domingo, septiembre 16

La visión de un domador de dragones en Vaga Media


¿Qué le mueve a un autor a escribir? ¿Qué le impulsa a sentarse delante del ordenador y dejar volar la imaginación? ¿Qué significados tiene La tierra del dragón para un servidor? Por encargo de Vega Media Press, intento responder a todas estas preguntas (y a unas cuantas más que me saco de la manga) en un pequeño artículo titulado: La visión de un domador de dragones. Espero que os guste.

LA VISIÓN DE UN DOMADOR DE DRAGONES


Sentarse y escribir. ¿Puede haber sensación más gratificante que esa? Pues sí, la hay: crear. Dios tuvo que ser escritor en otra vida, y el tipo debió pasárselo muy bien, porque nos rodea la obra más maravillosa jamás vista por el hombre. Y ante eso, no hay más que rendirse. Cualquier escritor, sea de fantasía o realismo, recurre a la vida misma para reencontrarse con sus pensamientos. Nos inspiramos en libros ya escritos, robamos pasajes a la Historia y los retorcemos a nuestra manera y forma, asumimos como nuestras acciones de héroes extintos y las adornamos con gestas con las que tratamos de arrancar una mueca de asombro a nuestros lectores. Los escritores, en suma, somos fEalsificadores de la realidad. Porque de la realidad misma surgen sueños y pesadillas, y ya seamos trovadores entregados a lo histórico o a lo onírico, buscamos cimientos en nuestras propias raíces.

Además, somos osados. Ya lo dijo Borges: Mis amigos me dicen que mis cuentos son muy superiores a mis poesías, que soy un intruso en la poesía y no debería escribir versos, pero a mí me gustan los versos que escribo. Lo importante en esto del ejercicio literario es ir un poco más allá y dar la vuelta a lo que no se puede dar la vuelta, atravesar la frontera que nadie te aconsejaría que atravesaras. ¿Por qué? Porque somos descarados.

Con estas premisas: osadía y creatividad, escribí La tierra del dragón (además de todas las obras y cuentos que hasta el día de hoy he escrito y a bien han tenido publicarme); decidí poner galeones donde no los había, decidí escribir historias de civilizaciones que habían optado por cerrar los ojos a un ominoso pasado, decidí crear dragones y hacerlos grandes, muy grandes, pero al final caí en la tentación y los hice más humanos que inmortales. La tierra del dragón (y por extensión los tres libros que hasta ahora llevo escritos: Nicho de reyes, El último dragón y Encrucijada) es una saga río que cabalga entre la épica y el folletín, una aventura que nace desde personajes en los que podemos identificarnos, a pesar de la grandeza u oscuridad que les rodea. Es la historia de tres hermanos: Galendor, Ikra y Elvor cuyas vidas están predestinadas a cambiar, a evolucionar, a distanciarse. La pasión y el odio son los principales resortes que mueven el mundo, en La tierra del dragón también lo son. Existen caballeros entregados al honor, pero también truhanes y piratas que anhelan un esplendor que difícilmente podrán alcanzar. La historia, una vez más, narra el conflicto entre la luz y la tiniebla, entre el bien y el mal; pone sobre la mesa cartas engañosas que amagan caminos correctos e incorrectos, y cada uno de los personajes que componen la obra se verá obligado a decidir qué hacer, cómo actuar o cuál será la carta —equivocada o acertada— que tomará de la mesa y dictaminará su destino.

No quiero citar un torrente inacabable de nombres que han inspirado las andanzas de La tierra del dragón, pues tendría que comenzar por el primer filósofo que pisó nuestro mundo y terminar por el autor que ha escrito el libro que actualmente preside mi mesita de noche. El adiestramiento de la escritura y el aprendizaje que ello comporta, no es un ejercicio finito, sino todo lo contrario. El autor debe ser una esponja que crezca en riqueza cultural con cada nuevo trabajo, con cada obra leída. Por lo tanto, La tierra del dragón es una saga que no tiene fondo en cuestión de inspiración y raíces. Desde las obras más básicas del panorama clásico a lo contemporáneo han curtido las letras derramadas en el manuscrito, no obstante, como autor creo que el lenguaje evoluciona y lo arcaico y lo moderno deben darse la mano. Esa es la visión que he tratado de ofrecer en mi libro y espero que cada lector pueda encontrar.

Y si Dios se lo pasó muy bien creando la obra soberbia que hoy nos rodea, yo, algo más modesto en proporciones divinas, me lo pasé (y me lo sigo pasando) genial escribiendo la saga que actualmente se encuentra en los escaparates de las librerías. Recordad que en La tierra del dragón hay dragones y elfos, caballeros y piratas, orcos y princesas, reyes y magos, pero también hay sentimientos y pasiones que sustentan el alma de la trama, y eso, a mi entender, es lo que inmortaliza a los libros: las emociones que enjaulan las letras. Todo lo demás está de sobra.

By David Mateo with 4 comments

4 comentarios:

Además de unas buenas dosis de erotismo y sexo, claro.

¿Yo? ¿Sexo? Seguro que te refieres a otro libro...

Ahhh...escribir, dulce placer, tu lo has dicho compañero.

Un servidor ya no sabe pasar un día sin escribir. Algunos dirían que es una maldición, para mí es el más maravilloso de los placeres.

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