El domingo, en El País Semanal, apareció una entrevista a John Grisham, el autor por antonomasia de la intriga judicial y un prolífico creador cuyos bestsellers se venden por millones. Si alguien todavía no es capaz de situarlo (cosa que dudo), entre sus obras más relevantes están: La tapadera, El informe Pelícano, El cliente, Cámara de gas, Legítima defensa, El jurado, Causa justa, etc etc… Vamos, que si nos los has leído, seguro que los has visto en el cine.
Vamos con unos cuantos párrafos extraídos de la entrevista:
¿Cuál es el método Grisham?
Siempre estoy a la caza de ideas, porque no trabajo nunca en un solo libro, sino en varios a la vez. Aparte de la novela que esté escribiendo en un momento dado, voy dando forma en mi cabeza a las dos siguientes, de modo que el proceso de gestación de un libro empieza mucho antes de que llegue el momento de ponerme a escribirlo. En cuanto tengo la idea del libro, empiezo a organizar el argumento. Antes de escribir la primera palabra sé perfectamente todo lo que va a pasar. Luego viene un periodo que puede durar meses, durante el cual me dedico a documentarme a fondo sobre el tema, hasta que por fin llega el momento de escribir la novela, cosa que me lleva entre cuatro y seis meses. Los preliminares pueden variar, pero el grueso del libro lo remato en 90 días.
Cronológicamente, el plan es siempre el mismo, y sigue de cerca el curso de las estaciones del año. A finales de la primavera tengo una idea bastante clara de cómo va a ser la historia, y entonces empiezo a escribir, primero sólo un poco, una página al día, a veces dos; luego voy aumentando, hasta llegar a tres o cuatro páginas diarias. Cuando llega el verano, como ahora, entro en velocidad de crucero, y trabajo más horas. En estos momentos estoy sacando un promedio de cinco a siete páginas por día. Mantengo el ritmo a todo agosto, hasta que pongo fin al libro. A mediados de septiembre habré terminado la novela que tengo entre manos ahora mismo. Después de limpiar el manuscrito, lo dejo reposar, y antes de enviarlo a la imprenta, a primeros de diciembre, le echo un último vistazo. El 27 de enero estará en todas las librerías del país y esa misma noche quedaré para cenar con mi editor y con mi agente para fijar la fecha de publicación de la siguiente novela, que según mis cálculos será en febrero de 2010. Es un ritual que nunca falla.
Vamos a tener un poco de envidia: ¿Cómo es la vida de un escritor americano?
Me levanto muy temprano, a las seis de la mañana. Me tomo un café muy cargado y me encierro en mi despacho. Vivo en el campo, a quince millas al sur de Charlottesville, y tengo una oficina sin teléfono ni fax ni Internet, nada, silencio total. A las siete de la mañana estoy escribiendo a toda máquina. Con los años he aprendido que cuando rindo mejor es entre las siete y las diez de la mañana. Ésas son las mejores horas del día para mí y procuro aprovecharlas sin interrupciones. A partir de las diez, mi mente empieza a divagar; a las once ya voy casi sin gas. Es rarísimo que la sesión de escritura se prolongue hasta mediodía. Dicho así no parece que sea una jornada de trabajo muy dura, pero escribir de manera ininterrumpida durante cuatro o cinco horas es agotador. Al final de una sesión de escritura dura estoy física y mentalmente extenuado. Cuando acabo vengo en coche a Charlottesville, almuerzo en algún restaurante cerca del despacho y, una vez aquí, me ocupo de las cuestiones organizativas. Aquí es donde concedo mis entrevistas, hago reuniones, me ocupo de la correspondencia y hablo por teléfono con Nueva York. A media tarde me voy a casa y hago ejercicio, una sesión bastante rigurosa: levanto pesas, o salgo a correr, o a nadar, o juego a squash, durante una hora, más o menos. El resto del tiempo se lo dedico a mi familia.
¿Se siente prisionero Gisham de la literatura?
En el negocio del entretenimiento y en el mundo de la cultura popular, todo va por ciclos, ya se trate de cine, de música o de deporte. Son ciclos bastante amplios, pero no se sabe cuánto pueden durar. Eso es particularmente cierto en el caso de la ficción. No me siento presionado. Nadie me obliga a escribir un libro al año. Tengo un contrato que me obliga a escribir creo que son dos o tres libros durante los próximos cinco años, de modo que no hay presión contractual que me obligue a producir al ritmo que lo hago, pero es algo que me impongo, por tres razones: si no escribiera, no sabría qué hacer con mi tiempo; además, me divierte inmensamente hacerlo, y por último, mis libros siguen siendo inmensamente populares.
¿Cómo son los fans de Grisham?
—Mis fans saben perfectamente cuál es la fecha de publicación de mis libros, y esperan pacientemente a que llegue, pero no me puedo salir mucho del guión.
—Si lo que publico no es un thriller legal, a mis lectores no les hace mucha gracia.
La importancia de publicar un libro al año:
Entonces ocurrió algo importante: me advirtieron contra el éxito. En plena eclosión de ventas, los expertos me dieron un consejo: “Esto que te está pasando es un milagro, pero no lo puedes dejar. Si quieres mantenerte, tienes que sacar un libro el año que viene como sea. De lo contrario puede irse todo al garete”. Me advirtieron que de la misma manera que en el mercado editorial estadounidense se celebra el triunfo de un desconocido, en cuanto pasa un poco de tiempo, los mismos que te han estado jaleando disfrutan del espectáculo de contemplar la caída del nuevo ídolo. La línea divisoria entre el éxito y el fracaso es imperceptible, y yo tuve la fortuna de que me lo hicieran ver a tiempo. Había alcanzado un nivel de popularidad espectacular, el público se había fijado en mí, y ahora tenía que hacer un esfuerzo enorme por asegurarme su fidelidad. Si no les haces caso a los lectores, enseguida te dan la espalda. Me di cuenta de que, efectivamente, los grandes autores comerciales, los gigantes de la literatura popular como Stephen King, Robert Ludlum o Tom Clancy sacaban todos un libro al año. Comprendí que no me quedaba más remedio que hacer lo mismo y durante los tres años siguientes publiqué otras tantas novelas
Sobre la crítica:
Stephen King hizo una observación muy interesante al respecto. Hace muchos años que él publica hasta dos libros el mismo año. Lo que dijo King es que cuando un escritor hace algo así, los críticos dejan de fijarse en él, lo cual es una gran victoria. El autor a solas con sus lectores, haciendo de la crítica algo irrelevante.
¿Cuál es la clave del Best-Seller?
En primer lugar, para que un libro llegue a ser un best seller es indispensable que tenga suspense. Si el autor sabe manejar con destreza el elemento de suspense, las posibilidades de que el libro se venda bien son muy elevadas. El suspense es algo que engancha a todo el mundo. A todos nos encanta ver una buena película de suspense, leer un libro que te mantiene en vilo. En segundo lugar, en la historia tiene que haber un héroe o una heroína que se ganen inmediatamente las simpatías del lector. Una vez que se han identificado con él, hay que hacer que el protagonista se meta en una situación difícil, convertirlo en víctima de alguna traición, quizá poner su vida en peligro, para al final rescatarlo de las dificultades. Ésos son los ingredientes básicos del género de suspense. Luego están las marcas de identidad de cada autor; en mi caso, un buen conocimiento del mundo de la ley. En nuestra sociedad, en nuestra cultura, hay un apetito insaciable por las historias con un trasfondo legal. El mundo de la ley es algo que fascina a todo el mundo. A todo el mundo le encantan los juicios, los procesos legales, los tribunales y jurados que tratan de dirimir un asesinato; todo eso es parte de nuestro ADN. En resumidas cuentas, que la combinación de un buen suspense con un marco legal es formidable. En mi caso hay un tercer elemento, que no se da en todos los escritores, y es que mis libros son limpios, no hay nada escabroso ni moralmente objetable en ellos. Si un lector de 50 años lee una novela mía, sabe que se la puede recomendar indistintamente a su hija de 15 años o a su madre de 80, porque tiene la seguridad de que no hay nada moralmente reprobable en el libro. La clave de la fidelidad que me profesan muchos lectores es esa cualidad, que no es tan frecuente como parece. Hay una sobreabundancia de libros turbios y escabrosos
Defendiendo un estilo de literatura.
Resulta difícil determinar dónde acaba el arte y dónde empieza el entretenimiento, es una frontera porosa. Los extremos están claros: por una parte estarían los escritores que hacen literatura de calidad sin tener en cuenta ningún tipo de criterio comercial, y en las antípodas, los autores que escriben exclusivamente con ánimo de satisfacer las necesidades del mercado de masas. Pero hay toda una zona intermedia entre los dos extremos. Hay autores que escriben literatura de calidad que venden bien, así como autores populares cuyos estándares se acercan a los de la alta literatura. ¿Cuál es mi posición en todo esto? La alta literatura exige dedicar mucho tiempo a indagar en las profundidades del espíritu humano, sondeando el carácter de la gente, prestando atención a las relaciones humanas. El argumento no es tan importante. Sí es importante conseguir transmitir un sentimiento del espacio local, del entorno, del paisaje. Yo sé que lo que yo hago no es literatura. Para mí, el elemento esencial de la ficción es el argumento. Mi objetivo es conseguir que el lector se sienta impelido a pasar las páginas a toda velocidad. Si quiero lograr eso, no me puedo permitir el lujo de distraerlo. Tengo que mantenerlo en vilo, y la única manera de hacerlo es utilizando las armas del suspense. No hay más.
5 comentarios:
A mi este autor siempre me ha parecido demasiado artificial. Sus libros no me enganchan, incluso llegan a parecerme aburridos.
Una muy buena entrevista.
Creo que eso de publicar un libro al año es lo que hace que un escritor consiga que sus libros se vendan bien, pero debe de quedar extasiado. Aunque por lo que cuenta, lleva una vida plena, porque tiene tiempo para escribir y para su familia.
Parece todo demasiado ideal.
Bueno, algo bueno tiene su método de trabajo: sabe lo que le gusta a la gente y eso es lo que ofrece.
Se le puede reconocer su honestidad: ni siquiera él llama literatura a sus libros. Yo no los conozco, porque no me llaman la atención, pero me figuro cómo podrían ser. Me parece muy bien que uno sepa situarse bien donde está y encima lo reconozca libremente. :)
Es lo bueno de ser un Grisham, un King o un Cussler. La posición te da libertad y ya no tienes pelos en la lengua.
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