He fantaseado con viajar en el Sueño, entre Natchez y San Luís, con capitanes malhablados y negros que consumían sus cuerpos en las calderas incandescentes de las bodegas. Desde la cubierta del Sueño, abstraído por el ruido de las palas al golpear el agua, observé el río y quedé impresionado por cuán largo era, cuán poderoso y sobrecogedor, con sus corrientes y sus desniveles, capaces de engullir un vapor entero y seguir adelante en su deambular por el trazado eterno del Mississippi. Y al frente del Sueño iba un hombre gordo, lleno de verrugas, con tabardo con botones dorados y filigranas diseñadas en las mejores tiendas de San Luís. En la mano derecha un libro de poemas de Lord Byron, en la izquierda un anca de pollo que de vez en cuando recibía una dentellada y en la mirada un impulso innegociable: derrotar al Eclipse en una carrera legendaria que saliera publicitada en todos los periódicos del país.
El viejo libro de George Martin podría definirse de esta manera: la historia de un hombre tosco y rudo de 1850, cuyo único sentido es el río por el que ha navegado desde que era un simple rapaz, pero lleno de matices inesperados que irán creciendo bajo la influencia de un desconocido que se cruzará en su vida al inicio de la aventura: Joshua York. Dos socios al mando del barco de vapor más grande de todo el Mississippi, ‘El sueño del Fevre’, construido con el capital de York y destinado a cumplir todos los anhelos de la vieja rata de agua dulce que ve como su vida languidece tras un terrible desastre.
Creía que Tyron era el personaje más complejo creado por Martin (y ojo, hablar de personajes complejos en manos de uno de los mejores creadores de personalidades ya es), pero Abner Marsh enamora desde su primera aparición en San Luís, en el ‘Albergue de los Plantadores’, hasta su batalla final con los misterios del Fevre. Es un hombre de río, dejado y con unos modales que harían enrojecer a cualquier señorita refinada, glotón hasta lo imposible, malcarado y con muy mal genio, tosco como sólo pueden serlo los hombres abandonados al río, con muchos demonios interiores que asoman una y otra vez; pero precisamente esa tosquedad, esa cabezonería, esa obstinación, es lo que lo hacen adorable y una y otra vez te dibuja una sonrisa en los labios, pues a parte de ser un hombre de palabra, los tiene verdaderamente bien puestos. Pero Abner Marsh no se queda ahí; no, señor. El segundo capitán del Sueño es una criatura empativa que rápidamente absorbe la belleza de la literatura y siente curiosidad por lo que tienen que comunicarle los grandes maestros de la poesía. Así, no sólo asistimos al crecimiento de Marsh como individuo, sino que nos adentramos, gracias a Martin, a los recovecos de su alma y nos nutrimos de esa curiosidad artística que, como un volcán adormeciendo, va abriéndose en las entrañas del personaje.
No desvelaré mucho a estas alturas si os digo que estamos hablando de una novela de vampiros. Y una vez más hay que quitarse el sombrero ante Martin, pues recurriendo a los orígenes del mito y dándole una vuelta de tuerca a su manera, crea una raza diferente a la que hemos visto en la obra de King o de Matheson y la dota de su propia idiosincrasia sin desdeñar las costumbres ancestrales.
Ya en este libro hace gala de una tremenda capacidad para crear decenas y decenas de personajes en un puñado de páginas y que todos ellos tengan su puntito de protagonismo. Así, Damon Julián, uno de los Maestros de Sangre, es un ser que carga con la experiencia de eras y eras de dominio sobre su raza y con el cansancio que depara la inmortalidad. Define los rasgos del nosferatu clásico, capaz de integrarse en una comunidad y enquistarla hasta convertirla en un oscuro recuerdo de lo que fue en su origen (así, a bote pronto, me viene a la cabeza el relato de Elizabeth Grey, ‘El esqueleto del conde’ o el propio ‘Vampiro’ del doctor Polidori). Es un depredador con inclinaciones suicidas pues sabe que todo cuanto ha de venir jamás será mejor que lo anterior. Y eso es lo que lo hace verdaderamente peligroso, su desapego de la vida y de todo cuanto lo hace inmortal.
Mención especial merece Sour Billy —si alguien pensaba que los mejores villanos estaban en ‘Canción de Hielo y Fuego’ que espere a encontrar a este elemento—, la parte del ganado que quiere convertirse en lobo. El traidor a la causa humana que guía al rebaño de vampiros como un buen pastor, siempre pendiente de una promesa irrealizable que domeña su voluntad y lo hace más que un villano de libro. ‘El sueño del Fevre’ tiene una parte oscura y tenebrosa que sólo puede compararse al capítulo de la Boda Roja en ‘Tormenta de espadas’, un instante rompedor que obliga al lector a apretar los dientes, soltar un ‘hijo de puta’ y seguir leyendo amargamente. Y Billy esta ahí, entretejiendo en la trama las maquinaciones de ese genio cabrón que se llama Martin y que parece disfrutar con las desdichas de sus lectores. Puede que Sour Billy, junto a Abner Marsh, sean los personajes que más me han impresionado de la novela.
Estamos ante una obra de vampiros, que sin renunciar a la añoranza y a la nostalgia, se aleja de los actuales folletines paniagudos vampirescos. Una novela sin concesiones, de venganzas y resentimientos, una novela en la que se juega el destino de toda una raza confrontada al ser humano, una novela de un hombre que lucha desesperadamente por salvar a su gente mientras que la voluntad del otro se mece entre su propia sangre y la lealtad que ha establecido con su socio en los negocios. Nunca antes la lucha entre los hombres y los vampiros ha estado tan próxima, distanciada tan sólo por una leve franja, la franja que divide el día y la noche, la franja del río Fevre.
Lo peor de este libro es que está agotado, es muy complicado encontrarlo en las estanterías de las librerías actuales. Lo bueno es que Alejo pretende reeditarlo en breve (aunque los ‘breves’ de Alejo suelen ser interminables) y ya está anunciado en la web de Gigamesh. Sin duda, ahora que estamos en un momento literario propicio para la literatura vampírica, muy pronto estará a la disposición de todos.
El viejo libro de George Martin podría definirse de esta manera: la historia de un hombre tosco y rudo de 1850, cuyo único sentido es el río por el que ha navegado desde que era un simple rapaz, pero lleno de matices inesperados que irán creciendo bajo la influencia de un desconocido que se cruzará en su vida al inicio de la aventura: Joshua York. Dos socios al mando del barco de vapor más grande de todo el Mississippi, ‘El sueño del Fevre’, construido con el capital de York y destinado a cumplir todos los anhelos de la vieja rata de agua dulce que ve como su vida languidece tras un terrible desastre.
Creía que Tyron era el personaje más complejo creado por Martin (y ojo, hablar de personajes complejos en manos de uno de los mejores creadores de personalidades ya es), pero Abner Marsh enamora desde su primera aparición en San Luís, en el ‘Albergue de los Plantadores’, hasta su batalla final con los misterios del Fevre. Es un hombre de río, dejado y con unos modales que harían enrojecer a cualquier señorita refinada, glotón hasta lo imposible, malcarado y con muy mal genio, tosco como sólo pueden serlo los hombres abandonados al río, con muchos demonios interiores que asoman una y otra vez; pero precisamente esa tosquedad, esa cabezonería, esa obstinación, es lo que lo hacen adorable y una y otra vez te dibuja una sonrisa en los labios, pues a parte de ser un hombre de palabra, los tiene verdaderamente bien puestos. Pero Abner Marsh no se queda ahí; no, señor. El segundo capitán del Sueño es una criatura empativa que rápidamente absorbe la belleza de la literatura y siente curiosidad por lo que tienen que comunicarle los grandes maestros de la poesía. Así, no sólo asistimos al crecimiento de Marsh como individuo, sino que nos adentramos, gracias a Martin, a los recovecos de su alma y nos nutrimos de esa curiosidad artística que, como un volcán adormeciendo, va abriéndose en las entrañas del personaje.
No desvelaré mucho a estas alturas si os digo que estamos hablando de una novela de vampiros. Y una vez más hay que quitarse el sombrero ante Martin, pues recurriendo a los orígenes del mito y dándole una vuelta de tuerca a su manera, crea una raza diferente a la que hemos visto en la obra de King o de Matheson y la dota de su propia idiosincrasia sin desdeñar las costumbres ancestrales.
Ya en este libro hace gala de una tremenda capacidad para crear decenas y decenas de personajes en un puñado de páginas y que todos ellos tengan su puntito de protagonismo. Así, Damon Julián, uno de los Maestros de Sangre, es un ser que carga con la experiencia de eras y eras de dominio sobre su raza y con el cansancio que depara la inmortalidad. Define los rasgos del nosferatu clásico, capaz de integrarse en una comunidad y enquistarla hasta convertirla en un oscuro recuerdo de lo que fue en su origen (así, a bote pronto, me viene a la cabeza el relato de Elizabeth Grey, ‘El esqueleto del conde’ o el propio ‘Vampiro’ del doctor Polidori). Es un depredador con inclinaciones suicidas pues sabe que todo cuanto ha de venir jamás será mejor que lo anterior. Y eso es lo que lo hace verdaderamente peligroso, su desapego de la vida y de todo cuanto lo hace inmortal.
Mención especial merece Sour Billy —si alguien pensaba que los mejores villanos estaban en ‘Canción de Hielo y Fuego’ que espere a encontrar a este elemento—, la parte del ganado que quiere convertirse en lobo. El traidor a la causa humana que guía al rebaño de vampiros como un buen pastor, siempre pendiente de una promesa irrealizable que domeña su voluntad y lo hace más que un villano de libro. ‘El sueño del Fevre’ tiene una parte oscura y tenebrosa que sólo puede compararse al capítulo de la Boda Roja en ‘Tormenta de espadas’, un instante rompedor que obliga al lector a apretar los dientes, soltar un ‘hijo de puta’ y seguir leyendo amargamente. Y Billy esta ahí, entretejiendo en la trama las maquinaciones de ese genio cabrón que se llama Martin y que parece disfrutar con las desdichas de sus lectores. Puede que Sour Billy, junto a Abner Marsh, sean los personajes que más me han impresionado de la novela.
Estamos ante una obra de vampiros, que sin renunciar a la añoranza y a la nostalgia, se aleja de los actuales folletines paniagudos vampirescos. Una novela sin concesiones, de venganzas y resentimientos, una novela en la que se juega el destino de toda una raza confrontada al ser humano, una novela de un hombre que lucha desesperadamente por salvar a su gente mientras que la voluntad del otro se mece entre su propia sangre y la lealtad que ha establecido con su socio en los negocios. Nunca antes la lucha entre los hombres y los vampiros ha estado tan próxima, distanciada tan sólo por una leve franja, la franja que divide el día y la noche, la franja del río Fevre.
Lo peor de este libro es que está agotado, es muy complicado encontrarlo en las estanterías de las librerías actuales. Lo bueno es que Alejo pretende reeditarlo en breve (aunque los ‘breves’ de Alejo suelen ser interminables) y ya está anunciado en la web de Gigamesh. Sin duda, ahora que estamos en un momento literario propicio para la literatura vampírica, muy pronto estará a la disposición de todos.
8 comentarios:
Pues mira me lo voy a pillar que tengo un ejemplar localizado jeje
Pedazo de crítica. No puede faltar a la lista de lectura.
Es uno de los mejores libros de vampiros que he leído, a la altura de Salem's Lot o Déjame entrar. Imprescindible.
A ver si el "breve" de Alejo no se alarga tanto esta vez, porque las ediciones en bolsillo en inglés salen bastante asequibles.
Por cierto, Alex, ¿cuando disfrutaremos de las aventuras de Meliot?
Me encanta este libro, creo que ya te había dicho hace tiempo que es de lo mejor de Martin. Intenta conseguir Los reyes de la arena, Los hombres de la aguja, El tratamiento del mono... relatos increiblemente buenos.
Sip, de Martin lo tengo todo todito todo jejeje.
Muy completa y acertada la crítica. Yo acabo de leerlo y me ha encantado.
Veo que has leído la versión en inglesa por Sour Billy (Billy Vinagre, el Albergue de los Plantadores o los Amos de Sangre.
Te sigo.
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