domingo, abril 6

Valdeavellano, un cuento romántico de ida y vuelta


Que conste que me encantaría redactar una entrada kilométrica contándoos todo lo que pasó ayer en Valdeavellano de Tera, pero lo mío fue como echar un casquete rápido que te deja con el sabor dulce en los labios. Necesitaba estar hoy ineludiblemente en Valencia por cuestiones familiares, así que las últimas cuarenta y ocho horas las he pasado más en el asiento de atrás de un coche, en un autobús o en un tren. Pero bueno... ¡¡qué más da!! Las 20 horas made in Valdeavellano han sido cojonudas.

He conocido a mucha gente de la tertulia de Santander y Bilbao; gente encantadora que engrandece el espíritu de la literatura de género y con los que echar una partida a lobos y aldeanos (¡¡que gran maestro de ceremonias es el Sr. Eximeno!!) puede convertirse en una experiencia irrepetible… y traumática. Los que me conocen de hace tiempo, saben que me cuesta mucho participar en un juego de mesa. Soy de los que le gusta más mirar que participar, pero al final resultó inevitable. Había muy buen rollo en el saloncito adjunto al hostal.

En lo gastronómico me quedé con el gusanillo del cochinillo asado, pero estuve a tiempo de probar la paella soriana de marisco y… julepa… estaba buenísima (y la cocinera ya puede estar orgullusa, que un valenciano diga que ha comido paella buena lejos de su tierra ya es mucho decir). Con Fredo y Raquel fue un viaje delicioso y ameno; por allí andaba David Jasso y Mari Luz (¡¡que me consta que volvió a sacar su famosa pierna!!), el gran Marc R. Soto (Marc, ya casi me he leído tu libro… impresionante, en breve crítica), Fernando Angel, Alex Vidal, Alberto García Teresa… etc etc etc… una buena representación de Xatafitos y tertulianos de Santander y Bilbao. Me quedé con ganas de hablar con Luís Besa, el autor de Metaversos, pero me pilló ya a última hora y desgraciadamente no pudimos intercambiar opiniones.

Marc se perdió por mi culpa las ponencias de los gafa pasta. Me consta que Alfredo iba a hablar de sistemas epistemológicos aplicados a la ciencia ficción y Fernando Angel de XXXX (intercambiar las X por cualquier palabro que iguale o supere en complejidad el término: sistema epistemológico), así que perdona una vez más, Marc, por haberte truncado el matinal.

El viaje de Soria a Zaragoza en autobús lo pasé leyendo «El hombre divergente», casi dos horitas de carretera. Pero los viajes siempre tienen magia y uno, que es un cotilla de muy señor mío, asistió indirectamente a uno de esos romances dramáticos que sólo se pueden dar en un transporte público. ¿Curiosidad? Pues os lo voy a contar, hombre. Iba yo ensimismado con el libro de Marc, cuando la chica que ocupaba el asiento de detrás de mí comenzó a alzar la voz más de lo normal. No me costó mucho captar que se trataba de una de esas mujeres que ha naufragado en una relación sentimental y vuelve a Zaragoza para dar una segunda oportunidad a su posesiva e intolerante pareja. En pocas palabras venía a decir que «ella no se sentía una hija de puta, que ya estaba cansada de tener que explicarse tanto y que estaba realizando ese viaje como muestra de su buena voluntad.» Obviamente, estas ráfagas de conversación siempre venían acompañadas de voces trémulas, subidas de tono y cortes bruscos en la comunicación (y os puedo asegurar, queridos lectores míos, que en el trayecto de Soria a Zaragoza la cobertura no desaparece en ningún momento). En uno de los interludios de la pareja, vuelve a sonar el teléfono de la chica y, santa casualidad, la hermana de nuestra protagonista le anuncia que va a presentarse en Zaragoza con su compañero sentimental y le pide alojamiento en su casa. La esforzada mujer le dice que no se preocupe, que va a hablar con Esteban (su posesiva pareja) y que en breve se pondrá en contacto con ella para darle noticias. Una nueva llamada a Zaragoza… y aquí es donde la historia se pone ardiente de verdad. El tal Esteban le deja claro a mi compañera de viaje que no está dispuesto a sacrificar una salida de copas con un amigo para pasar una noche en parejas, que la hermana de nuestra protagonista es un estorbo. Este es el momento en que la pobre viajera estalla y replica que es un egoísta, que no puede decirle a su hermana que se busque un hotel en Zaragoza cuando le ha pedido por favor alojamiento, pero el otro se obstina en que se trata de SU casa y que para nada va a aceptar la intromisión de la cuñada y su novio. La situación se pone aún más tensa. El tono de voz sube (no es que la maltratada viajera grite… la chica tiene unos modales exquisitos y sabe mantener una volumetría adecuada para que la situación se vuelva más dramática pero no para que todo el autobús esté pendiente de ella). Desde hace un buen rato me apetece girarme para verle la cara, pero… bueno… demasiado descarado, ¿no? Así que la curiosidad me corroe.

Las conversaciones se vuelven más cortas y ásperas. Él se niega a salir de sus treces, y ella, pese a que mantiene un tono altivo, comienza a hacer pausas y se le nota cierto carraspeo en la garganta. Supongo que en cualquier otra situación ya estaría llorando. La verdad es que su situación debe de ser muy dura. Hace un viaje de más de dos horas, intentando dar una oportunidad a una causa perdida, y lo único que recibe a cambio son reproches y acusaciones. Y encima el papelón de su hermana en Zaragoza.

En fín, cuando el autobús se detiene en Las Delicias, tengo la oportunidad de verla y me quedo sorprendido. Su voz era intensa, pero acaba siendo una chica joven, medianita, con la cara muy dulce, rubia. El pelo recogido en una coleta. Lleva sólo una maleta de ruedas. Supongo que lo justo para un fin de semana de guerras y capitulaciones. Al final se va sola por el andén de la estación. El tal Esteban no ha ido ni siquiera a recogerla. Me da mucha pena cuando la veo desaparecer en esos pasillos interminables del recinto.

El viaje de Zaragoza a Valencia es más tranquilo y más largo. A pesar de que acaba siendo muy pesado, el tren transita lugares que significan mucho para mí: Teruel, Mora de Rubielos, la provincia de Castellón… Son cuatro horas de viaje, pero las paso escribiendo Noches de Sal en mi cuaderno de anotaciones, escuchando música en mp3 y leyendo el cuento de Mosquitos de Marc R. Soto. Sí, definitivamente, me encanta coger la línea Zaragoza – Valencia de las 16:03. Además, hablo con mucha gente por el móvil (excepto cuando el tren pasa por Teruel; allí la cobertura fluctúa), así que me siento muy cerca de la gente de casa.

La verdad es que me ha salido una entrada de blog más de regreso al hogar que de las jornadas de Valdeavellano. Supongo que en los próximos días saldrán crónicas más detalladas sobre las charlas. Yo sólo pude asistir a una y fue la mía. Y como es de mala educación hablar de uno mismo, prefiero que sean otros lo que se hagan eco.

Sea como sea, quiero dar las gracias a Santi Eximeno por contar con un servidor para hablar de revistas de género, a la gente del ayuntamiento de Valdeavellano, por tratarme como un auténtico maharajá, y a todos los aficionados que por allí anduvieron, que volvieron a demostrar un amor incondicional a una forma de contracultura que muchos denostan sin piedad, pero que en el fondo no es más que un estilo de vida con el que convives y que te ayuda a ver el mundo desde una perspectiva distinta. ¡¡Ya os echo a todos de menos!!

By David Mateo with 9 comments

9 comentarios:

Me encanta, de una "anécdota" en el tren haces lo que podría convertirse (aunque seguro que ya lo es, en toda una historia... ¡quiero vivir en el continente! xDDDD

Escribir conlleva, de vez en cuando, tener que hacer largas travesías. Entonces tu mundo puede llegar a rozar, sin querer, con el mundo de otra persona. Es fascinante lo que puedes llegar a percibir en ese instante. Basta con abrir un poco las orejas.

Es fascinante ver cómo el mundo que te rodea está repleto de historias,como una gran red invisible que te toca por un segundo y te deja en la cabeza un segmento de la vida de alguien al que viste de reojo por algunos segundos.

Dicen que todos los escritores esconden un cotilla dentro, y supongo que es cierto. A mí al menos también me pasa. Mi pasatiempo favorito es imaginar historias para la gente con la que me cruzo, y escuchar las conversaciones de las mesas cercanas a aquella en la me estoy tomando una caña.
Ah, y no te preocupes por que me perdiera las charlas "sesudas", pude asistir a las de Alfredo Álamo y David Jasso, así que no pasa nada.
Celebro que te esté gustando mi libro, por cierto. A ver cuándo me puedes enviar "Perversa". Un trato es un trato, jejeje...

Saludetes

Claro que sí, tío. Mañana puede ser el gran día que reciba las cajas de Perversa y del susurro del bosque, así que te mandaré los dos libros en cuanto las tenga.
Por cierto, en tus textos se nota ese aire costumbrista, derivado de la realidad, pero visto desde un punto muy interior del personaje. Además, tus relatos (los que llevo leídos hasta ahora) planean sobre relaciones de pareja, o al menos ese concepto siempre está presente. En el próximo meneo me lo acabo.

Te echamos mucho en falta, te lo hubieras pasado estupendamente. Han sido unas jornadas geniales, plagadas de contenidos interesantes, y (lo mejor) buenos amigos.

Ah, y por supuesto que enseñé "la pierna".

El anónimo de antes soy yo

David Jasso

Al final, en todas tus giras literarias vas a tener que llevar la pierna en el maletero del coche. "David Jasso y su pierna" dirán todos aquellos que te presenten :)):))

Vaya historia más potente... La verdad es que esto de los móviles es un banquete de historias. Además es muy útil para construir diálogos, te fijas en los latiguillos del personal, la cadencia, giros, los ahs, ehhs y uhhs. Asistir a una quasi-ruptura en directo... ahí es nada. A mi me flipan los del tipo joder como voy a estar en Coslada en veinte minutos si...

Valdeavellano. Era la primera vez que iba a “un sitio de estos y con esas personas” (parafraseando a una asistente, que parafraseaba a su padre). Como además iban a jugar a lo de los roles (se oyen cosas...) , me cuide muy mucho de guardar en el calcetín mi navaja suiza moltiusos, que quieras que no... Bueno, la verdad es que fue tronchante. Por cosas de faena, voy a jornadas a montones (de todo pelaje) y ya me gustaría a mí que, ni que fuera cada dos años, los ponentes fueran tan interesantes como los allí reunidos. Aprendí un huevo. La comida cutrecilla en lo que a mí toca, fuimos al hostal, que se sepa, distinto del asador (el compadre Joserra se agarró un rebote...). Gracias al Señor Eiximeno y ponentes, y espero volver en 2009. Y David, lo mismo digo, queda pendiente. Besa

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