Escritores jóvenes, con ganas, muchas ganas, que no viven acomplejados por el estilo y sí con la forma, con la historia y con los personajes. Supervivientes en un mundo realista que se ríe del fantástico y sólo tiene ojos para esos grandes panteones en donde se dan la mano el costumbrismo obsoleto y el sentimiento rancio. Autores cansados de vivir entre historias que giran alrededor de menopáusicos que tratan de rebelarse a un mundo que ya las acepta.
Algunas veces trasgresores, belicosos, inconformistas, orgullosos e, incluso, pedantes; siempre batalladores frente a un ambiento hostil. Rodeados de medios de comunicación que sólo tienen ojos para las viejas glorias y para los agraciados con la sonrisa del euro, y se olvidan de que el relevo viene detrás con mucha fuerza, quitándose de encima complejos ridículos que aún hoy escandalizan a muchos sectores. La del setenta es una generación que no entiende de cifras y de números, tampoco de contratos, entiende de historias bien hechas, de sentimientos humanos, de personalidades esquizofrénicas y de conductas inquietas y bulliciosas.
Dedos que no dudan en teclear palabras como gore, platillo volante o momia. Mentes que imaginan coños y penes que se besan. Satanás en el Cielo y Jesús en el Infierno. Todo vale con tal de sorprender al lector, con tal de llevarlo hasta el paroxismo de las letras.
Sólo precisan dos cosas: oportunidad y confianza. Pues cualquier autor de la generación del setenta vendería su alma a Mefisto por recibir la oportunidad de encarar una carrera literaria a largo plazo, aunque para ello haya que sudar tinta y lagrimear sangre.
Vivimos en una jungla de mastodontes mediáticos, de rancios reyes con rancias coronas que jamás tendrán fuerza suficiente para levantar el cetro. Vivimos en junglas con diminutos editores sin indulgencia que recitan a bocajarro: «No a los autores españoles» y no se dan cuenta de que lo español es el futuro. La historia ya se encargará de borrarlos, porque cuando niegan al autor español y sí publican al amigo, no hablan de calidad, sino de miserables ejemplares vendidos.
La generación del setenta respeta la literatura de sus mayores, y como ya ha dado muestra de ello en numerosas ocasiones: la lee, la cita y se mezcla con ella en una osmosis incesante que genera nuevos caminos y nuevas paradojas cósmicas. Aman los clásicos y comparten espacio en sus habitaciones con la novia y la mesita de noche. Les da igual que sus libros tengan lomos nuevos, sean viejas ediciones de los años cuarenta o todavía desprendan el olorcito del libro nuevo. Leen en el ordenador, en la butaca o en los brazos de Morfeo. Eso da igual, lo importante es leer… leer y escribir, escribir y leer, porque la lectura y la escritura son los principales mecanismos de su alma.
La generación del setenta aprieta con mucha fuerza. Algunos ya están dando guerra, mucha guerra, están subiendo la ladera con el fusil al hombro y conscientes de que pocas trincheras podrán detenerlos. Playa Omaha está empapada con su sangre, pero que no se preocupe nadie, al final conquistarán Normandía.
Algunas veces trasgresores, belicosos, inconformistas, orgullosos e, incluso, pedantes; siempre batalladores frente a un ambiento hostil. Rodeados de medios de comunicación que sólo tienen ojos para las viejas glorias y para los agraciados con la sonrisa del euro, y se olvidan de que el relevo viene detrás con mucha fuerza, quitándose de encima complejos ridículos que aún hoy escandalizan a muchos sectores. La del setenta es una generación que no entiende de cifras y de números, tampoco de contratos, entiende de historias bien hechas, de sentimientos humanos, de personalidades esquizofrénicas y de conductas inquietas y bulliciosas.
Dedos que no dudan en teclear palabras como gore, platillo volante o momia. Mentes que imaginan coños y penes que se besan. Satanás en el Cielo y Jesús en el Infierno. Todo vale con tal de sorprender al lector, con tal de llevarlo hasta el paroxismo de las letras.
Sólo precisan dos cosas: oportunidad y confianza. Pues cualquier autor de la generación del setenta vendería su alma a Mefisto por recibir la oportunidad de encarar una carrera literaria a largo plazo, aunque para ello haya que sudar tinta y lagrimear sangre.
Vivimos en una jungla de mastodontes mediáticos, de rancios reyes con rancias coronas que jamás tendrán fuerza suficiente para levantar el cetro. Vivimos en junglas con diminutos editores sin indulgencia que recitan a bocajarro: «No a los autores españoles» y no se dan cuenta de que lo español es el futuro. La historia ya se encargará de borrarlos, porque cuando niegan al autor español y sí publican al amigo, no hablan de calidad, sino de miserables ejemplares vendidos.
La generación del setenta respeta la literatura de sus mayores, y como ya ha dado muestra de ello en numerosas ocasiones: la lee, la cita y se mezcla con ella en una osmosis incesante que genera nuevos caminos y nuevas paradojas cósmicas. Aman los clásicos y comparten espacio en sus habitaciones con la novia y la mesita de noche. Les da igual que sus libros tengan lomos nuevos, sean viejas ediciones de los años cuarenta o todavía desprendan el olorcito del libro nuevo. Leen en el ordenador, en la butaca o en los brazos de Morfeo. Eso da igual, lo importante es leer… leer y escribir, escribir y leer, porque la lectura y la escritura son los principales mecanismos de su alma.
La generación del setenta aprieta con mucha fuerza. Algunos ya están dando guerra, mucha guerra, están subiendo la ladera con el fusil al hombro y conscientes de que pocas trincheras podrán detenerlos. Playa Omaha está empapada con su sangre, pero que no se preocupe nadie, al final conquistarán Normandía.
7 comentarios:
Si los jóvenes de hoy usaran el lenguaje de la generación del 50 te llamarían 'carroza' ja ja... Creo que los del 70 ya somos historia. Ahora se ve ya a muchos del >80 pisando fuerte. Veinteañeros que nunca conocieron una tele en blanco y negro, ni jamás usaron una máquina de escribir... alguien dijo 'renovarse o morir' y quizá tenga razón, pero yo soy más bien de los de 'morir con las botas puestas'.
Bueno... bueno... que vengan los de la generación del 80, pero la añada del 70 todavía tenemos mucho que decir. Hoy por hoy, muchos de los nombres que están en la palestra pertenece a la generación del 70: Ismael Biurrun, Alfredo Alamo, Sergio Mars, Emiliet Bueso, Laura Gallego, etc etc etc...
A la cola.. a la cola... Aquí maricón el último...
-Uno del 60-
Se os ha pasado el arroz :p
Aquí hasta el rabo todo es toro...
Mira Victoriano Cremer, premio Gil de Biedma 2008 ¡a los 103 años...! y el tío sigue publicando...
Ya sabes que te deseo toda la chance del mundo :)
O el señor McCarthy, que ya va también para los ochenta y ganó el Pulitzer.
Lo importante es que tengas la edad que tengas, te vaya bien, sobre todo si eres autor español. Buena señal será esa.
Yo también te deseo mucha chanche, querido Sim.
Nada, nada que eso de hacer apología generacional está muy feo.
¡Viva el mal, viva el capital!
¡No me llames playmobil yo soy de famobil!
¡Con Burmar Flax vivíamos mejor!
¡Los Action Man son todos bujarras! ¡Big Jim y Geyperman rules!
¡Sube que sube sube al desván, sube al desván de la fantasía!
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