Llega el mes de diciembre, la gente se olvida de la crisis, y comienza a gastar dinero como descosida. Por otro lado, el puente de la constitución ha demostrado que a la hora de hacer las maletas y llenar destinos como Gandía o Benidorm tampoco nos lo pensamos mucho. La ocupación hotelera en levante ha rozado el pleno y ayer, como es costumbre, salían por Canal 9 los directores de hoteles frotándose las manos y alabando las virtudes de nuestra tierra. Tres meses más tarde serán estos mismos empresarios los que reaparezcan reclamando la bajada de ingresos en el turismo y llenándonos los ojos con ofertas de viajes a la playa ante la inminente Semana Santa.
El caso es que la fiebre consumidora ya está aquí. Servidor ha trabajado durante media vida como dependiente y sabe perfectamente lo putas que llegan a ser las Navidades. Jornadas de nueve, diez y once horas seguidas. Y este año, con la excusa de la crisis, habrá quién estire el horario comercial hasta altas horas de la madrugada. El problema es que siempre se quejan los grandes. El poderoso que arrastra a la masa ciega, mientras el pequeño comercio, que de verdad sí necesita de un horario prolongado para subsistir, echa horas y horas y horas sólo para facturar los cuatro chavos del día.
Ayer mi novia y yo nos despedimos hasta el segundo fin de semana de enero.
—Que te vaya bien en la tienda. Mándame una postal.
—No te preocupes, cariño. Entre cliente y cliente te escribiré tres o cuatro palabras.
Puede sonar exagerado, pero así es. Se nos acaban los fines de semana largos y ella comienza a currar los sábados y domingos alternos. Hay que cubrir, como sea, las necesidades del consumidor. Pero pasen los años que pasen, hay dudas que nunca llegaré a comprender del todo. Necesitamos que un domingo esté abierto el Corte Inglés, o el Mercadona para ultimar las compras de Navidad, o la juguetería de la avenida para poder comprarle a nuestro hijo un muñequito de Spiderman y recordarle que los Reyes Magos están a la vuelta de la esquina. Sin embargo, no nos importa que todos los centros públicos de la ciudad estén con los servicios mínimos, y ahí incluyo hospitales, centros sanitarios y médicos de urgencias. Es más, este año el día 25 de diciembre cae en viernes, ¿qué se apuestan conmigo que más de un consultorio, con la excusa del puente, dejará el servicio mínimo el miércoles por la tarde, el jueves, el viernes, el sábado y el domingo? Si no es que cierran y ya se las apañará usted en urgencias.
Pero no pasa nada, es más importante que el comercio abra sus puertas a que estemos bien respaldados por una sanidad pública.
Yo no sé como serán las cosas en otras ciudades de España, pero en Valencia coger el transporte público los días festivos es un infierno. El servicio baja considerablemente y se queda bajo mínimos. Pero tampoco importa. Importa más que el comercio el día 14 esté abierto porque hay que comenzar a comprar los regalos.
En fín… qué quieren que les diga. Entiendo que estamos en época de consumo, entiendo que el pequeño comercio, en estos tiempos, abra más horas para llenar un poco más la caja. Entiendo, incluso, que a una semana vista de la Navidad todo el mundo quiera estar en la calle y que la ciudad tenga ambiente. He jugado en esa liga y entiendo las necesidades del público y del comercio, que, por otro lado, suelen confrontar con las necesidades de poca chicha, es decir, el dependiente/cajero/ayudante de dependiente que cobrando veinte o treinta euros más hace jornadas infernales. Lo que nunca entenderé es la fiebre del consumismo y, mucho menos, la necedad de algunas personas que anteponen el privilegio de ver la tienda de la esquina abierta a la necesidad de tener el centro de salud del barrio abierto y plenamente operativo.
Pero qué más… ya es Navidad… en el Corte Inglés.
El caso es que la fiebre consumidora ya está aquí. Servidor ha trabajado durante media vida como dependiente y sabe perfectamente lo putas que llegan a ser las Navidades. Jornadas de nueve, diez y once horas seguidas. Y este año, con la excusa de la crisis, habrá quién estire el horario comercial hasta altas horas de la madrugada. El problema es que siempre se quejan los grandes. El poderoso que arrastra a la masa ciega, mientras el pequeño comercio, que de verdad sí necesita de un horario prolongado para subsistir, echa horas y horas y horas sólo para facturar los cuatro chavos del día.
Ayer mi novia y yo nos despedimos hasta el segundo fin de semana de enero.
—Que te vaya bien en la tienda. Mándame una postal.
—No te preocupes, cariño. Entre cliente y cliente te escribiré tres o cuatro palabras.
Puede sonar exagerado, pero así es. Se nos acaban los fines de semana largos y ella comienza a currar los sábados y domingos alternos. Hay que cubrir, como sea, las necesidades del consumidor. Pero pasen los años que pasen, hay dudas que nunca llegaré a comprender del todo. Necesitamos que un domingo esté abierto el Corte Inglés, o el Mercadona para ultimar las compras de Navidad, o la juguetería de la avenida para poder comprarle a nuestro hijo un muñequito de Spiderman y recordarle que los Reyes Magos están a la vuelta de la esquina. Sin embargo, no nos importa que todos los centros públicos de la ciudad estén con los servicios mínimos, y ahí incluyo hospitales, centros sanitarios y médicos de urgencias. Es más, este año el día 25 de diciembre cae en viernes, ¿qué se apuestan conmigo que más de un consultorio, con la excusa del puente, dejará el servicio mínimo el miércoles por la tarde, el jueves, el viernes, el sábado y el domingo? Si no es que cierran y ya se las apañará usted en urgencias.
Pero no pasa nada, es más importante que el comercio abra sus puertas a que estemos bien respaldados por una sanidad pública.
Yo no sé como serán las cosas en otras ciudades de España, pero en Valencia coger el transporte público los días festivos es un infierno. El servicio baja considerablemente y se queda bajo mínimos. Pero tampoco importa. Importa más que el comercio el día 14 esté abierto porque hay que comenzar a comprar los regalos.
En fín… qué quieren que les diga. Entiendo que estamos en época de consumo, entiendo que el pequeño comercio, en estos tiempos, abra más horas para llenar un poco más la caja. Entiendo, incluso, que a una semana vista de la Navidad todo el mundo quiera estar en la calle y que la ciudad tenga ambiente. He jugado en esa liga y entiendo las necesidades del público y del comercio, que, por otro lado, suelen confrontar con las necesidades de poca chicha, es decir, el dependiente/cajero/ayudante de dependiente que cobrando veinte o treinta euros más hace jornadas infernales. Lo que nunca entenderé es la fiebre del consumismo y, mucho menos, la necedad de algunas personas que anteponen el privilegio de ver la tienda de la esquina abierta a la necesidad de tener el centro de salud del barrio abierto y plenamente operativo.
Pero qué más… ya es Navidad… en el Corte Inglés.
4 comentarios:
Me ha encantado esa versión. Me has alegrado la mañana, hombre.
De nada :D
Entiendo lo que dices. Tengo un primo que aprovecha la navidad para trabajar como "esclavo" en un almacén de ropa juvenil, y sus jornadas de trabajo son realmente agotadoras. Claro que a mediados de enero se gasta todo lo obtenido al irse una semana para la playa.
Claro que el chaval apenas está comenzando la universidad y no tiene ninguna obligación.
Lo malo es cuando el trabajador no es temporero y es fijo de la empresa. Suelen trabajar a destajo, por un aumento de sueldo ridículo y haciendo más horas que un reloj.
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