Hoy empieza la Hispacon, mi segunda Hispacon, aunque la verdad es que ir a Huesca es una pasada, ya es el tercer año consecutivo que me invitan (estos chicos no aprenden) y la verdad es que hay ganas de ver a todo el mundo. Tengo entendido que hay más de ciento y pico inscripciones, lo cual no está nada mal. Se lo han currado mucho.
Me voy un poco triste porque me dejo mi novela de zombis en Valencia (sí, lo sé, estoy obsesionado, por la noche sueño y todo con la historia), pero seguro que la morriña pasará rápido conforme entre en ambiente. El lunes os contaré detalles. Lo bueno es que esta vez se viene mi novia, lo cual quiere decir que echaremos muchas fotos y no tendré que robárselas a Merelo, que no sé si va o no va, pero es fácil de distinguir, es el único con traje y corbata entre una marabunta de camisetas negras.
Por cierto, el año pasado, Diego y Abigail nos contaron la leyenda de la campana de Huesca, y como es una leyenda harto divertida, os la dejo en el blog para que la leáis:Tras la muerte en 1134 de Alfonso I el Batallador sin hijos, heredó el reino de Aragón su hermano Ramiro II el Monje, obispo de Roda de Isábena. Aragón sufría por entonces diversos problemas internos y externos.
Según cuenta la Crónica de San Juan de la Peña (siglo XIV), estando Ramiro II preocupado por la desobediencia de sus nobles mandó un mensajero a su antiguo maestro, el abad de San Ponce de Tomeras, pidiéndole consejo. Este llevó al mensajero al huerto y cortó unas coles (algunas veces se habla de rosas), aquellas que sobresalían más. A continuación ordenó al mensajero repetir al rey el gesto que había visto. Ramiro II hizo llamar a los principales nobles para que vinieran a Huesca, con la excusa de hacer una campana que se oyera en todo el reino. A los rebeldes los hizo entrar de uno en uno en la sala y fue decapitándolos según iban entrando. Una vez muertos, colocó sus cabezas en círculo y al obispo de Huesca, el más rebelde, lo colgó en el centro como badajo. Luego dejó entrar a los demás para que escarmentaran.
Pues nada, con esta bonita anécdota, chapamos el quiosco esta semana, que me voy a por Claudio a la estación de trenes. ¡Que ustedes lo pasen bien y no se dejen arredrar por el frío, que parece que el tiempo ya ha cambiado! ¡Yo intentaré hacer lo propio con el cierzo!
Buen fin de semana.
Según cuenta la Crónica de San Juan de la Peña (siglo XIV), estando Ramiro II preocupado por la desobediencia de sus nobles mandó un mensajero a su antiguo maestro, el abad de San Ponce de Tomeras, pidiéndole consejo. Este llevó al mensajero al huerto y cortó unas coles (algunas veces se habla de rosas), aquellas que sobresalían más. A continuación ordenó al mensajero repetir al rey el gesto que había visto. Ramiro II hizo llamar a los principales nobles para que vinieran a Huesca, con la excusa de hacer una campana que se oyera en todo el reino. A los rebeldes los hizo entrar de uno en uno en la sala y fue decapitándolos según iban entrando. Una vez muertos, colocó sus cabezas en círculo y al obispo de Huesca, el más rebelde, lo colgó en el centro como badajo. Luego dejó entrar a los demás para que escarmentaran.
Pues nada, con esta bonita anécdota, chapamos el quiosco esta semana, que me voy a por Claudio a la estación de trenes. ¡Que ustedes lo pasen bien y no se dejen arredrar por el frío, que parece que el tiempo ya ha cambiado! ¡Yo intentaré hacer lo propio con el cierzo!
Buen fin de semana.
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