¿Os mola el gore o no os mola nada el gore? Yo voy a ser honesto, de un tiempo a esta parte el gore me da fatiga. Lo veo en la tele, en las películas, incluso en los dibujos animados y… buffff… no sé, ya no me impresiona. No tanto como cuando era un adolescente imberbe y el simple hecho de eviscerar a un tío me hacía dar botes en el sofá.
Bueno… debo de ser franco, el gore gore gore gore gore no me mola. El gore gore sí. Eso de estar viendo una peli de miedo (pero una peli de miedo, no una peli gore) y que, de repente, unas tripillas o un buen tajo inunde la pantalla, le da aliciente a la peli. No sé, es como cuando mi madre prepara natillas y le hecha canela. Hay veces que se le va la mano y con cada cucharada sacas una rama de canela y, cuando te pones a masticarla, es como si comieras corteza de árbol. En cambio, cuando espolvorea las natillas con canela en polvo, están más ricas y no satura. Pues el gore es igual. Si inundas la película con escenas gore, al final te inmunizas y te da igual ocho que ochenta. En cambio, si dejas caer por aquí una escenita, por allá otra, más allá otra… al final la cosa coge su puntito de canela y te hace disfrutar en el sofá… sí, vale, y te pone la sonrisa boba en los labios. Porque no nos engañemos, el gore es como una escena romántica. Como ese besito entre los dos amantes que sabes que va a llegar en cualquier momento de la película y, cuando se produce, dices: «mira que bonito, ahí está.» Y entonces se te derrama la lagrimilla, pones la sonrisa cachondona de macho escanciao y afirmas con la cabeza satisfecho.
Eso es el buen gore: la sonrisa de satisfacción que te hace pensar que lo que estás viendo está hecho con gracia y en el momento justo.
Yo no es que sea un gran gorista en mis novelas. Intento promulgar con el ejemplo, es decir, el buen gore viene dosificado en la volumetría del libro, como el sexo. Y es que tanto el gore como el sexo son acciones que surgen espontáneamente, como el respirar. Vienen dadas por la acción, por la necesidad del argumento, por la tensión del libro. Hay amigos que al leer mis novelas, me han comentado que debería reducir el nivel de hemoglobina, hacerlas un poco más Walt Disney. A mí todo eso me parecen bobadas. Cuando respondo que yo paso de fruslerías santurronas, esos mismos amigos me dicen que a la gente el gore no le gusta, que la gente no quiere ver en las novelas sangre y vísceras.
Entonces yo pienso: series de médicos.
Sí, sí, esas series que están tan de moda ahora mismo y que todo el mundo ve por televisión (yo incluido, porque me autodeclaro auténtico fanático de las series de médicos, lo admito). Por ejemplo: Anatomía de Gray. En el ochenta por cien de los capítulos, los médicos residentes se detienen en la puerta de urgencias a esperar la ambulancia que trae al herido de turno. La mayoría de las veces, esos mismos médicos aguardan mientras frivolizan sobre cuestiones como el amor, los sentimientos, la culpa o el adulterio, pero lo que el gran público espera ver es el caso que trae la ambulancia y se la sopla bastante lo que digan los médicos. El gran público espera que el caso de esta semana de Anatomía de Grey sea más escabroso, más enrevesado, más grotesco que el de la semana anterior. Cuando el caso de la semana anterior implicaba: un empalamiento de dos tíos, un cazador al que un oso pardo le había abierto el vientre y va con las tripas colgando, un cerebro que está a punto de explotar por la presión y hay que usar un taladro, un tío al que hay que arrancarle la cara y cambiársela por otra, un indigente que se ha empalado con su propia rodilla, y así podría seguir hasta el infinito.
Y quién habla de Anatomía de Grey, habla también de House o de Urgencias. Los creativos de las series de televisión de médicos, no sólo buscan constantemente el diálogo más ingenioso o el adulterio más culebronero. No, señor. Los creativos de las series de televisión de médicos buscan los casos más escabrosos y más gores para dejar al telespectador pasmado en su sofá y babeando ante el uso de estiletes, fórceps y sierras.
Así que ya sabéis: el mucho gore fatiga, pero el poco gore es como la canelita en rama, nunca tienes suficiente.
Bueno… debo de ser franco, el gore gore gore gore gore no me mola. El gore gore sí. Eso de estar viendo una peli de miedo (pero una peli de miedo, no una peli gore) y que, de repente, unas tripillas o un buen tajo inunde la pantalla, le da aliciente a la peli. No sé, es como cuando mi madre prepara natillas y le hecha canela. Hay veces que se le va la mano y con cada cucharada sacas una rama de canela y, cuando te pones a masticarla, es como si comieras corteza de árbol. En cambio, cuando espolvorea las natillas con canela en polvo, están más ricas y no satura. Pues el gore es igual. Si inundas la película con escenas gore, al final te inmunizas y te da igual ocho que ochenta. En cambio, si dejas caer por aquí una escenita, por allá otra, más allá otra… al final la cosa coge su puntito de canela y te hace disfrutar en el sofá… sí, vale, y te pone la sonrisa boba en los labios. Porque no nos engañemos, el gore es como una escena romántica. Como ese besito entre los dos amantes que sabes que va a llegar en cualquier momento de la película y, cuando se produce, dices: «mira que bonito, ahí está.» Y entonces se te derrama la lagrimilla, pones la sonrisa cachondona de macho escanciao y afirmas con la cabeza satisfecho.
Eso es el buen gore: la sonrisa de satisfacción que te hace pensar que lo que estás viendo está hecho con gracia y en el momento justo.
Yo no es que sea un gran gorista en mis novelas. Intento promulgar con el ejemplo, es decir, el buen gore viene dosificado en la volumetría del libro, como el sexo. Y es que tanto el gore como el sexo son acciones que surgen espontáneamente, como el respirar. Vienen dadas por la acción, por la necesidad del argumento, por la tensión del libro. Hay amigos que al leer mis novelas, me han comentado que debería reducir el nivel de hemoglobina, hacerlas un poco más Walt Disney. A mí todo eso me parecen bobadas. Cuando respondo que yo paso de fruslerías santurronas, esos mismos amigos me dicen que a la gente el gore no le gusta, que la gente no quiere ver en las novelas sangre y vísceras.
Entonces yo pienso: series de médicos.
Sí, sí, esas series que están tan de moda ahora mismo y que todo el mundo ve por televisión (yo incluido, porque me autodeclaro auténtico fanático de las series de médicos, lo admito). Por ejemplo: Anatomía de Gray. En el ochenta por cien de los capítulos, los médicos residentes se detienen en la puerta de urgencias a esperar la ambulancia que trae al herido de turno. La mayoría de las veces, esos mismos médicos aguardan mientras frivolizan sobre cuestiones como el amor, los sentimientos, la culpa o el adulterio, pero lo que el gran público espera ver es el caso que trae la ambulancia y se la sopla bastante lo que digan los médicos. El gran público espera que el caso de esta semana de Anatomía de Grey sea más escabroso, más enrevesado, más grotesco que el de la semana anterior. Cuando el caso de la semana anterior implicaba: un empalamiento de dos tíos, un cazador al que un oso pardo le había abierto el vientre y va con las tripas colgando, un cerebro que está a punto de explotar por la presión y hay que usar un taladro, un tío al que hay que arrancarle la cara y cambiársela por otra, un indigente que se ha empalado con su propia rodilla, y así podría seguir hasta el infinito.
Y quién habla de Anatomía de Grey, habla también de House o de Urgencias. Los creativos de las series de televisión de médicos, no sólo buscan constantemente el diálogo más ingenioso o el adulterio más culebronero. No, señor. Los creativos de las series de televisión de médicos buscan los casos más escabrosos y más gores para dejar al telespectador pasmado en su sofá y babeando ante el uso de estiletes, fórceps y sierras.
Así que ya sabéis: el mucho gore fatiga, pero el poco gore es como la canelita en rama, nunca tienes suficiente.
5 comentarios:
yo la verdad soy poco del gore, y esa comparación con la natillas solo sirve para ver la imaginación "retorcida" que tienes jejeje, pero... ¿de qué película es la foto que ilustra el reportaje?...
Pues la verdad es que no lo sé. La he sacado de un blog de una chica un tanto... ¿complicada? Si a alguien le pica la curiosidad y no se impresiona mucho con el gore (es decir, blog no recomendado para menores de 18 años):
http://bellatrix666fantasy.metroblog.com/
Creo que Anatomía de Grey tiene muy claro que su público es femenino, y que vende historias de las que antes eran de médicos y enfermeras. Ahora son médicos y médicas, pero es lo mismo.
Se nota el target en un detalle muy claro: todos los tíos están macizos y todas las tías (hasta la rubita) son feas.
Nooooooooooo, Isi no es fea. Pobreta meua. Además, ahora ha salido una nueva rubia que está cañón (no recuerdo como se llama) y que, siguiendo con mi teoría gore en este tipo de series, se automutila con regocijo. En el último episodio, se abría una brecha para quitarse el apéndice y veía la operación a través de un espejo.
Por lo tanto, si unimos tu teoría y la mía, quiere decir: ¡¡¿¿que a las tías les pone el gore??!!
Por cierto, también se ha incorporado el actor que en Roma hacía de Lucio Voreno realizando el mismo papel: Lucio Voreno en un hospital. Sólo falta a su lado Tito Pulo.
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