Sí, estamos en crisis. Sí, las editoriales se quejan de que venden poco. Pero… ¿saben cuál ha sido el producto estrella de estas Navidades? Piensen… piensen. ¡¡Correcto!! El libro. Con la venta de treinta millones de ejemplares (de los doscientos cincuenta millones brutos que se manejan al año), el libro se ha convertido en el regalo más recurrente a la hora de hacer felices a nuestros allegados. Otra cuestión será si luego esos libros se leen o acaban en una estantería llenándose de telarañas.
No obstante, las editoriales siguen quejándose de que venden cada vez menos y que la crisis está haciendo verdaderos estragos, coartándoles la publicación de nuevas novelas, nuevos títulos y nuevos autores. ¿Por qué cuando el libro se convierte en un objeto mítico en nuestras listas de regalos, las editoriales se lamentan más del retroceso del mercado?
Les propongo un juego muy sencillo. Díganme de memoria, cinco títulos que están actualmente en las librerías:
-El último de Zafón… sí, ese que es la segunda parte de la sombra del viento. Que sí, hombre, que lo sacó hace poco. Bueno, no sé como se titula, pero si es la segunda parte de un libro que vendió tanto, será bueno.
-El del niño del pijama de rayas.
-Hay unos libros muy gordos y con nombre muy raro, algo de chica y bidón de gasolina, que ponen pilas altísimas en el Corte Inglés y que todo el mundo los compra.
-¡Ah, sí! La segunda parte de los pilares de la tierra, que ese libro le gusta a todo el mundo.
-¿El último de Gala?
Si a lo mejor, ahondamos un poquito más, y el perfil tipo de comprador de regalos de Navidad es un poco ducho en esto de la literatura, sabrá que:
-El viaje del elefante es el último libro de Saramago.
-Que están disponibles los premios Planeta de Savater y Ángela Vallvey.
-Que los libros románticos de Crepúsculo son adecuados para la sobrina adolescente.
-Que siempre se puede echar mano del último libro de Laura Gallego. Es una garantía.
-Que han sacado la segunda parte del ocho: El fuego.
Pero si vamos pidiendo más y más títulos, el comprador ocasional, el que se acerca a un gran almacén a pillar un regalo y no está muy al día de las novedades editoriales, probablemente se haga la picha un lío y acabe recurriendo a las carátulas de los libros que están en la mesa de novedades, se deje aconsejar por el dependiente (craso error, los pobres dependientes en Navidades van estresados y siempre van a quitarse de encima al cliente con la novedad más novedosa) o escoja los títulos anteriormente citados.
Por lo tanto, ¿tienen razón las editoriales a la hora de quejarse de la crisis? Me da a mí que sí. Se han vendido muchos libros: concretamente treinta millones de ejemplares. Pero de esos treinta millones, quince o veinte títulos se repetirán más que el ajo aceite, habrán unos cuantos incunables y mucho libro de fondo. Teniendo en cuenta que, hoy por hoy, nos encontramos ante un auténtico aluvión de novedades, me vuelve a dar la sensación de que se compran cada vez más libros de un determinado título y el resto queda olvidado en las mesas de novedades y en las estanterías de los grandes almacenes.
Obviamente, así es muy difícil sobrevivir en este negocio. Mucho para unos pocos y miseria para el resto.
No obstante, las editoriales siguen quejándose de que venden cada vez menos y que la crisis está haciendo verdaderos estragos, coartándoles la publicación de nuevas novelas, nuevos títulos y nuevos autores. ¿Por qué cuando el libro se convierte en un objeto mítico en nuestras listas de regalos, las editoriales se lamentan más del retroceso del mercado?
Les propongo un juego muy sencillo. Díganme de memoria, cinco títulos que están actualmente en las librerías:
-El último de Zafón… sí, ese que es la segunda parte de la sombra del viento. Que sí, hombre, que lo sacó hace poco. Bueno, no sé como se titula, pero si es la segunda parte de un libro que vendió tanto, será bueno.
-El del niño del pijama de rayas.
-Hay unos libros muy gordos y con nombre muy raro, algo de chica y bidón de gasolina, que ponen pilas altísimas en el Corte Inglés y que todo el mundo los compra.
-¡Ah, sí! La segunda parte de los pilares de la tierra, que ese libro le gusta a todo el mundo.
-¿El último de Gala?
Si a lo mejor, ahondamos un poquito más, y el perfil tipo de comprador de regalos de Navidad es un poco ducho en esto de la literatura, sabrá que:
-El viaje del elefante es el último libro de Saramago.
-Que están disponibles los premios Planeta de Savater y Ángela Vallvey.
-Que los libros románticos de Crepúsculo son adecuados para la sobrina adolescente.
-Que siempre se puede echar mano del último libro de Laura Gallego. Es una garantía.
-Que han sacado la segunda parte del ocho: El fuego.
Pero si vamos pidiendo más y más títulos, el comprador ocasional, el que se acerca a un gran almacén a pillar un regalo y no está muy al día de las novedades editoriales, probablemente se haga la picha un lío y acabe recurriendo a las carátulas de los libros que están en la mesa de novedades, se deje aconsejar por el dependiente (craso error, los pobres dependientes en Navidades van estresados y siempre van a quitarse de encima al cliente con la novedad más novedosa) o escoja los títulos anteriormente citados.
Por lo tanto, ¿tienen razón las editoriales a la hora de quejarse de la crisis? Me da a mí que sí. Se han vendido muchos libros: concretamente treinta millones de ejemplares. Pero de esos treinta millones, quince o veinte títulos se repetirán más que el ajo aceite, habrán unos cuantos incunables y mucho libro de fondo. Teniendo en cuenta que, hoy por hoy, nos encontramos ante un auténtico aluvión de novedades, me vuelve a dar la sensación de que se compran cada vez más libros de un determinado título y el resto queda olvidado en las mesas de novedades y en las estanterías de los grandes almacenes.
Obviamente, así es muy difícil sobrevivir en este negocio. Mucho para unos pocos y miseria para el resto.
9 comentarios:
David, no te engañes. No se han vendido treinta millones de libros. Se han vendido mil quinientas toneladas de papel.
Que no es lo mismo.
No lo digas así, hombre, porque entonces se me vienen a la cabeza esos pobrecitos árboles... sniff...
A ver, se me entienda. No lo digo porque todos esos libros me parezcan malos (aunque, a carta cabal, tampoco me entusiasma ninguno de los superventas navideños), sino porque nadie se los va a leer. Los libros de consumo de masas son regalos manidos y socorridos que se hace la gente entre sí para parecer cultureta y no gastarse con el prójimo mucho más que un billete azul, pero poca lectura veo yo.
Me gustaría equivocarme.
Aunque lo cierto es que estas fiestas me han telefoneado más para decirme cosas como "oye, Emilio, tú que lees, dime que libro le puedo regalar a Manolo" que cosas como "Feliz año, cabrón!".
Y por los árboles no sufras, que pronto dejarán de ser vistos como materia prima para esta industria. :-)
Efectivamente, has dado con la síntesis de lo que quería decir. La gente sólo regala superventas, libros superpromocionados... porque entran por los ojos. Luego a coger telarañas en la estantería... o no, da igual. Pero lo importante es que se vende mucho pero de un reducto cada vez más pequeño de títulos.
Eso hace que los pequeños escritores seamos una especie en peligro de extinción.
¿Que somos una especie en peligro de extinción, dices? ¡Ja!
Yo diría que ya nos estamos fosilizando.
Yo últimamente ya ni recibo cartas de rechazo. Ahora me llegan devoluciones por derribo.
Jopes :-(
Lo que está claro es que ahora mismo hay varios factores que nos abocan a una recesión literaria. Por un lado, los editores no están arriesgando a causa de la crisis (como cualquier empresario en España, obviamente) y ello está provocando que el mercado se vuelva más selectivo y mediático que nunca.
Por otro lado, hemos vivido un tiempo de bonanza económica. Han surgido muchas medianas y pequeñas editoriales que han publicado mucho. La crisis las ha barrido o ha provocado que se agarren los machos y no publiquen.
La demanda ha bajado. No pueden convivir tantos títulos en la mesa de novedades. Es más, no pueden convivir tantos títulos a la vez.
Creo que en los dos próximos años, sólo sobrevivirán los editores más listos (o con mayores recursos) y los autores que sepan jugar y guardar la ropa.
También creo que cualquier libro que entrañe un mínimo factor de riesgo no será publicado hasta que la recesión económica acabe.
Cada editorial va a jugar en su liga empleando sus mejores cartas y capeando el temporal como pueda.
Sea como sea, muchos ya se están preguntando cuál va a ser la situación de mercado cuando la crisis pase. Pero eso ya es otro cuento en el que prefiero no enzarzarme.
Pues yo opino que el mercado editorial se va a polarizar aún más. Literatura de centro comercial (la mediática, focalizada en diez títulos al mes y relleno) y Otrassss,.... En el sector otrasss, habrá más títulos (¡si cabe!) de la mano de tiradas cortas (de doscientos en doscientos, para ser exactos) y prácticamente a demanda, con un mayor peso de Iberoamérica, continente hoy inexistente para la editorial nacional. La visibilidad del autor no mediático seguirá siendo nula.
Todo esto apunta a un cambio drástico en lo tocante a distribuidoras.
Consecuentemente, creo que el trabajo de las editoriales peques será buscar su segmento de lectores y mantener con ellos una relación directa, dándole a conocer de modo personalizado las novedades. Y que el que lo haga bien, saldrá adelante, y el que no, cerrará, y que a esta partida, llamemosla marketing, habrá que derivar el pastón que actualmente se deriva a las poco operativas –para el pequeño- distribuidoras
Lo de las grandes es otra guerra. La clase media de autores no tendrá acceso a esas pilas de novedades de la División de Honor, a no ser que confluyan circunstancias muy excepcionales y aleatorias (del tipo que el autor reciba una brutal agresión que le ponga en boca de todos, que ingrese en prisión por sucesos escabrosos, que se líe con Paulina Rubio, etc...)
Del libro electrónico yo no me creo/espero/confio nada hasta que vea a los niños yendo a la escuela con su tablet y tal en la mochila.... Entonces hablamos.
Comprad "El Dios de los Mutilados" y dejad de discutir, hombre :P
Perro, la cuña te la voy a descontar del sueldo.
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