Ayer fue un día terrible. Me levanté a eso de las ocho y a las nueve y media ya estaba en el colegio público de Xilxes para dar la primera clase; recreo, otra clase en Xilxes. Luego visita a la nueva biblioteca del pueblo y reunión para preparar la gala final del taller de esa población. Dos y media y corriendo para Moncofa para las clases de la tarde. Un bocata relámpago y la primera clase en 5ºA, también conocida como la clase de los niños chillones. Me quedaba sin voz por momentos, la cabeza me martilleaba. Tuve que hacer un kit-kat y robarle un termalgin al colegio para que el mundo dejara de manifestarse en mi cerebro. Vuelta a 5ºB. Las cinco. Entrevista con los periodistas de «Poble a poble» en relación a un acto que vamos a hacer próximamente en Moncofa. Y dos horas más de taller permanente. A las ocho regreso a Valencia como un zombi en mi coche, recojo a la novia, la llevo a casa y a eso de las diez llego al hogar (dulce hogar) y me arrastro hasta la cama sin ganas de nada. Fin del martes.
Acotaciones: definitivamente ha llegado la primavera y los niños están con las hormonas revolucionadas. Las únicas conversaciones que escuché ayer versaban sobre amoríos, intentos de parejas y, si el chaval era muy muy echao pa’lante, sexo, sexo y sexo. Los encerados se llenaron de corazones y las chicas no paraban de ponerse rojas, reírse y gritar como marujas en un mercado, lo cual agudizaba el terremoto que sacudía mis raíces mentales.
Hay un chaval en Xilxes que es hiperactivo y habla como una metralleta. En el recreo se me pegó al pupitre y me ametralló con un cuento de hombres blancos que se daban de hostias con negros y moros en mitad de la galaxia. Sí, ustedes han pensado bien, a parte de hiperactivo es bastante racista. Pero tampoco se lleven las manos a la cabeza ni le culpen a él, es una cualidad que nuestra sociedad está inculcando instintivamente en nuestros niños.
Sin embargo, en un interludio entre clase y clase descubrí el más maravilloso de los paraísos. A eso de las 13:30, mientras aguardaba a un compañero para mantener una reunión en la nueva biblioteca de Xilxes y trataba de mantener a raya las pulsaciones de mi cerebro, me senté en la fachada del cole, apoyé la cabeza contra el muro y una canción angelical brotó de entre los poros de la piedra y se mezcló con las regiones metabólicas obturadas de mi cerebro. Inmediatamente, la sangre volvió a fluir, los neurotransmisores se conectaron y la biolectricidad comenzó a bullir en descargas provocadas por aquellas voces de ensueño. Era el coro de niños cantores de Xilxes. Cerré los ojos, apoyé un poco más la cabeza en el muro y dejé que el tiempo pasara. Casi sin quererlo había descubierto el punto armónico más apacible de un mundo que por momentos amenazaba con explotar.
Por cierto, mis agradecimientos a Laura Quijano por los dos premios que me ha otorgado. Pero permitidme que ambos premios mueran aquí. Últimamente he recibido un par de galardones parecidos y creo que volver a mencionar o destacar más blogs, sería entrar en una dinámica repetitiva. Sea como sea, gracias por ambos premios.
Acotaciones: definitivamente ha llegado la primavera y los niños están con las hormonas revolucionadas. Las únicas conversaciones que escuché ayer versaban sobre amoríos, intentos de parejas y, si el chaval era muy muy echao pa’lante, sexo, sexo y sexo. Los encerados se llenaron de corazones y las chicas no paraban de ponerse rojas, reírse y gritar como marujas en un mercado, lo cual agudizaba el terremoto que sacudía mis raíces mentales.
Hay un chaval en Xilxes que es hiperactivo y habla como una metralleta. En el recreo se me pegó al pupitre y me ametralló con un cuento de hombres blancos que se daban de hostias con negros y moros en mitad de la galaxia. Sí, ustedes han pensado bien, a parte de hiperactivo es bastante racista. Pero tampoco se lleven las manos a la cabeza ni le culpen a él, es una cualidad que nuestra sociedad está inculcando instintivamente en nuestros niños.
Sin embargo, en un interludio entre clase y clase descubrí el más maravilloso de los paraísos. A eso de las 13:30, mientras aguardaba a un compañero para mantener una reunión en la nueva biblioteca de Xilxes y trataba de mantener a raya las pulsaciones de mi cerebro, me senté en la fachada del cole, apoyé la cabeza contra el muro y una canción angelical brotó de entre los poros de la piedra y se mezcló con las regiones metabólicas obturadas de mi cerebro. Inmediatamente, la sangre volvió a fluir, los neurotransmisores se conectaron y la biolectricidad comenzó a bullir en descargas provocadas por aquellas voces de ensueño. Era el coro de niños cantores de Xilxes. Cerré los ojos, apoyé un poco más la cabeza en el muro y dejé que el tiempo pasara. Casi sin quererlo había descubierto el punto armónico más apacible de un mundo que por momentos amenazaba con explotar.
Por cierto, mis agradecimientos a Laura Quijano por los dos premios que me ha otorgado. Pero permitidme que ambos premios mueran aquí. Últimamente he recibido un par de galardones parecidos y creo que volver a mencionar o destacar más blogs, sería entrar en una dinámica repetitiva. Sea como sea, gracias por ambos premios.
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