Se hizo público ayer, el francés Jean-Marie Le Clézio obtuvo el Nobel de Literatura, un tipo que no aparecía en las quinielas y que se especula que su discurso de aceptación del Nobel versará sobre las dificultades que tienen los jóvenes para que les publiquen, o las que tiene un autor que escribe en lengua criolla para traducir su pensamiento al francés y encontrar un editor fuera de su isla. Me parecen temas, sobre todo el primero, que inquietan bastante a la comunidad de escritores que ahora mismo se expande por todo el mundo.
Otras frases destacadas de Le Clézio: «Escribir no es sólo estar sentado en tu mesa contigo mismo, es escuchar el ruido del mundo» o «Como todos los premios literarios, [el Nobel] significa ganar tiempo, resurgir, tener más ganas de escribir.» «Es una respuesta, ya que uno escribe para ser leído y ser respondido.» En fin, mensajes coherentes para una época incoherente en el que los mensajes transmitidos por los escritores bohemios salen de las bocas tan encriptados que hay veces que no llegan a todos.
Sea como sea, el escritor sueco Kjell Espmark, va a publicar en breve en España su ensayo «El Premio Nobel de Literatura. Cien años con la misión.» En él, se ahonda en los vericuetos de este afamado galardón que, una vez al año, irrumpe en nuestras vidas. Recientemente, El país digital ha publicado una serie de conclusiones del libro de Espmark la mar de interesantes. Las transcribo para todos aquellos que le pueda interesar:
- Un testamento. Epsmark insiste en que la historia de la distinción literaria más importante del mundo es casi la de "un intento de interpretación de un testamento poco claro". El del propio Alfred Nobel, que antes de morir en 1896 dictó una cláusula específica para el galardón de letras: que se concediera a quien hubiera producido «lo mejor en sentido ideal». Los dolores de cabeza vinieron siempre de la palabra ideal.
- El candidato perfecto. La Academia Sueca tenía un siglo largo cuando recibió el encargo de gestionar el premio. Era un reducto conservador, de ahí que varios miembros votaran en contra de aceptar la donación de Nobel. De ahí también que la traducción que durante más de una década se manejó para ideal fuera Dios. Así, Tolstói y Zola fueron descartados por heréticos y pesimistas. El «candidato casi perfecto», dice Epsmark, era el británico Rudyard Kipling. Abanderado de la fe, las leyes y la disciplina, ganó en 1907.
- El Nobel global. Consciente de que la literatura iba por un lado (la ruptura) y el Nobel por otro (la tradición), la Academia se renovó después de las incertidumbres de la Primera Guerra Mundial para, en los años treinta, interpretar ideal como popular. Fue el momento de grandes éxitos estadounidenses como Sinclair Lewis y Pearl S. Buck. La Segunda Guerra detuvo el premio durante cuatro años pero marcó el momento de compensar a los innovadores (Gide, Eliot, Faulkner). Los setenta, entretanto, asentaron unos criterios de utilidad que duran hasta hoy. Aparte de la calidad, que se presupone, el galardón debe señalar géneros literarios, idiomas o ámbitos culturales tradicionalmente postergados. Llegaba el Nobel global y se abría la puerta a Asia y África. Y a las mujeres, sólo 11 en 106 años de historia. Cinco de ellas en las últimas dos décadas. La más reciente, Doris Lessing, en 2007.
- El escritor del año. Aunque ahora el Nobel premia toda una carrera, sus estatutos piden que se valoren los trabajos realizados «durante el año anterior». También la idea de literatura es elástica. Lo han ganado historiadores (Theodor Mommsen), filósofos (Bertrand Russell) y hasta políticos (Churchill). Eso sí, Freud fue rechazado por científico. En los años setenta, la Academia dejó por escrito que su premio no era al mejor escritor del mundo -«algo así no existe»-, sino «a uno muy bueno».
- Los españoles. El cuarto Nobel de la historia fue, en 1904, para José Echegaray. Luego vendrían Benavente, Juan Ramón Jiménez, Aleixandre y Camilo José Cela. En Vicente Aleixandre se premió a la generación del 27 en el momento, 1977, de la llegada a España de la democracia. Se pensó en que lo compartiera con Alberti para atender al exilio, pero pesó más el papel del primero como maestro de los jóvenes.
Candidatos españoles hubo más. El más firme de todos ellos, Benito Pérez Galdós. También, Ortega y Menéndez Pidal. El catalán Àngel Guimerà, candidato en 1919, fue rechazado para no ofender a los castellanohablantes.
- Los rechazos. Joyce e Ibsen pagaron su audacia ante una Academia tradicionalista, y Paul Valéry fue el eterno finalista en los treinta. En 1945 se lo iban a dar pero murió. Unamuno era firme candidato en 1935 y ese año no hubo Nobel. Sartre jugó, en 1964, el papel contrario: rechazó el galardón. Luego reclamó el dinero.
- Los políticos. La I Guerra Mundial llenó el palmarés de escandinavos. Así, un premio marcadamente franco-alemán evitaba alinearse. Las lenguas minoritarias siempre han sido un tema peliagudo, pero Espmark recuerda que a veces fueron decisivas traducciones hechas en edición de 18 ejemplares. Lo mismo que Pasternak (1958), Solzhenitsin (1970) o Brodsky (1987) levantaron ampollas en la URSS, Gao Xingjian las levantó en China en 2000. La Academia no responde a las quejas oficiales. En palabras de su secretario: «Con las decisiones del premio pasa como con los besos, no hay que pedir permiso antes ni disculpas después».
Otras frases destacadas de Le Clézio: «Escribir no es sólo estar sentado en tu mesa contigo mismo, es escuchar el ruido del mundo» o «Como todos los premios literarios, [el Nobel] significa ganar tiempo, resurgir, tener más ganas de escribir.» «Es una respuesta, ya que uno escribe para ser leído y ser respondido.» En fin, mensajes coherentes para una época incoherente en el que los mensajes transmitidos por los escritores bohemios salen de las bocas tan encriptados que hay veces que no llegan a todos.
Sea como sea, el escritor sueco Kjell Espmark, va a publicar en breve en España su ensayo «El Premio Nobel de Literatura. Cien años con la misión.» En él, se ahonda en los vericuetos de este afamado galardón que, una vez al año, irrumpe en nuestras vidas. Recientemente, El país digital ha publicado una serie de conclusiones del libro de Espmark la mar de interesantes. Las transcribo para todos aquellos que le pueda interesar:
- Un testamento. Epsmark insiste en que la historia de la distinción literaria más importante del mundo es casi la de "un intento de interpretación de un testamento poco claro". El del propio Alfred Nobel, que antes de morir en 1896 dictó una cláusula específica para el galardón de letras: que se concediera a quien hubiera producido «lo mejor en sentido ideal». Los dolores de cabeza vinieron siempre de la palabra ideal.
- El candidato perfecto. La Academia Sueca tenía un siglo largo cuando recibió el encargo de gestionar el premio. Era un reducto conservador, de ahí que varios miembros votaran en contra de aceptar la donación de Nobel. De ahí también que la traducción que durante más de una década se manejó para ideal fuera Dios. Así, Tolstói y Zola fueron descartados por heréticos y pesimistas. El «candidato casi perfecto», dice Epsmark, era el británico Rudyard Kipling. Abanderado de la fe, las leyes y la disciplina, ganó en 1907.
- El Nobel global. Consciente de que la literatura iba por un lado (la ruptura) y el Nobel por otro (la tradición), la Academia se renovó después de las incertidumbres de la Primera Guerra Mundial para, en los años treinta, interpretar ideal como popular. Fue el momento de grandes éxitos estadounidenses como Sinclair Lewis y Pearl S. Buck. La Segunda Guerra detuvo el premio durante cuatro años pero marcó el momento de compensar a los innovadores (Gide, Eliot, Faulkner). Los setenta, entretanto, asentaron unos criterios de utilidad que duran hasta hoy. Aparte de la calidad, que se presupone, el galardón debe señalar géneros literarios, idiomas o ámbitos culturales tradicionalmente postergados. Llegaba el Nobel global y se abría la puerta a Asia y África. Y a las mujeres, sólo 11 en 106 años de historia. Cinco de ellas en las últimas dos décadas. La más reciente, Doris Lessing, en 2007.
- El escritor del año. Aunque ahora el Nobel premia toda una carrera, sus estatutos piden que se valoren los trabajos realizados «durante el año anterior». También la idea de literatura es elástica. Lo han ganado historiadores (Theodor Mommsen), filósofos (Bertrand Russell) y hasta políticos (Churchill). Eso sí, Freud fue rechazado por científico. En los años setenta, la Academia dejó por escrito que su premio no era al mejor escritor del mundo -«algo así no existe»-, sino «a uno muy bueno».
- Los españoles. El cuarto Nobel de la historia fue, en 1904, para José Echegaray. Luego vendrían Benavente, Juan Ramón Jiménez, Aleixandre y Camilo José Cela. En Vicente Aleixandre se premió a la generación del 27 en el momento, 1977, de la llegada a España de la democracia. Se pensó en que lo compartiera con Alberti para atender al exilio, pero pesó más el papel del primero como maestro de los jóvenes.
Candidatos españoles hubo más. El más firme de todos ellos, Benito Pérez Galdós. También, Ortega y Menéndez Pidal. El catalán Àngel Guimerà, candidato en 1919, fue rechazado para no ofender a los castellanohablantes.
- Los rechazos. Joyce e Ibsen pagaron su audacia ante una Academia tradicionalista, y Paul Valéry fue el eterno finalista en los treinta. En 1945 se lo iban a dar pero murió. Unamuno era firme candidato en 1935 y ese año no hubo Nobel. Sartre jugó, en 1964, el papel contrario: rechazó el galardón. Luego reclamó el dinero.
- Los políticos. La I Guerra Mundial llenó el palmarés de escandinavos. Así, un premio marcadamente franco-alemán evitaba alinearse. Las lenguas minoritarias siempre han sido un tema peliagudo, pero Espmark recuerda que a veces fueron decisivas traducciones hechas en edición de 18 ejemplares. Lo mismo que Pasternak (1958), Solzhenitsin (1970) o Brodsky (1987) levantaron ampollas en la URSS, Gao Xingjian las levantó en China en 2000. La Academia no responde a las quejas oficiales. En palabras de su secretario: «Con las decisiones del premio pasa como con los besos, no hay que pedir permiso antes ni disculpas después».
2 comentarios:
y que el hombre es un completo desconocido. Los libros que tiene publicados en castellano están descatalogados, pero imagino que la maquinaría editorial ya estará trbajando en subsanar eso y la semana que viene ya veremos en los escaparates de las librerías el cartelito "premio nobel 2008"
Y ya tengo el especial de Sitges de Historias Asombrosas, enhorabuena a ti en particular y atodos los que haceis la revista.
A ver cuando tengo tiempo de leerla.
Pues nada, enhorabuena, una vez más parece ser que el coordinador de contenidos de la revista va a ser el último en verla.
En fín...
Publicar un comentario