sea como sea, el oficio de escritor nunca ha sido ningún oficio profesional o bien remunerado, como muy bien me recordaba el otro día mi amigo Juanmi.
Históricamente, el escritor siempre ha sido un muerto de hambre que no ha tenido ni para pagar las facturas del cuchitril en donde vivía hospedado y que se ganaba el sueldo tocando un piano en un burdel de mala muerte.
Esta moda del escritor profesional data de un par de décadas a esta parte. Lo más normal, pasada la época de del falso capitalismo y de las economías imposibles, es que la industria del libro vuelva a los suburbios de las ratas y que los escritores volvamos a aprender música para interpretar cancioncillas en las pianolas de los burdeles.
Publicar un comentario