Que nos estamos quitando los complejos, sí. Que los sermonarios de los editores que auguraban que España era un lugar inmaduro para publicar fantasía suenan obsoletos, sí. Que nos estamos adentrando en una edad dorada para la fantasía épica española, también. Por suerte vivimos un ciclo interesante para todos los amantes de los brujos, bárbaros, caballeros, dragones y criaturas mágicas. En España no sólo se hacen buenas novelas de literatura fantástica y de ciencia ficción, sino que también se hace buena literatura épica y de espada y brujería.
Hay muchas voces que, desde el desconocimiento, se quejan de que los escritores nacionales sólo sabemos escribir dragonadas. Manda huevos. Coged el catálogo de cualquier editorial de género y haced un repaso, a ver cuantos libros de ese estilo han aparecido publicados en los últimos años bajo una firma nacional. Es ahora cuando existe un auge controlado del género fantástico, cuando se atisban esas voces noveles que apuestan (apostamos) por universos utópicos dominados por grandes criaturas. Y no creo que lo estemos haciendo tan mal. Novelas como Grimpow, de Rafael Ábalos, o Memorias de Idhún, de mi buena amiga Laura Gallego, han roto esquemas dentro de la literatura fantástica. No dejemos aparte obras maestras como Olvidado Rey Gudú, de Ana María Matute, que empezó a coquetear con la fantasía cuando todo el panorama español estaba dominado por yanquis y anglosajones, o
Y si nos vamos a las entrañas del género, ahí esta mi buen amigo Paco Illán y su Cólera de Nébulos, que al tram tram y a la chita callando lleva su camino recorrido, o la inigualable Tramorea de Javier Negrete (La espada del mago y El espíritu del fuego), que podría competir sin ningún complejo contra cualquier libro épico venido de más allá de nuestras fronteras. O el mundo renacentista de Crisei (La leyenda del navegante), de Rafa Marin, que ya navegaba por estos lares cuando la mayoría de los nuevos autores jugábamos al yo-yó en el patio del cole. Y si nos vamos a esos mundos mágicos cuyas fuentes provienen de nuestra propia historia, encontramos otro buen puñado de novelas: Rihla, de Juanmi Aguilera, La ciudad de las puertas de oro, de José Miguel Cuesta y José Rubio, Máscaras de matar, de León Arsenal o Danza de tinieblas, de Eduardo Vaquerizo.
Hay literatura fantástica juvenil, como La leyenda de la peregrina de Pedro Camacho, literatura fantástica desgarradora, de esa que nos congela la carne en los huesos por su crudeza, como Los navegantes de José Miguel Vilar. Existen mercenarios brutales que a sus espaldas llevan mil batallas, como Skarrion Gunthar de Andrés Díaz, o ciudades imposibles que resisten el asedio de poderosos ejércitos, como El país inerme de Miguel Castro.
La última perla que he recibido en casa es: Urnas de Jade, de David Prieto, editado por Grupo AJEC, un libro que promete buenas horas de diversión y un universo rico y detallista por descubrir. Más adelante vendrán otros libros muy interesantes como el de Claudio Cerdán o el de Alfredo Álamo, pero lo realmente cierto es que la literatura fantástica española comienza a no tener barreras. Nuestros libros se exportan más allá de nuestras fronteras, aglutinan grupos de fieles que apuestan por nuestras historias y mes a mes se codean con las mejores firmas de la literatura nacional. No encontramos a un paso de abrir una pequeña puerta que nos aboque a una época de esperanza para la literatura de espada y brujería en nuestro país. Que los hados nos sean propicios.
3 comentarios:
Hola.
Gracias por lo que me concierte, David. Estoy de acuerdo con lo que comentas en este artículo. El otro día recibí un mensaje, de alguien que habitualmente se mueve en los foros de nuestro mundillo (como tú dices), quejándose de que yo sólo leía a autores españoles.
¡Jo...!, le respondí, hay tantos y tan buenos que, no negándome a leer a los de otras nacionalidades, estaba descubriendo muchos autores y autoras que saciaban mis ganas de leer fantasía.
Saludos.
Joder, es que ya sólo hace falta que la gente se queje porque alguien, libremente, opte por leer a autores nacionales. Hay que joderse. La libertad es un derecho constitucional.
Y al César lo que es del César, amigo Nebulos. La carrera meteórica de tu libro está demostrada y se puede ver en muchos foros de internet.
dentro de poco terminare de plasmar el mundo que me mora la cabeza,que me hace soñar hasta el punto de olvidar este mundo y por unos instantes sentir, como lo imposible se hace posible en el sueño que me hace soñar despierto.J.M.BALLESTER.
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