Cada vez que se habla de zombis en una mesa redonda, percibo una sonrisa sarcástica entre el público. Y todavía me pregunto por qué. Cada novela que saca la editorial Dolmen es un éxito de ventas, lo cual quiere decir que los lectores siguen interesados en este tipo de historias. Eso, o que hay una mayoría silenciosa que sostiene un producto que triunfa donde otras colecciones dedicadas a la ciencia ficción o la fantasía fracasan estrepitosamente.
El caso es que una buena novela de zombis abarca (o debería abarcar) muchísimo más que una simple pandemia o una matanza propiciada por una hueste de caníbales tiñosos. La novela de zombis es una historia de terror en donde un grupo de supervivientes tienen que adaptarse a un entorno hostil. Una novela de zombis, tal como nos ha mostrado tan bien Kirkman, es una historia de situación, con reflexiones sobre la conducta humana y con diálogos definitorios de lo que debería ser el instinto de supervivencia.
«Y pese a todo…» se puede resumir como un híbrido entre «Soy leyenda» de Richard Matheson y «La carretera» de Cormac McCarthy. Dos personajes aislados en un páramo helado como Banghor, que tienen luchar contra las circunstancias climatológicas para sobrevivir y contra unos enemigos despiadados que no les dan un minuto de tregua. Supongo que a estas alturas ya estaréis pensando en los zombis como los eternos adversarios de nuestros dos protagonistas. Pues no. Los enemigos de Peter y Patrick son Peter y Patrick. Así de sencillo y demoledor.
Juande plantea una ambientación muy natural rebosante de fuerza: dos amigos de infancia que en un momento dado rompen relaciones y se convierten en enemigos acérrimos, hasta el punto que ni siquiera el Apocalipsis logra que dejen de lado sus rencillas.
Peter y Patrick viven uno al lado del otro, no se dirigen la palabra y vierten su cariño sobre sus respectivas “parejas”, en el caso de Peter, su hija Ketty, y en el caso de Patrick, su perro.
Para comprender el verdadero sentido literario de esta novela hay que tener en cuenta un factor determinante: los zombis no aparecen hasta el último tercio del libro. Mucho antes, Juande ya ha dibujado con todo lujo de detalle los trazos sentimentales que constituyen a los protagonistas. Los comprendemos, los amamos y los odiamos. El autor hace una radiografía pormenorizada de Peter y Patrick y nos obliga a empatizar con ellos, de tal modo que comprendes a ambos y los odias a la vez. Entiendes sus motivaciones y las haces tuyas, identificándote en todo momento con sus complejas reacciones.
«Y pese a todo…» sigue a la perfección las directrices de una buena historia de zombis. Personajes llevados al límite, situaciones que se te clavan en el corazón hasta abrirte una herida sentimental y un entorno tan nocivo, en este caso un paraje helado, que convierten los últimos bastiones de la humanidad en pequeños reductos donde la muerte planea constantemente sobre las cabezas de los protagonistas.
No me extraña en absoluto el éxito que está consiguiendo esta novela. Juan de Dios Garduño se ha superado a sí mismo y ya no tiene nada que ver con aquel autor que nos presentaba «El caído». La estructura de su novela es sólida, el argumento muestra situaciones creíbles que a la vez te ponen un nudo en la garganta y el estilo de Juande fluye sobre el papel con una espontaneidad agradable que te hace leer de principio a fin sin apartar la mirada de la novela.
Sin duda alguna, de los mejores libros que ha publicado la Línea Z de Dolmen. ¿A qué estás esperando para comprártelo?
El caso es que una buena novela de zombis abarca (o debería abarcar) muchísimo más que una simple pandemia o una matanza propiciada por una hueste de caníbales tiñosos. La novela de zombis es una historia de terror en donde un grupo de supervivientes tienen que adaptarse a un entorno hostil. Una novela de zombis, tal como nos ha mostrado tan bien Kirkman, es una historia de situación, con reflexiones sobre la conducta humana y con diálogos definitorios de lo que debería ser el instinto de supervivencia.
«Y pese a todo…» se puede resumir como un híbrido entre «Soy leyenda» de Richard Matheson y «La carretera» de Cormac McCarthy. Dos personajes aislados en un páramo helado como Banghor, que tienen luchar contra las circunstancias climatológicas para sobrevivir y contra unos enemigos despiadados que no les dan un minuto de tregua. Supongo que a estas alturas ya estaréis pensando en los zombis como los eternos adversarios de nuestros dos protagonistas. Pues no. Los enemigos de Peter y Patrick son Peter y Patrick. Así de sencillo y demoledor.
Juande plantea una ambientación muy natural rebosante de fuerza: dos amigos de infancia que en un momento dado rompen relaciones y se convierten en enemigos acérrimos, hasta el punto que ni siquiera el Apocalipsis logra que dejen de lado sus rencillas.
Peter y Patrick viven uno al lado del otro, no se dirigen la palabra y vierten su cariño sobre sus respectivas “parejas”, en el caso de Peter, su hija Ketty, y en el caso de Patrick, su perro.
Para comprender el verdadero sentido literario de esta novela hay que tener en cuenta un factor determinante: los zombis no aparecen hasta el último tercio del libro. Mucho antes, Juande ya ha dibujado con todo lujo de detalle los trazos sentimentales que constituyen a los protagonistas. Los comprendemos, los amamos y los odiamos. El autor hace una radiografía pormenorizada de Peter y Patrick y nos obliga a empatizar con ellos, de tal modo que comprendes a ambos y los odias a la vez. Entiendes sus motivaciones y las haces tuyas, identificándote en todo momento con sus complejas reacciones.
«Y pese a todo…» sigue a la perfección las directrices de una buena historia de zombis. Personajes llevados al límite, situaciones que se te clavan en el corazón hasta abrirte una herida sentimental y un entorno tan nocivo, en este caso un paraje helado, que convierten los últimos bastiones de la humanidad en pequeños reductos donde la muerte planea constantemente sobre las cabezas de los protagonistas.
No me extraña en absoluto el éxito que está consiguiendo esta novela. Juan de Dios Garduño se ha superado a sí mismo y ya no tiene nada que ver con aquel autor que nos presentaba «El caído». La estructura de su novela es sólida, el argumento muestra situaciones creíbles que a la vez te ponen un nudo en la garganta y el estilo de Juande fluye sobre el papel con una espontaneidad agradable que te hace leer de principio a fin sin apartar la mirada de la novela.
Sin duda alguna, de los mejores libros que ha publicado la Línea Z de Dolmen. ¿A qué estás esperando para comprártelo?
2 comentarios:
Estabamos esperando a que hicieras la reseña!
¿Y quién no espera una reseña de Juan de Dios Garduño? Aunque la reseña buena de Y pese a todo es la que me guardo en el escritorio de mi disco duro juas juas juas.
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