Lo peor de trabajar con niños de tercero de primaria es que saben sacar el jugo a cualquier situación. Para ellos una clase se reduce a una ecuación muy simple: cada minuto ganado es un minuto menos de escribir, por lo tanto, la mayoría de las ocasiones, se percibe en el aula un toma y daca tenso en el que una simple pregunta puede convertirse en objeto de una discusión eterna.
El ejercicio del taller de ayer era muy simple. Yo leo un fragmento de un libro, en este caso un párrafo del libro «Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas» de Lewis Carroll.
Como los otros dos bailarines eran gordos, no tardaron en quedarse sin aliento. «Cuatro vueltas bastan para un baile» —dijo Tarará sofocado, y dejaron de bailar de forma tan repentina como habían empezado; en ese mismo momento cesó la música.
Y de este párrafo, destacamos una frase en la pizarra:
Como los otros dos bailarines eran gordos, no tardaron en quedarse sin aliento.
El ejercicio es bien sencillo. Hay que crear un cuento original de siete u ocho líneas, introduciendo la frase de la pizarra al inicio, a mitad o al final del cuento, en un contexto adecuado y con sentido apropiado. ¿Fácil, no?
A continuación hago una breve exposición de la situación que se dio ayer en clase:
El individuo X levanta la mano:
X: No lo he entendido.
David: ¿Qué no has entendido?
X: Todo.
Vuelvo a explicarlo.
Inmediatamente, Z, F, J y L levantan la mano.
David: De uno en uno. ¿Qué pasa, Z?
Z: ¿La frase se pone al principio o al final?
David: Donde quieras.
J: Yo quiero ponerle un título.
David: Pues pónselo.
J: ¿Dónde se lo pongo?
David: Pues arriba, donde se ponen los títulos.
J: Vale.
S: ¡Ocho líneas son muchas!
David: Pues pon siete.
F: Yo no acabo de entender lo de la frase. ¿Tiene que ser igual a la de la pizarra?
David: Exactamente la misma.
F: Pero yo quiero que en vez de dos bailarines sean tres bailarines.
David: Pues no, tienen que ser dos.
F: Pero es que en mi cuento tienen que ser tres porque yo lo había pensado así.
David: F, igual que en la pizarra. ¿No te estoy diciendo que igual que en la pizarra? Pues igual.
X: ¡Pero yo no lo entiendo! ¿La frase dónde va?
David vuelve a explicar todo el ejercicio pacientemente.
L: Oye, David Silva (sí, hijos sí, últimamente se ha implantado esa moda en alguna de mis clases)… ¿puedo ponerle un título al cuento?
David: Que sí.
M: Pero el cuento tiene que ser inventado, ¿no?
David: Claro, inventado.
M: ¿Pero no puede ser de Alicia en el país de las maravillas?
David: Puede ser de Alicia en el país de las maravillas o de lo que quieras.
M: ¡Vale, lo voy a hacer de Alicia!
Z a M: Eres una chica porque te gusta Alicia.
J: ¿Se pueden hacer más de siete líneas?
David: Sí.
J: ¿Y más de ocho?
David: Ocho, nueve, veinte, cien, mil… las que quieras.
Z, J y M: ¡Alaaaaaaaaa, mil!
M: ¿Y se pueden hacer cuatro líneas?
David: He dicho siete u ocho… ¡menos no!
F: ¿Le podemos poner un título?
David: ¡Pero si ya he dicho treinta veces que sí!
F: Pero es que yo lo quiero poner abajo.
David: Ponlo donde te de la gana, pero ponlo.
X: ¡Jooooooo! ¡Yo no entiendo lo que hay que hacer!
David tiene ganas de asesinar a alguien.
J: David, ¿el folio lo ponemos en vertical o en horizontal?
David: En vertical.
David mira el reloj, han pasado cuatro minutos desde que he dicho que comiencen el ejercicio.
N: David… ¿se puede poner un título?
David: Oye, como sigáis así os apunto en la pizarra y mañana la profesora os deja sin patio.
N: Ya, pero es que no es eso, mira, yo lo voy a poner en fosfi.
Inmediatamente se levantan un montón de manos.
David: ¿Qué pasaaaaaaaaaa?
C: ¿Se hace con boli o con lápiz?
David: Con boli o con lápiz o con lo que hagáis los trabajos en clase… yo que sé.
Todas las manos bajan menos las de X, C y M.
David: ¿Qué pasa M?
M: Puedo ir a mear.
David: No.
Todas las manos se levantan.
J: ¿Puedo ir a mear?
L: ¿Puedo ir a mear?
F: ¿Puedo ir a mear?
C: ¡Es que no me puedo aguantar!
Sermón de dos minutos en el que se deja bien clarito que uno no puede ir al servicio hasta el cambio de clase y que si siguen así apuntaré en la pizarra a toda la clase y mañana se quedarán sin recreo.
S levanta la mano.
David: ¿Qué pasa S?
S: Es queeeee…
David: ¿Qué?
S: Es que yo no entiendo nada. Es muy difícil. Además, yo no sé hacer cuentos.
S acaba apuntado en la pizarra.
Cuando parece que la clase comienza a trabajar, C levanta la mano.
C: ¿Se le pone título?
David: No… digo sí… ¡haz lo que quieras!
C: Lo voy a llamar el cuento de los bailarines gordos.
Toda la clase se ríe. C, que sabe que va a ser apuntado en la pizarra por provocar la intifada general, rápidamente pone cara de ‘muy interesado’ en el ejercicio.
C: ¿Cuántas líneas se hacen?
David: Siete… ocho… las que te de la gana.
Vuelvo a mirar el reloj. Los muy canallas han obtenido diez minutos de desconcierto. Diez minutos de revuelta general en el que no han escrito nada. Han ganado una batalla… ¡pero no la guerra!
El ejercicio del taller de ayer era muy simple. Yo leo un fragmento de un libro, en este caso un párrafo del libro «Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas» de Lewis Carroll.
Como los otros dos bailarines eran gordos, no tardaron en quedarse sin aliento. «Cuatro vueltas bastan para un baile» —dijo Tarará sofocado, y dejaron de bailar de forma tan repentina como habían empezado; en ese mismo momento cesó la música.
Y de este párrafo, destacamos una frase en la pizarra:
Como los otros dos bailarines eran gordos, no tardaron en quedarse sin aliento.
El ejercicio es bien sencillo. Hay que crear un cuento original de siete u ocho líneas, introduciendo la frase de la pizarra al inicio, a mitad o al final del cuento, en un contexto adecuado y con sentido apropiado. ¿Fácil, no?
A continuación hago una breve exposición de la situación que se dio ayer en clase:
El individuo X levanta la mano:
X: No lo he entendido.
David: ¿Qué no has entendido?
X: Todo.
Vuelvo a explicarlo.
Inmediatamente, Z, F, J y L levantan la mano.
David: De uno en uno. ¿Qué pasa, Z?
Z: ¿La frase se pone al principio o al final?
David: Donde quieras.
J: Yo quiero ponerle un título.
David: Pues pónselo.
J: ¿Dónde se lo pongo?
David: Pues arriba, donde se ponen los títulos.
J: Vale.
S: ¡Ocho líneas son muchas!
David: Pues pon siete.
F: Yo no acabo de entender lo de la frase. ¿Tiene que ser igual a la de la pizarra?
David: Exactamente la misma.
F: Pero yo quiero que en vez de dos bailarines sean tres bailarines.
David: Pues no, tienen que ser dos.
F: Pero es que en mi cuento tienen que ser tres porque yo lo había pensado así.
David: F, igual que en la pizarra. ¿No te estoy diciendo que igual que en la pizarra? Pues igual.
X: ¡Pero yo no lo entiendo! ¿La frase dónde va?
David vuelve a explicar todo el ejercicio pacientemente.
L: Oye, David Silva (sí, hijos sí, últimamente se ha implantado esa moda en alguna de mis clases)… ¿puedo ponerle un título al cuento?
David: Que sí.
M: Pero el cuento tiene que ser inventado, ¿no?
David: Claro, inventado.
M: ¿Pero no puede ser de Alicia en el país de las maravillas?
David: Puede ser de Alicia en el país de las maravillas o de lo que quieras.
M: ¡Vale, lo voy a hacer de Alicia!
Z a M: Eres una chica porque te gusta Alicia.
J: ¿Se pueden hacer más de siete líneas?
David: Sí.
J: ¿Y más de ocho?
David: Ocho, nueve, veinte, cien, mil… las que quieras.
Z, J y M: ¡Alaaaaaaaaa, mil!
M: ¿Y se pueden hacer cuatro líneas?
David: He dicho siete u ocho… ¡menos no!
F: ¿Le podemos poner un título?
David: ¡Pero si ya he dicho treinta veces que sí!
F: Pero es que yo lo quiero poner abajo.
David: Ponlo donde te de la gana, pero ponlo.
X: ¡Jooooooo! ¡Yo no entiendo lo que hay que hacer!
David tiene ganas de asesinar a alguien.
J: David, ¿el folio lo ponemos en vertical o en horizontal?
David: En vertical.
David mira el reloj, han pasado cuatro minutos desde que he dicho que comiencen el ejercicio.
N: David… ¿se puede poner un título?
David: Oye, como sigáis así os apunto en la pizarra y mañana la profesora os deja sin patio.
N: Ya, pero es que no es eso, mira, yo lo voy a poner en fosfi.
Inmediatamente se levantan un montón de manos.
David: ¿Qué pasaaaaaaaaaa?
C: ¿Se hace con boli o con lápiz?
David: Con boli o con lápiz o con lo que hagáis los trabajos en clase… yo que sé.
Todas las manos bajan menos las de X, C y M.
David: ¿Qué pasa M?
M: Puedo ir a mear.
David: No.
Todas las manos se levantan.
J: ¿Puedo ir a mear?
L: ¿Puedo ir a mear?
F: ¿Puedo ir a mear?
C: ¡Es que no me puedo aguantar!
Sermón de dos minutos en el que se deja bien clarito que uno no puede ir al servicio hasta el cambio de clase y que si siguen así apuntaré en la pizarra a toda la clase y mañana se quedarán sin recreo.
S levanta la mano.
David: ¿Qué pasa S?
S: Es queeeee…
David: ¿Qué?
S: Es que yo no entiendo nada. Es muy difícil. Además, yo no sé hacer cuentos.
S acaba apuntado en la pizarra.
Cuando parece que la clase comienza a trabajar, C levanta la mano.
C: ¿Se le pone título?
David: No… digo sí… ¡haz lo que quieras!
C: Lo voy a llamar el cuento de los bailarines gordos.
Toda la clase se ríe. C, que sabe que va a ser apuntado en la pizarra por provocar la intifada general, rápidamente pone cara de ‘muy interesado’ en el ejercicio.
C: ¿Cuántas líneas se hacen?
David: Siete… ocho… las que te de la gana.
Vuelvo a mirar el reloj. Los muy canallas han obtenido diez minutos de desconcierto. Diez minutos de revuelta general en el que no han escrito nada. Han ganado una batalla… ¡pero no la guerra!
Ya tenemos trailer de 'Furia de titanes' ¡¡¡Es muy heavyyyyyyyyy!!!
19 comentarios:
Esas batallitas me suenan un huevo.
Angelitos... El caso es que luego hacen que el bailarín gordo sea el profesor, o cantos a sus héroes de la ETA. Al menos, eso me pasaba a mí.
En el ochenta por cien de los relatos, al final, el bailarín gordo muere truculentamente.
Si es que cuando tienen el día revuelto no hay quien pueda con ellos...
Animo David... cuídate la retaguardia y cuidado dónde pisas. Estos malditos charlies colocan estacas de bambú enterradas y cubiertas por falsas baldosas...
Nota. Esto de apuntar en la pizarra, ¿funciona aún?
No, pero al menos sirve para controlarlos durante dos minutos. Dos minutos de aquí, dos minutos de allá, dos minutos de más allá... al final suman 40. Si la clase dura una hora, los métodos persuasorios hacen que mantenga la clase controlada al menos tres cuartos de hora. Lo cual no está nada mal.
Lo que has escrito es un cuento en sí, uno de terror. Dales una frase como ¿Le puedo poner título? y que lo completen a ver qué pasa. XD
XDDD
¡Qué bueno!
La verdad, debes tenerlos cuadrados para atreverte a darle clase a esos pequeños monstruitos, con lo mal educados que los tienen los padres de hoy en día (antes, si el niño sacaba malas notas, los padres le echaban la bronca al niño. Ahora an al colegio y se la echan al maestro. En fin...). Tú inflexible y con cara de sargento, ya sabes, que como te hagas el buenazo se te suben a la manga. ¡Duro con ellos! XD
Un abrazo.
De vez en cuando me tienta ponerme el chaleco antibalas, pero de momento no ha hecho falta :D
No me reía así desde hacía mucho tiempo. Descojonante de verdad.
Es que lo estaba viendo... y te imaginaba, David, cada vez más pequeñito y desesperado...
Ya te digo. Dan casi tanto miedo como una novela de un tal David Jasso XD
Pues eso es lo que tienen que aguantar continuamente los profesores con los angelitos (sin alas), y sus preguntas absurdas para no hacer los deberes.
Hay que tener más paciencia que Job.
Definitivamente, no podría trabajar con niños. Terminaría como mínimo, encarcelado xddd
En otro orden de cosas...¡¡guapísimo el trailer!! Hacía tiempo que no me flipaba tanto con un traileeeeer. Brutal
Tan inocentes cuando nacen y tan jodidos cuando crecen, jejeej.
No creas... cuando nacen tienen un brillito en los ojos queeeeeee...
Ýo admiro a los maestros. Teneis que tener una vocación de dos pares. Y desde luego, la anecdota es divertida. Mi mujer la va a leer esta noche (es maestra tambien, como sabes)
En otro orden de cosas y hablando del trailer... ¿No os recuerda en muchas secuencias al Señor de los Anillos?
La verdad es que yo no soy maestro, nunca sería tan osado, soy un simple animador cultural. Los maestros sí que son verdaderos mártires de la enseñanza.
Y sí, tienes toda la razón. Es indudable que la estética de ESDLA ha creado escuela y ha influido a muchos directores. Sea como sea, esta película para mí es de culto, al menos la antigua. Junto a 'Señores del Olimpo' de Javier Negrete, un manjar mitológico que he gozado montones de veces.
Esta noche no voy a dormir.... Yo dejé de dar clases a estudiantes de secundaria (por no mencionar a niños) hace más de 40 años _ !la mejor decisión de mi vida!
El English gentleman
Es que si trabajar con niños pequeñitos es duro, con pequeños bandoleros debe de ser perjudicial para la salud :D
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