miércoles, abril 30

¿Qué será... será?

Ayer me reuní con dos autores: a la hora de comer con José Miguel Cuesta y en la sobremesa con José Miguel Vilar (por suerte, el 19 de Marzo ya queda bastante lejos y no tuve que invitar), el caso es que se habló de libros (¿cómo no?), se habló de series, de cómics, de la pérdida de identidad del cine y de tías buenas —establezcan ustedes la relación entre autor y tema como mejor crean conveniente—. El caso es que mientras comía con uno y bebía con otro, pude captar sensaciones que también incurren en mí. Voy a ser un poco más concreto. Cuando no hemos publicado ningún libro, pensamos que en cuanto rocemos el Olimpo de los Dioses (es decir, ver nuestra obra registrada en papel), habremos vencido en la Madre de las Batallas y, a partir de ese momento, la vida será de color de rosa. Que publicar nuestros libros será tarea sencilla y que nos convertiremos en el martillo pilón (esta frase es de Benítez, el entrenador del Liverpool) y no habrá bicho viviente que nos detenga. Es una perspectiva bonita, pero lejana de la realidad.

El primer libro tiene una vida incierta. El autor, al verlo situado en el mercado, compitiendo con otros libros, llega a tener tal grado de angustia que no lo llega a disfrutar. No me malinterpretéis. Sí que lo disfruta, pero por su cabeza rondan preguntas que no está en su mano responder. Es decir: ¿venderá… no venderá? ¿Me pondrán bien las críticas… o me pondrán a parir? A estas dos preguntas, hay respuestas muy sencillas. Los autores de género fantástico, cuando publicamos un libro y nos supeditamos a una editorial pequeña, bregamos con tiradas que no suelen superar los mil o mil quinientos ejemplares. Es decir, una cifra tan nimia que el libro se difumina y su trayectoria es muy errática. No es difícil vender mil quinientos libros en un par de años, siempre que el editor tenga pericia y sepa colocarlos en establecimientos visibles. Respecto a la crítica… ¿¿y qué más da?? Si la crítica en este país sólo presta atención a los libros del autor o del editor amigo y del otro sesenta por cien se olvida. Prefiero mil veces que mi libro esté presente en la Fnac, Casa del Libro o Corte Inglés, a tener un aluvión de buenas críticas.

Mi consejo: cuando publiquéis vuestra primera obra, olvidaos de historias y disfrutad del momento. No os agobies por temas que no dependen de vosotros.

Sin embargo, una vez publicada esa opera prima, el instinto del autor se vuelve más audaz y quiere más. Y es natural. Ve como su carrera literaria ha dado sus primeros pasos y el instinto de escribir evoluciona y te empuja a seguir dándole a la tecla. En ese momento, la necesidad de publicar se vuelve más intensa y comienzas a luchar como un cíngaro para ver tu obra de nuevo en papel. Es entonces cuando comienzas a darte cuenta de que ese planteamiento inicial de una vez conseguida la primera meta ya viene todo rodado, no es así. Es en ese preciso instante cuando comprendes que la verdadera lucha por la supervivencia comienza ahí. Y no es que vayas a competir con otros autores (como dice el bueno de Javi Negrete: un lector no compra un solo libro al mes), pero sí que vas a competir con el mercado y sus reglas, vas a tener que consolidarte en un erial literario y vas a tener que crecer en una cenagal escaso de nutrientes. A partir de ahí, vale todo con tal de no quedar anquilosado en las laderas literarias por las que nos desplazamos los escritores. Perder la fe, bajar los brazos o rendirse puede provocar el desastre. La literatura tiene algo de competición, de competición sana. Es como tirarte un día entero jugando al padel, llegar a casa y sentir todos los músculos reventados. Duele, es verdad, pero has hecho ejercicio y tu cuerpo te lo agradece. La literatura en sí misma tiene algo de reconfortante, que por mucho que sufras durante la creación del libro, por muchos varapalos que recibas, deja un poso de confort en tu cuerpo que te hacer sentir bien contigo mismo.

No obstante, y volviendo otra vez al tema central del post, hay una pregunta que nos corroe a muchos escritores que llevamos nuestros cuatro o cinco libros publicados. ¿Qué pasará de aquí a diez, quince o veinte años? ¿Qué pasará si no pegamos el salto y se nos acaban las fuerzas y el brío del escritor novel? ¿Seguiremos publicando por inercia o dejaremos que el desconsuelo nos arrastre como meros títeres sin alma? No me atrevo a responder esa pregunta. Tampoco suelo hacérmela muy a menudo. Hay que vivir del hoy para disfrutar el mañana. Nunca hay que olvidar que nuestra pasión es escribir; publicar viene después, ya sea en la editorial más grande del mundo o en la más pequeña. Si olvidamos cuál es la piedra angular de todo este juego, siempre será más fácil ser presa de la amargura y del desconcierto.

By David Mateo with 7 comments

7 comentarios:

Bonita reflexión. A ver si un día yo puedo decir lo mismo. Con publicar mi primera obra me conformaría.

En ese caso sólo queda desearte suerte, amigo.

Bueno, amigo mío, en esos casos me limito a aplicar la máxima favorita de mi madre, siempre que ve a alguien preocupado por asuntos de esta índole:
"Recuerda que el ayer ya murió, el futuro aún no existe, y lo único que tienes es el día de hoy, así que aprovechalo al máximo, dando todo de tí."

Hola! jeje, yo me hago las mismas preguntas que tú. Tengo 16 años, y acabó de publicar mi primer libro (( http://www.bubok.es/libros/533/El-trayecto-de-una-lagrima )). Estoy muy ilusionada, pero.. ¿gustará?, ¿se venderá?... tantas preguntas que solo sabré en el futuro...
Suerte.

Tras mucho pensarlo, me da que todo es cuesti�n de suerte. Pasar de los 4.000 mil que publican con regularidad, a los 200 que lo hacen con un cierto provecho y repercusi�n, es cosa de fortuna. Deben darse una combinaci�n de factores(algunos de ellos controlables malamente, moda, difusi�n en puntos clave, estil�stica etc...) y otros incontrolables sin m�s (que no haya nadie mejor cubriendo ya el hueco, por ejemplo). As� que no hay nada que puedas hacer salvo resignarte a estar en ese club de los 4.000 (que no es poco, si lo miras bien) y probar fortuna con la idea de alg�n d�a...
Pero para ganar t�tulos, hay que jugar finales. Sin cup�n no te tocan los ciegos. A dios rogando y con el mazo dando... etc...

Supongo que el de las tías buenas soy yo. Lo digo por no poner en un compromiso a Jose Miguel Cuesta. A Ray Loriga su padre le decía: "Hijo mío, en esta vida todo es posible, pero también jodidamente difícil". No es una metáfora fina ni nada pero sí bastante claro. Y sirve para cualquier cosa de esta vida.
JM

Diciséis años y ya una novela publicada... ¿quién los pillara? Suerte.

Ese comentario de Ray Loriga parece más de John Ford. Que bueno.

    • Popular
    • Categories
    • Archives