Ante todo debo admitir que nunca he seguido la saga de
Dejando a un lado mis prejuicios —o mis no-prejuicios, llámenlos como quieran— debo decir que, lo que más me sorprende de este autor, es su tremenda capacidad inventiva. El último tomo que salió al mercado: Cuchillo de Sueños, es la novela número 17 —¡¡la número 17, señores!!— de su monumental saga
Un servidor, que modestamente lleva tres volúmenes de una saga que aspira a llegar a los ocho y que necesita levantar la cabeza un poco y respirar, alejarse de La tierra del dragón para crear otras historias, otros universos, no puede sentir mas que envida —y no envidia de la sana porque esa no existe, envidia de la que taladra las entrañas— ante la fastuosa creación de un autor que ha consagrado su vida a una historia, a un sueño, a una leyenda. Llámenlo como quiera.
Hace un año, más o menos, supe a través de alguien muy importante de Planeta que la vida de Robert Jordan corría grave peligro. Había sido ingresado en el hospital pero logró superar su enfermedad. Una enfermedad bastante grave ante la que muchos hubieran bajado los brazos. Supongo —o al menos me gustaría pensar— que Robert Jordan le pidió a uno de sus dioses tiempo. Tiempo para aclarar sus ideas, para anotar imágenes, pensamientos, para redondear una saga que sabía cómo iba a comenzar y acabar desde un principio, una Rueda del tiempo que le otorgó una oportunidad para legar la leyenda que soñó una vez.
Ha muerto uno de los grandes de la literatura fantástica, con muchos libros en su zurrón y una saga majestuosa a las espaldas. Es una auténtica pena que no rematara él mismo la faena, sobre todo ahora que todo parecía indicar que iba a abordar el último libro. Pero serán sus herederos los que concluyan la Rueda. El tiempo prestado de Jordan se ha acabado, pero al menos logró perpetuar su historia. Y eso, en cierta forma, es lo que lo hace grande como autor y depara la envidia de alguien que aspira a ser una cuarta parte de lo que él fue.
1 comentarios:
Era cristiano convencido, asi que no fue a uno de sus dioses sino a Dios.
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