lunes, enero 7

A cojón visto macho seguro

Quien se deja caer por aquí de vez en cuando sabe que mis pensamientos no suelen rayar los radicalismos estrechos de mira. Creo que el mundo literario es lo suficientemente amplio como para que nuevos rostros alternen con autores que llevan tiempo fogueándose en esto del fantástico. ¿Acaso hay mejor síntoma de salud para un subgénero que la inevitable aparición de nuevos autores? Hace diez años esto era un erial, sin embargo, la proliferación de nuevas editoriales, fan-editoriales y proyectos vinculados a Internet ha propiciado que caras jóvenes, con ganas de escribir y de hacer pasar buenos ratos a los lectores —que en definitiva, de eso se trata— hayan proliferado y nos ofrezcan un panorama editorial esperanzador. Es de desear que todos estos proyectos se consoliden y, lo más importante y más difícil, que tengan continuidad. Llegar es relativamente fácil, mantenerse es lo jodido.

El caso es que en la entrada de hoy no quiero divagar sobre la tan cacareada perspectiva literaria del género nacional, sino de un asunto bien concreto que suele sacarme de mis casillas: la publicación en Internet. Y no es que tenga nada en contra de este tipo de proyectos; no en vano, estamos irremediablemente abocados a ella. Es el futuro. Tarde o temprano, en cuanto los soportes electrónicos sean acordes a la comodidad y al tipo de publicación, el papel acabará relegado y otro tipo de libros ocuparán su lugar. Sin embargo, hay una serie de autores que, aferrándose a una perspectiva cambiante, a un mercado al que inevitablemente nos veremos abocados en un futuro no muy lejano, empuñan un discurso tendencioso. Autores que tras fracasar en el mundo editorial convencional, tras ver sus libros rechazados sistemáticamente por todas las editoriales habidas y por haber, se dedican a ir por los foros haciendo apología de esas mismas editoriales y reivindicando la publicación electrónica.

El escritor debe ser consecuente consigo mismo. Aquí no vale el «a cojón visto macho seguro». No seamos hipócritas, por favor. Acudimos a un sistema de publicación convencional, buscamos que las editoriales apuesten por nosotros como autores, se gasten el dinero con nuestros libros y nos hagan la campaña mediática, y cuando eso no funciona, vemos la luz y nos dedicamos a echar mierda sobre esas mismas editoriales a las que hemos acudido buscando su confianza. Es más, acabamos amparándonos en la autopublicación como remedio a todas nuestras frustraciones y nos dedicamos a ir por los foros haciendo apología contra el sistema, contra las editoriales y auguramos una nueva década de esplendor gracias a Internet en la que el ecosistema será revitalizado pues habrá más arbolitos (y ya, de paso, incluimos en el discurso que las editoriales tienen la culpa del cambio climático y del deterioro de la capa de ozono). Creo que las convicciones deben prevalecer desde el principio. Jugar con una doble moral ante los lectores es tan tendencioso como la editorial que te hace ir de Sevilla a Madrid sólo para presentarte un contrato de autoedición sobre la mesa. Antes de lanzarnos al mundillo editorial debemos tener muy claro lo que queremos, a dónde queremos llegar y cómo queremos hacerlo. ¿Que es difícil publicar con una editorial al uso? ¿Pero quién ha dicho que la empresa sea sencilla? Publicar ha sido toda la vida de Dios un auténtico quebradero de cabeza para miles y miles de autores. Incluso opino que aquellos autores noveles que estamos publicando con cierta asiduidad somos unos privilegiados. El problema (o la suerte que tenemos) es que vivimos en la era del autoservicio; con dinero sobre la mesa, es relativamente sencillo obtener un libro con la misma calidad que cualquier producto editado por una empresa profesional. E Internet facilita hacer llegar ese libro al lector. Y no me malinterpretéis, cada autor elige el camino que prefiere emprender y aquel que apueste por Internet como una vía de recursos a su alcance y decida construir su emporio desde un circuito no tan convencional, merece toda mi admiración. Lo que me parece reprobable es la actitud de algunos escritorcillos que, tras ver su obra rechazada por el entramado editorial, se reconvierten a sí mismos y comienzan a predicar en el desierto contra todo lo que huela a profesional. Un poquito de respeto, hombre.


By David Mateo with 2 comments

2 comentarios:

Totalmente de acuerdo, David.

El caso es que yo soy de los que creo en la difusión por internet, incluso en la autoedición como arma para darse a conocer y que hablen de ti.

De todos modos, ¿quien le hace ascos a un contrato que te garantice, además de todo esto una recompensa dineraria por tu trabajo?

De todos modos, la imposibilidad de vivir de manera normal con los ingresos por las publicaciones, hace que veas las cosas en perspectiva y continues apostando por la difusión gratuita o al menos, más popular que ofrece internet.

Ahora, de ahí a despotricar porque "tal editorial no me ajunta..."

Un saludín

De bocazas y resentidos está lleno el mundo. Cada cual debe ser consecuente con su trabajo, promocionarlo lo mejor que pueda o sepa y dar la murga por los foros respetando las normas básicas de convivencia. Yo ahí no me meto. Respeto mucho a los autores, sean o no profesionales. Lo que no se puede hacer es predicar sapos y culebras por resquemor.

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