Watchmen y Gran Torino

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Este fin de semana ha sido un gran fin de semana cinematográfico. Dos de mis directores favoritos, cada uno haciendo un cine diferente, pero de gran calidad. Así que voy por partes y empiezo con los vigilantes.

Watchmen de Zack Snyder

Este hombre me ganó desde «El amanecer de los muertos» y lo cierto es que junto a Danny Boyle podría decirse de él que es uno de los grandes revitalizadores de las pelis de zombis. Se le criticó muchísimo en «300», pero aquella era una muy buena adaptación del comic de Miller, muy pasada de vueltas y con mucho humor negro. «300» proponía una historia sencilla; así que entrabas o no entrabas, y si no eras capaz de entrar en la peli, mala suerte. A Snyder se le acusó de ser partidista, extremista, bélico y un montón más de sinsentidos que no le pertenecían. Snyder se había limitado a hacer una versión bastante ajustada del comic, así que muchos de aquellos insultos eran injustos.
Rafa Alonso suele comentarme con cierta sorna que Snyder no es ningún visionario (por la etiqueta que le han colgado en el cartel), pero en cierta forma sí que lo es, tan visionario como puede ser cualquier cineasta que adapta un libro a la gran pantalla y el público lo aclama… e incluso en ocasiones lo llega a identificar como creador de la historia. Ningún aficionado a la literatura ha dicho que el señor Stephen Daldry ha calcado o copiado la novela que Bernhard Schlink escribió en 1995 y, lo cierto, es que «El lector» cinematográfico es un reflejo tal cual del libro.
Creo que muchos aficionados al comic sienten tan suyas algunas obras (o, desgraciadamente, están tan poco habituados a ver una adaptación de comic a la gran pantalla) que todavía no aceptan el producto final.
El «Watchmen» cinematográfico es una virguería visual que es muy fiel a la historia de Allan Moore y como buena adaptación, la remoza y la recorta al criterio del director. Snyder, que ya nos tiene acostumbrados a sus excesos cinematográficos, dispara la violencia hasta extremos insospechados y caracteriza muy bien esa América al borde del holocausto nuclear. Los personajes están calcados a los del comic, los efectos especiales son correctos (quizás esa nariz kilométrica de Nixon duele un poco a la vista) y hay algunas escenas memorables: como cuando Búho y Silk deciden ir con Arquímedes a la prisión federal para rescatar a Rorschach. Y al final de la película, el mensaje que transmite es el mismo que vertió el señor Moore en sus viñetas. Pues enhorabuena, señor Snyder, lo ha vuelta a hacer. Otra cosa es que la película tenga la misma fuerza que el comic, que no la tiene porque la creación del señor Moore es una grandísima obra maestra, y que queramos ver en el «Watchmen» de Snyder la panacea de las adaptaciones de cómics, que tampoco lo es.
¿Que no aparece la medusa gigante del final y el mochuelo se lo carga otro personaje? ¿Que el actor que encarna a Ozymandias no parece el más apropiado para el papel? ¿Que no sabemos si al final Hollis Mason, el antiguo Búho, muere o continúa vivo? ¿Que Sally parece más una estrella de cine acabada que la vieja gorda que Silk visita en el hospital? Lo cierto es que a mí, personalmente, todo esto me importa bien poco si al final la peli transmite el mismo mensaje que el comic: el sacrificio de unos personajes por salvaguardar un mundo.
Las dos horas y media que duró la película se me hicieron cortas, en ningún momento vi que la persona que nos acompañaba y que no había leído el cómic de «Watchmen» saliera del cine confundido o sin captar los pequeños detalles de la historia. Y lo mejor es que todavía nos aguarda una versión extendida, así que a contar los días que faltan para el reestreno de la peli en nuestro reproductor de DVD.
Por cierto, sobresaliente a Jackie Earle Haley en el papel de Rorschach y la oscuridad enfermiza que le rodea, y a la banda sonora que acompaña muy bien a la película, especialmente durante los títulos de crédito donde se nos narran las desventuras de los Minutemen.
Ahora a esperar la siguiente del señor Snyder: «Guardians of Ga'Hoole», la primera peli de animación de este director que adapta una historia infantil. A ver qué tal le sale.

Gran Torino, de Clint Eastwood

Debo admitir que todavía me pasa. Comienza la película, acordes melódicos que se inspiran en el blues, una iglesia, un ataúd, el plano asciende y te topas de frente con el protagonista de la película e, inevitablemente, la primera frase que se me pasa por la cabeza es: Pero que cabrón eres, Clint, sigues siendo el mismo. Debo confesar que siempre he querido ser Clint Eastwood, pero a estas alturas de mi vida comprendo que jamás podré serlo.
En «Gran Torino» toca despedirnos de Frankie Duna, de Terry McCaleb, de Frank Corvin, de Steve Everett, de William Munny, del Predicador, de Bronco Billy y, por supuesto, de Harry Callahan, y creo que Clint Eastwood sabía muy bien lo que se hacía al reservarse esta última bala porque llega justo al corazón.
Walt Kowalski es un tío que vive enfadado con el mundo; ácido, cabrón, racista a más no poder. No aguanta a sus hijos, ni a sus nietos y, encima acaba de perder a su mujer, por lo que vive aislado en una vieja casa enclavada en un barrio que poco a poco va degenerando y se ve invadido por docenas de etnias y bandas llegadas de todo el mundo. Kowalski, muy pasado de vueltas, no duda en desenfundar su pistola cuando ve algo que no cuadra con sus reglas morales. Además, abusa del alcohol y del tabaco, su perra Daisy parece que es el único ser que ama en el mundo, y para más inri, la última voluntad de su mujer fue que se confesara ante un pastor pipiolo que se empeña en corretear detrás de él como un perro faldero. Resumiendo: antihéroe muy propio de Eastwood.
La cosa comienza a complicarse cuando Thao, su vecino, intenta robarle su Gran Torino del 72. A partir de ese momento, Kowalski se dará cuenta de que las cosas no son nada fáciles para la familia de vecinos hmongs que tiene justo al lado de casa.
Clint Eastwood, una vez más, encarna el papel de justiciero que tanto nos agrada: adusto y con muy malas pulgas. Muestra su lado más humano con Sue y su hermano Atontao, es decir Thao. Pero poco a poco se va dando cuenta de que las calles de la ciudad han cambiado y que las reglas que hasta ahora ha aplicado en su vida ya no son válidas para el mundo corrupto que golpea los suburbios norteamericanos.
Creo que Clint se despide de la gran pantalla con una bella metáfora que desmitifica la mayoría de los papeles en los que ha trabajado. Con «Gran Torino» revierte muchos de los roles que han marcado su carrera. «Gran Torino», incluso, es una divertida paradoja de «Sin perdón» y los últimos diez minutos de la película crean un contrapunto curioso con las andanzas de aquel William Munny tenebroso y oscuro que liquida a balazos al pobre Gene Hackman.
Pese a que tiene setenta y nueve años, la presencia de Clint en la gran pantalla resulta avasalladora. Creo que todavía aguantaría el tipo en unas cuantas películas más, pero la mayor facultad de los grandes es que saben retirarse a tiempo. «Gran Torino» se aleja de las últimas producciones más espectaculares del director de San Francisco, tipo «El intercambio» o «Banderas de nuestros padres», y regresa a los suburbios con ese tipo de historias que escuecen en el corazón y que Eastwood sabe contar tan bien. Puede que «Gran Torino» no resulte tan impactante como «El intercambio» o «Mystic River», pero es que Clint Eastwood, últimamente, todo lo que toca lo convierte en una pequeña obra de arte, y «Gran Torino» puede definirse como un cine de grandes kilates, aunque el viejo Clint haya rodado la película a toda pastilla, como en él suele ser habitual.
En fin, que se nos va uno de los mejores y se va por la puerta grande, con vuelta al ruedo y ovación de toda la plaza. Al menos, siempre nos quedará el Clint Easwood director y su «The Human Factor» que se estrenará durante este año. Eso sí, que por favor, esta película no se retrase tanto como «Gran Torino».

By David Mateo with 19 comments