Quiero ser Stephen King, pero no en lo monetario, que también, sino en la placidez. No sé donde escuché, o leí, que su vida laboral comienza tempranito por la mañana. Se levanta a eso de las ocho, se pone delante del ordenador, escribe y a las doce, cuando comienza a hacer calorcito, apaga la máquina y se baja a la calle a hacer las compras, a dar un paseo y el resto del día lo dedica a tocarse la mandolina. Algo parecido le escuché a Juan Manuel de Prada. Otro de los que enciende el PC a las ocho de la mañana, lo apaga a las doce del mediodía y pasa la tarde enfrascado en una tarea —y ojo, uso palabras más o menos textuales— “importantísima para el escritor”: reflexionar consigo mismo.Pues bien, algo le debe pasar a mi otro yo, porque el muy cabrón no encuentra tiempo para reflexionar conmigo. Las últimas semanas son de infarto: mi pobre novela de terror no deja de subir, pero a un ritmo que a mi me produce insatisfacción personal, tengo que preparar relatos para tres antologías, estamos enfrascados en un proyecto secreto que más de un aficionado a la fantasía mataría por saber, afrontar la huelga general de ilustradores que parece estar desatándose por toda España (señores ilustradores, si son buenos y manejan como Dios el photoshop, mándenme un email porque tengo a un pobre editor desquiciado), atender a David Jasso que viene para el taller de Moncofa (vaya categoría esta cogiendo mi taller: Laura Gallego, Santiago García Clairac, Juanmi Aguilera, Julián Díez, Francisco Illán, Javier Negrete, Jose Miguel Vilar, Pep Castellano, Pedro Camacho… ¿alguien da más por menos?), ayudar al pobre Claudio a preparar el taller de Yecla, preparar una campaña publicitaria para un nuevo producto que va a salir al mercado, pelearme con Rafa Alonso para sacar las tiras de Tajundra, mantener el blog al día, ayudar a los niños de Moncofa a montar un programa de radio que debe de emitirse en marzo, la presentación de Andrés Díaz para el sábado en
Vamos que son las siete y media y ya llevo una hora dándole a la tecla y todavía sin poder meterme en el libro. Así que, como me queda por delante un día de órdago y quiero que me cunda, dejo de hacerme pajas mentales en el blog y abro el documento del libro para seguir escribiendo.

¡¡Feliz día de los enamorados!!


6 comentarios:
Esa foto...
Si no fueran quien son...
En fin, que buena jornada, y a darle a las teclas. Y a las neuronas.
Un saludín
Dos almas cándidas y enamoradas :D:D
Yo soy un dios del photoshop, hermano :)) Y es en serio, facetas ocultas que tiene uno :))
¿También le pegas al photoshop? Tú eres un génio, macho.
jaja David me parto contigo!
¿pero cómo tachas de cabrón a tu otro yo, si el abusica aquí eres tú???
andale e intenta tomarte las cosas con más calma o el otro acabará contigo.
Yo y mis circunstancias (o mis circunstancias y yo, para no hacerlo tan egocéntrico); los escritores tendemos a dramatizarlo todo. Lo que a estas alturas tengo claro es que prefiero ir un pelín agobiado con trabajo que me gusta y que se puede desarrollar con entusiasmo, que llevar una vida anquilosada por estrés y problemas que escapan a tu control y a tu gusto.
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