martes, diciembre 18

Roma

Hay programas que desde el principio están destinados a ocupar un puesto de honor en la parrilla de televisión y, para un servidor, Roma (sus dos temporadas) es sin duda una de las series más espectaculares que se han visto en la pequeña pantalla y eso que en España, como viene siendo habitual, ha sido emitida de forma bastante desapercibida.

Y es que ya de por sí, la historia de Julio César y sus descendientes es apasionante. Si a eso se le une la espectacularidad de los medios visuales actuales, el resultado bien podría ser la mejor serie histórica de todos los tiempos (con permiso de la limitada pero eficiente «Yo Claudio»). La primera temporada arrancaba con la conquista de las Galias y la ruptura de Julio César y Pompeyo el Grande y acababa con el asesinato de Julio César ante el Senado a manos de su hijastro Bruto. Aunque rápidamente dos rudos y peculiares mercenarios se adueñaban de la historia: Lucio Voreno y Tito Pullo, que se las veían y se las deseaban para recuperar el águila dorada, estandarte de César, de las manos de varios galos rebeldes, a la vez que salvaban el pellejo del pequeño Octavio, hijo de Atia, la sobrina de César. Tanto Voreno como Pullo se convierten en los protagonistas secundarios de la serie y de su mano conocemos la grandeza y la parte más sórdida de una ciudad que aspira a convertirse en el eje del mundo. La tragedia de Voreno y su esposa Niobe nos acompaña durante toda la temporada. Mientras tanto, Tito Pullo se convierte en el “apoderado” del joven Octavio, protegido de César en su escalada de poder. Por supuesto, otro de los grandes personajes de esta primera parte es el brutal Marco Antonio, comandante y primo de César.

Si ya de por sí, la primera temporada era frenética: las batallas de César contra Pompeyo, Catón, Escipión, Cicerón y Bruto, las intrigas de Atia y Servilia (la mamá de Bruto), la muerte de Pompeyo, la intervención de César en los conflictos entre los Ptolomeo y Cleopatra, el sometimiento de Egipto ante Roma, la ascensión de César, su asesinato… el segundo acto se vuelve más espectacular, pues los acontecimientos se precipitan. Mención especial adquiere el enfrentamiento entre los dos verdaderos protagonistas de esta temporada: Marco Antonio, al que el pueblo ve cómo heredero de Julio César (y del que Atia está perdidamente enamorada) y Octavio, que asume el rol de aspirante a Emperador que César —y su testamento— querían para él.

Quizás, el handicap de esta segunda temporada (y lo que hubiéramos agradecido los fieles seguidores de la serie) es la cantidad de acontecimientos que engloba y que empequeñecen la trama de la primera temporada. Recordemos: la ruptura entre Octavio y Marco Antonio, el exilio de Bruto y Casio y su pacto con Cicerón por restaurar la República, la reconciliación de Octavio, Marco Antonio y Lépido, la Batalla de Filipos, el Triunvirato que segmenta Roma, el romance de Marco Antonio y Cleopatra y, por último, la Batalla de Accio que acaba con la vida de los dos amantes y convierte a Octavio en César Augusto. Son muchos los acontecimientos históricos que intervienen en esta segunda temporada y, quizás, un ritmo más pausado hubiera sido adecuado para la perfecta degustación de la historia. Además, recordemos que los personajes secundarios e históricos son numeros: Cicerón, Herodes, Cleopatra, Octavia y su romance prohibido con Agripa, Livia, Cesarión… Además, la historia de Tito Pullo y Lucio Voreno se enriquece y se vuelve más trágica si cabe. La búsqueda de la familia de Voreno, sitúa a éste a la cabeza del Barrio del Aventino, uno de los lugares más peligrosos de Roma gracias al dominio del grano. Comienzan las luchas fraticidas entre las diferentes familias gremiales que dominan a los plebeyos de Roma, y las familias de Pullo y Voreno, irremediablemente, se ven afectadas por esta escalada de violencia.

Pero entre todos los personajes que intervienen en esta segunda temporada, merece especial atención Octavio, el hijo de Atia y heredero de César. Su transformación de niño a aspirante a Emperador, sin escrúpulos pero, al mismo tiempo, dotado de una inteligencia privilegiada, lo convierte en una figura magnética para el espectador. Su enfrentamiento enconado con Marco Antonio mantiene la tensión durante toda la segunda temporada. Si el primo de César es ordinario, tosco, visceral y corto de miras (debido a su ascendencia militar), Octavio representa los valores de Julio. Sólo mira por Roma y por su carrera política, está destinado a ser uno de los Emperadores más poderosos del Imperio y no duda a la hora de tomar decisiones, aún así, de vez en cuando nos encontramos con que detrás de la figura mayestática de Octavio hay tan sólo un niño que se enfrenta a un adversario peligroso y terrible que tiene el favor de su propia madre.

Una pena que Roma haya acabado ya. Era una gran producción y se ve que la pasta no daba para más. Pero permítanme soñar y pensar en una tercera temporada con César Augusto y Tiberio, con el despiadado Sejano, con el siniestro Calígula y el tartamudo Claudio, o con el demente Nerón y la implacable Agripina. Es cierto que «Yo Claudio» ya ofrece todo eso, pero una actualización con la visión de Roma tal como nos la ofrecía HBO hubiese sido maravillosa.

By David Mateo with 2 comments

2 comentarios:

Estoy totalmente de acuerdo contigo. La saga de Roma es tan grande que un serie, incluso tan bien realizada como ésta, no puede plasmar todos estos acontecimientos de un solo golpe.
Espero que por algún milagro, podamos seguir disfrutando de esta superproducción.

El gran problema de Roma no fue la audiencia, que seguro era muy grande. Sino el coste de la serie. Una pena :-(
Sin embargo, hace tiempo se habló por aquí sobre una revisión del libro "Yo Claudio". Esa película podría ser una Roma en potencia.

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