Dicen que Jaume Roures, productor cinematográfico catalán, ya había hecho varias intentonas para trabajar con Woody Allen en Barcelona, pero el director americano, inmerso en ese ciclo de películas ambientadas en su Nueva York natal, siempre se había salido por peteneras y había rechazado la invitación de Roures.
Por fin, con «Vicky Cristina Barcelona», Jaume Roures consiguió lo que tanto andaba buscando y Barcelona se convirtió en el gran escenario de la última película de Allen. Cuando Roures acudió a la Generalitat de Cataluña en busca de financiación, aseguran que José Montilla puso a su disposición un millón de euros. El resultado para Barcelona no pudo ser más beneficioso: Woody Allen al frente del proyecto, Barcelona publicitada y vista por el mundo entero y, como colofón, un oscar para Penélope (amén de los Globos de Oro, Bafta y Goya) que puso la película en el disparadero de todos los medios de comunicación. En resumen: sobresaliente a la gestión de Roures y al esfuerzo de la Generalitat por difundir su cultura tanto en España como en el resto del mundo.
Ahora vayamos a Valencia y remontémonos cuatro meses atrás. Camps, al frente de la Generalitat Valenciana, invierte lo que no está escrito (y lo que no tiene) para hacer el preestreno mundial de la última película de James Bond en nuestra ciudad. Todos los puntos de mira se vuelven hacia Valencia, cierto, pero las arcas de la Generalitat (o de la Iglesia, porque a estas alturas tanto monta, monta tanto) se quedan vacías, el acto se celebra en un solo día y pasa tan rápido como se ha ideado. Encima, después de plantar todo el cipitrostio, las malas lenguas (que son muy malas) aseguran que Daniel Craig ni siquiera apareció en la fiesta VIP que se celebró esa noche en la ciudad, dejando a todos los anfitriones más tirados que una colilla. Y, por supuesto, el pueblo llano ni disfrutó de James Bond, ni fue invitado a la fiesta, ni tuvo la posibilidad de mezclarse con la jet set que Camps se trajo a la ciudad con el dinero de nuestros impuestos.
Puede que en el contrato firmado entre Barbara Broccoli y la Generalitat Valenciana exista la obligación de filmar unas cuantas escenas del nuevo Bond ambientadas en Valencia, pero ¿alguien a estas alturas recuerda que el Guggenheim de Bilbao salió en «Nunca es suficiente» con Pierce Brosnan? ¿Se justifica la inversión de tanto dinero para un minuto de gloria? ¿Puede justificarse la inversión de nuestro patrimonio en una película de capital americano que, a la larga, ni reforzará nuestra cultura ni estará al servicio de nuestro pueblo? Todo ello teniendo en cuenta que exista ese compromiso firmado, en caso contrario apaga y vámonos.
He aquí la diferencia entre las dos administraciones: la catalana que cuida y mima un producto que ha quedado registrado en los anales de la historia cinematográfica, poniéndolo al servicio de sus ciudadanos, y la valenciana que se dedica a montar saraos por todo lo alto para los VIPS y que confunde difusión cultural con fuegos artificiales.
Bueno… y a qué viene todo esto, pues que el amigo Camps tiene la posibilidad de empezar a apoyar un poquito a la cultura de base. Por una vez, podría olvidarse de todos esos arquitectos que trabajan por el mundo, de esos pintores que montan galerías de arte en Nueva York, Tokio o Londres y que no necesitan el apoyo de Canal 9 para aumentar su fama y su proyección, y empezar a mirar a esos artistas que tiene en su propia tierra y darles el apoyo que terminará de aupar su carrera. Al fin y al cabo, ¿no tendría que servir para eso nuestro patrimonio? Realzar nuestros valores y nuestra cultura, pero no la que ya está consolidad y sólo sirve para salir en la foto, sino la cultura que de verdad necesita la ayuda de la Generalitat y que ya tiene de por sí un valor intrínseco.
Hace unas cuantas semanas me comentaron que existía la posibilidad de llevar «Arrugas» al cine (Camps, por si no lo sabes, «Arrugas» es un comic sobre el Alzheimer de un autor valenciano llamado Paco Roca que ha sido aplaudido por medio mundo y que ha ganado el Premio Nacional de Comic otorgado por el Ministerio de Cultura) y por lo que aseguran varios medios de comunicación, parece que por fin el acuerdo se ha cerrado o tiene visos de cerrarse en breve. Hasta el día de hoy, que yo sepa, nadie de la Generalitat ha hecho una llamadita al estudio de Roca para decirle: «Che, Paco, enhorabuena. Pásate por el Palacio, nos echamos unas fotos y le das la mano a Rita.» ¿Qué menos, no? Que estamos hablando de un artista que gracias a un comic con trasfondo social ha ganado UN PREMIO NACIONAL DE CULTURA. Pues nada, ni Font de Mora ha hablado con Paco en su rol de Conseller de Cultura, ni Juan Cotino como representante de Bienestar Social para darle una ayudita, ni nada de nada.
Pero como siempre se está a tiempo de arreglar la situación, ¿por qué no se produce esa llamada ahora? Estoy seguro de que la ayudita de nuestra Generalitat vendría de perillas para terminar de impulsar el proyecto cinematográfico de «Arrugas» y, además, nuestra administración estaría apoyando una obra que sería bien vista por sus conciudadanos, que ya lleva un buen recorrido internacional a sus espaldas y serviría para proyectar el buen nombre de Valencia (y de nuestros políticos) por ámbitos que hasta ahora permanecen vírgenes.
Camps tiene una posibilidad única para congraciarse con una cultura alternativa a la de los VIPS. Una posibilidad para aproximarse un poco al pueblo llano y demostrar que no sólo vela por proyectos faraónicos (que, ojo, eso está muy bien), sino que también abraza al mundo del cómic y a las personas que trabajan en él. Ojala, si algún día se proyecta «Arrugas» en Valencia, en Barcelona o en Madrid lleve delante el logotipo de la Generalitat Valenciana. Y cuando Paco viaje a todos esos países a los que le invitan y también proyecten su película, vean en Italia, en Francia o en Inglaterra que la Generalitat Valenciana estuvo donde tenía que estar: con lo nuestro.
Por fin, con «Vicky Cristina Barcelona», Jaume Roures consiguió lo que tanto andaba buscando y Barcelona se convirtió en el gran escenario de la última película de Allen. Cuando Roures acudió a la Generalitat de Cataluña en busca de financiación, aseguran que José Montilla puso a su disposición un millón de euros. El resultado para Barcelona no pudo ser más beneficioso: Woody Allen al frente del proyecto, Barcelona publicitada y vista por el mundo entero y, como colofón, un oscar para Penélope (amén de los Globos de Oro, Bafta y Goya) que puso la película en el disparadero de todos los medios de comunicación. En resumen: sobresaliente a la gestión de Roures y al esfuerzo de la Generalitat por difundir su cultura tanto en España como en el resto del mundo.
Ahora vayamos a Valencia y remontémonos cuatro meses atrás. Camps, al frente de la Generalitat Valenciana, invierte lo que no está escrito (y lo que no tiene) para hacer el preestreno mundial de la última película de James Bond en nuestra ciudad. Todos los puntos de mira se vuelven hacia Valencia, cierto, pero las arcas de la Generalitat (o de la Iglesia, porque a estas alturas tanto monta, monta tanto) se quedan vacías, el acto se celebra en un solo día y pasa tan rápido como se ha ideado. Encima, después de plantar todo el cipitrostio, las malas lenguas (que son muy malas) aseguran que Daniel Craig ni siquiera apareció en la fiesta VIP que se celebró esa noche en la ciudad, dejando a todos los anfitriones más tirados que una colilla. Y, por supuesto, el pueblo llano ni disfrutó de James Bond, ni fue invitado a la fiesta, ni tuvo la posibilidad de mezclarse con la jet set que Camps se trajo a la ciudad con el dinero de nuestros impuestos.
Puede que en el contrato firmado entre Barbara Broccoli y la Generalitat Valenciana exista la obligación de filmar unas cuantas escenas del nuevo Bond ambientadas en Valencia, pero ¿alguien a estas alturas recuerda que el Guggenheim de Bilbao salió en «Nunca es suficiente» con Pierce Brosnan? ¿Se justifica la inversión de tanto dinero para un minuto de gloria? ¿Puede justificarse la inversión de nuestro patrimonio en una película de capital americano que, a la larga, ni reforzará nuestra cultura ni estará al servicio de nuestro pueblo? Todo ello teniendo en cuenta que exista ese compromiso firmado, en caso contrario apaga y vámonos.
He aquí la diferencia entre las dos administraciones: la catalana que cuida y mima un producto que ha quedado registrado en los anales de la historia cinematográfica, poniéndolo al servicio de sus ciudadanos, y la valenciana que se dedica a montar saraos por todo lo alto para los VIPS y que confunde difusión cultural con fuegos artificiales.
Bueno… y a qué viene todo esto, pues que el amigo Camps tiene la posibilidad de empezar a apoyar un poquito a la cultura de base. Por una vez, podría olvidarse de todos esos arquitectos que trabajan por el mundo, de esos pintores que montan galerías de arte en Nueva York, Tokio o Londres y que no necesitan el apoyo de Canal 9 para aumentar su fama y su proyección, y empezar a mirar a esos artistas que tiene en su propia tierra y darles el apoyo que terminará de aupar su carrera. Al fin y al cabo, ¿no tendría que servir para eso nuestro patrimonio? Realzar nuestros valores y nuestra cultura, pero no la que ya está consolidad y sólo sirve para salir en la foto, sino la cultura que de verdad necesita la ayuda de la Generalitat y que ya tiene de por sí un valor intrínseco.
Hace unas cuantas semanas me comentaron que existía la posibilidad de llevar «Arrugas» al cine (Camps, por si no lo sabes, «Arrugas» es un comic sobre el Alzheimer de un autor valenciano llamado Paco Roca que ha sido aplaudido por medio mundo y que ha ganado el Premio Nacional de Comic otorgado por el Ministerio de Cultura) y por lo que aseguran varios medios de comunicación, parece que por fin el acuerdo se ha cerrado o tiene visos de cerrarse en breve. Hasta el día de hoy, que yo sepa, nadie de la Generalitat ha hecho una llamadita al estudio de Roca para decirle: «Che, Paco, enhorabuena. Pásate por el Palacio, nos echamos unas fotos y le das la mano a Rita.» ¿Qué menos, no? Que estamos hablando de un artista que gracias a un comic con trasfondo social ha ganado UN PREMIO NACIONAL DE CULTURA. Pues nada, ni Font de Mora ha hablado con Paco en su rol de Conseller de Cultura, ni Juan Cotino como representante de Bienestar Social para darle una ayudita, ni nada de nada.
Pero como siempre se está a tiempo de arreglar la situación, ¿por qué no se produce esa llamada ahora? Estoy seguro de que la ayudita de nuestra Generalitat vendría de perillas para terminar de impulsar el proyecto cinematográfico de «Arrugas» y, además, nuestra administración estaría apoyando una obra que sería bien vista por sus conciudadanos, que ya lleva un buen recorrido internacional a sus espaldas y serviría para proyectar el buen nombre de Valencia (y de nuestros políticos) por ámbitos que hasta ahora permanecen vírgenes.
Camps tiene una posibilidad única para congraciarse con una cultura alternativa a la de los VIPS. Una posibilidad para aproximarse un poco al pueblo llano y demostrar que no sólo vela por proyectos faraónicos (que, ojo, eso está muy bien), sino que también abraza al mundo del cómic y a las personas que trabajan en él. Ojala, si algún día se proyecta «Arrugas» en Valencia, en Barcelona o en Madrid lleve delante el logotipo de la Generalitat Valenciana. Y cuando Paco viaje a todos esos países a los que le invitan y también proyecten su película, vean en Italia, en Francia o en Inglaterra que la Generalitat Valenciana estuvo donde tenía que estar: con lo nuestro.
2 comentarios:
¡Ole!
A ver si la mosca pública sirve para algo más que para cabrearnos...
Y ojo, "Vicky Cristina Barcelona" será un bodrio como peli (aunque me encante Woody), pero promociona BCN y Asturias como pocas veces una película lo ha hecho antes.
De eso se trata, de invertir bien y de sacarle rendimiento a los euros. Y el proyecto Arrugas sería perfecto.
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