sábado, octubre 20

El Cementerio de los Héroes Caídos


Suelen decir que soy un tío bastante realista, poco dado a la superchería e incluso con cierta tendencia a la indiferencia. Hace unos días, hablando con Anabel (mi compi en un proyecto muy chulo que estamos preparando) me dijo que era frío y calculador (sí, lo sé, a pesar de eso sigo trabajando con ella) pero cuando saqué a Mar Intenso y le dije que ese era el talismán que me había acompañado a lo largo de mis últimos periplos literarias, creo que cambió un poco su forma de pensar sobre mí.

¿Que qué es Mar Intenso? Para llegar a él, hay que hacer un poco de historia. Así que voy a mostraros uno de los rincones más íntimos de mi vida: ¡¡El Cementerio de los Héroes Caídos!! El ataúd, tal como lo veis aquí:

suele estar situado sobre los libros de Stephen King (vale, lo habéis acertado, muy cerca de Cementerio de animales, todavía guardo la esperanza de que Dios sea piadoso e igual que los zombies vuelven a la vida, mis pequeñas reliquias recobren ese recubrimiento metálico que les hace parecer nuevas), pero de vez en cuando lo recupero, abro la tapa y veo esto:

El primer cuerpo (el de arriba) no llegó a tener ni nombre. Murió de forma anónima… sinfff. Ni tan siquiera recibió el karma de un escritor, salvo el mío. De tanto utilizarlo perdió el recubrimiento (o quizás lo repelara yo con las uñas debido a algún tic nervioso), le saltó la capucheta y el muelle se fue a hacer puñetas. Con él corregí las primeras versiones del manuscrito de El último dragón (que más tarde recibiría el nombre de Nicho de reyes), infinidad de cuentos malísimos y la novela corta «El enigma de Trujillo» (publicada por Domingo Santos en la extinta revista Asimov Ciencia Ficción). Como podéis apreciar, el bolígrafo recibió una tunda terrible, hasta el punto que hoy no es más que un cadáver irreconocible. Sin embargo, lo guardo con mucho afecto y cada vez que lo miro, me recuerda que ese fue el bolígrafo que me impulsó a la profesionalidad y el que me dio pie a vivir esos primeros días de gloria.

Abajo un cadáver reciente: Escarlata Karuth. Me lo regaló mi amiga Nuria Gasco en la primera presentación que hice en Madrid, en el Hard Rock Café. Como suele ser costumbre, caí en el error de todo escritor primerizo: acudir a una presentación sin la principal herramienta de un autor, el bolígrafo. Pero ahí estaba Nuria para solventar mi error. Me regaló un bolígrafo con propaganda de la librería madrileña Estudio en Escarlata. De inmediato, comprendí que todo bolígrafo destinado a viajar (y más si está en mis manos) está abocado a un destino terrible. Escarlata Karuth no sufrió un abandono indeseado en una mesita de hotel, pero padeció el sino de todo boli encomendado a largas e intensas incursiones en firmas de libros, ferias, quedadas y presentaciones, es decir, mutilaciones a mansalva, amputaciones, desmembramientos y demás heridas de guerra que le dieron un retiro prematuro (ha durado sólo dos o tres años).

Recuerdo que por unas Navidades de hace dos años me llegó un regalo inesperado de una amiga escritora: Lucía González. ¿Qué era? Mar Intenso. Por aquel entonces, el primer boli anónimo (ese que he referido al principio de este mensaje y que era huérfano de nombre) ya estaba bastante trastocado y comenzaba a autodestruirse con cada corrección. Me costaba desprenderme de él. Pensaba que un bolígrafo podía acompañar a un escritor durante toda su vida literaria (como las espadas legendarias a los héroes de los libros), pero entonces me llevé mi primera gran desilusión: las espadas se mellan y los bolis se autodestruyen por el uso. Así que no tuve más remedio que enterrar a anónimo y ceder su corona a MAR INTENSO.

¡Que bello es, ¿verdad?! Dos años y todavía reluce como si acabara de salir de la papelería; aunque ya le he hecho algún recambio de tinta. Con Mar Intenso corregí El último dragón, Encrucijada, El Monje de San Pedro y relatos como «Baila, baila, bailarina», «Feliz Navidad, Norma Jean», «Ganado literario», «Los celadores de San Patricio», «Cerebro Mentor», «Chalala», «Gloria del Padre», «Reina de Sangre», «Las extrañas vicisitudes de la Mosca Carmelita en la habitación oscura», «El extraño caso de Victor Guerra», «Nickelodeon», «El regalo de boda», etc etc… Relatos con los que quedé finalista en concursos literarios, alcanzaron su publicación en papel e, incluso, recibí pasta por ellos.

Además, con Mar Intenso comencé a desarrollar una especie de manía personal que todavía me aferra. Todo escritor posee una bulliciosa naturaleza creativa que, de alguna manera inexplicable, se transmite a través de sus dedos (lo sé, no hay fórmula matemática ni física que demuestre esta teoría, pero yo estoy seguro de que existe), así que la mejor manera de captarla y que quede prendida en un objeto material es que esos dedos entregados al arte toquen, rocen, acaricien, palpen o escriban con ese objeto, en este caso el bolígrafo. Si ese es el caso, Mar Intenso ha pasado por las manos de grandes escritores a los que admiro profundamente: desde la propia Lucía (que me lo regaló) a otros autores más conocidos como Rafael Marín, el meu germá Juanmi Aguilera (en varias ocasiones), Javier Negrete, Santiago García Clairac (con el que casi me peleo para que me firmara su libro con MI bolígrafo en vez de con SU rotulador de hacer dibujos), León Arsenal, Hipólito Sánchiz, Laura Gallego, Kiril Yeskov, Richard Morgan, Jose Miguel Vilar y un largo etcétera que ahora mismo no recuerdo.

Si los escritores desprenden una energía mística, Mar Intenso debe estar recargado de ella. Sigo trabajando con él. Es más, mis últimos libros inéditos los he corregido con él y todos tienen muy buenas perspectivas de publicación. Se ha convertido en una especie de talismán que no se separa de mí. Ahora lo suelo llevar incluso a presentaciones literarias (y ya pide una nueva recarga de tinta). Probablemente se convertirá en un bolígrafo de batalla, como Escarlata Karuth, que tan pronto estará sobre la cama de mi dormitorio, como en Madrid, Barcelona o Sevilla. Creo que resistirá mejor que Escarlata Karuth los avatares de los viajes, no en vano, en dos años no ha sufrido ni una muesca y su estructura se mantiene como si fuera nueva. ¡¡Que gran regalo me hiciste, Lucía!!

¿Y cuál es el futuro? Pues tiene este aspecto:

¡Sí, amigos! ¡Es el rostro del nuevo siglo! ¡¡PORSCHE!! ¡El bolígrafo del nuevo milenio! Me lo regaló mi sobrina Anabel por mi cumpleaños (todos mis grandes bolis proceden de una mano femenina, por eso dan tan buen rendimiento). De momento he empezado a utilizar a Porsche en el libro de terror que estoy escribiendo, no ha recibido karma de ningún escritor, pero todo llegará. Su recubrimiento es bellísimo: negro azabache, que brilla como el cabello de una mulata, con remaches plateados que emiten destellos cristalinos. Por las noches, cuando llego a casa, lo utilizo de linterna. Además, incluye una funda de piel que impide su deterioro. Una maravilla. Con este bolígrafo en los dedos os aseguro que los textos se corrigen solos.

Pues sí, tras estas divagaciones debo admitir que soy un fetichista y que mi personalidad tiende a buscar talismanes donde aferrarse. Me gustan mis herramientas de trabajo y me gusta pensar que tienen vida, que adquieren tintes de leyenda, que forman parte de un círculo de trabajo que comienza y acaba con cada libro. De vez en cuando abro el Cementerio de los Héroes Caídos y observo a esos soldados que dieron su tinta para engalanar esos libros que algunos de vosotros guardáis en la estantería, me recuerdan lo mucho que aportaron a mi trabajo y eso me hace sentir muy satisfecho.


By David Mateo with 2 comments

2 comentarios:

Aaah, ahora ya se porque me enseñaste el boli de lejos. ¡Para que no lo tocara! Yo, sacrílega, que te dije que eras frío (y encima ni me molesté en explicartelo).
Estupendo recorrido por la vida y milagrerío de tus fetiches, Tobías. Como suele decirse 'y que cumplan muchos más'

La próxima vez te pego el boli a los dedos con esparadrapo y verás como te roba todo el karma. Ahora, luego no te quejes que te has quedado sin inspiración para nuestro proyecto.

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