jueves, octubre 23

Vida y muerte de un escritor…

Todos empezamos a escribir por una inercia casi espiritual que nos impulsa a ponernos delante de una máquina y teclear textos extirpados directamente de nuestro lóbulo central. Cuando somos críos, ni miramos la forma ni el fondo, escribimos por inercia, lo hacemos como el que ríe o llora, como el que juega o estudia. Tenemos un corazón hecho de tinta y papel y cada latido que procede de él es un impulso que nos lleva a rellenar más páginas.
Acabada la adolescencia, comienzan las inquietudes, las sensaciones tan típicas de las hormonas descontroladas; vemos la vida con ojos diferentes y queremos adaptarnos a ella, necesitamos vaciarnos para, después, volvernos a llenar con parte de un mundo que ya no nos pertenece (es la gran diferencia entre ser niño y joven: el niño es el eje del mundo, el joven se siente desplazado al hemisferio más septentrional de ese mundo). Y la mejor manera de conquistar metas que en nuestra vida cotidiana jamás alcanzaremos es la de soñar. ¿Y qué mejor sueño que aquel que subyace en nuestro inconsciente y que se traslada al papel a través de las terminaciones nerviosas de nuestros dedos? Sólo entonces comprendemos que nuestra escritura no es pura, porque otra de las cualidades del ser humano es el de la comparación y el de la superación. Inevitablemente, vemos en otros textos las virtudes que nosotros somos incapaces de bosquejar en un papel.
Es en ese momento cuando comienza la purga… sí, sí, la purga. Empezamos a quitarnos de encima costras literarias que llevamos arrastrando desde que éramos críos. Queremos ser perfectos, anhelamos ser perfectos, deseamos ser perfectos… necesitamos ser perfectos. Y la perfección es un grado máximo que sólo los genios pueden alcanzar. El resto, con el tiempo, aprendemos esa gran verdad a base de trompazos contra el muro inexorable de la vida y nos conformamos con mejorar y aprender… que oigan, no es poco. Y aun así, nuestros primeros trabajos en esa nueva faceta no serán mucho mejores que el papel de periódico que usamos para poner en el suelo cuando se nos derrama la lejía.
¿Cuántos libros tenemos que echarnos a la chepa para alcanzar un grado aceptable? Cada cual que eche su cuenta. Yo tuve que hacer más de 666 libros y todavía no estoy muy seguro si he vendido del todo mi alma a ese diablo cabrón que se apodera de la inspiración y mueve mis manos para escribir frases. No obstante, hay un momento en el que te sientes preparado, y el diablo cambia de forma y se convierte en edi… noooooooooooooo… no seamos tan malos… (Repetimos). No obstante, hay un momento en el que te sientes preparado, y ese ángel llamado editor, que todos deseamos conocer y muy pocos logran encontrar en su camino, se presenta a tu puerta y te brinda una primera oportunidad.
El primer libro que escribes es maná literario que te sostendrá durante tres, cuatro, cinco o seis novelas más. Te sientes poderoso, te sientes privilegiado, vuelves a verte como aquel niño que era el amo del mundo, pero ahora, en vez de iniciar una conquista con un tirachinas de pega, te lanzas al campo de batalla con ese carro de combate que es tu libro. Y al principio te preocupan mucho las críticas, los comentarios de los lectores, y te obsesiona agradar al resto del mundo, pero con el tiempo te das cuenta de una casa: agradar a los demás está muy bien, ama a tus lectores como amarías a la vecinita del quinto (sí, sí, esa que está tan buena y cada noche fantaseas con tirártela), pero está más bien agradarse a sí mismo. Y os digo una cosa, yo puedo ser el lector más exigente y el crítico más despiadado. Agradarse a uno mismo puede ser la batalla más terrible que jamás ha afrontado un ser humano y, a la larga, ya seas gladiador o jabato, resulta muy fácil salir trasquilado del enfrentamiento.
El caso es que en ese momento, el ejercicio de escribir se convierte en algo así como un infierno. Cuesta… cuesta mucho, porque no nos engañemos, a los escritores les cuesta sangre, sudor y lágrimas completar una página de un libro. Y cuando acabas esa página y la lees, aspiras alcanzar un grado de perfección que, obviamente, jamás poseerá y terminas transigiendo a ese conformismo barato de que al menos todo suene bien y todo esté bien colocado en su sitio… que ya es. Entonces dejas esa página sobre la mesa, miras el ordenador y te das cuenta de que tienes que rellenar otras trescientas cincuenta páginas más y volcar en ellas el mismo sudor que has volcado en ese primer bosquejo. Si no lo haces tendrás una deuda muy grande contigo mismo y, por supuesto, con los lectores que más tarde se adueñarán del libro.
Entre tantos sufrimientos, los años pasan… o más que pasar se escurren por el vertedero de la existencia, mientras estás horas y horas muertas en tu silla lejos de tu novia o de tu esposa, lejos de tu familia, incluso lejos de un trabajo que te reportaría el triple de beneficios. Servidor es contable. Durante media vida me he dedicado a cuantificar horas de albañiles, electricistas o fontaneros, traducirlo en cifras y rellenar un asiento contable. Jamás me he atrevido a computar mi hora como escritor independiente, pero puedo hacerme una idea: un cero, una coma, un porrón de ceros y, cuando estoy a punto de salirme del margen derecho, una cifra bajita.
¿Y qué más da? Has escrito diez, quince, veinte libros, un grupo de lectores te felicitan, te alaban cada palabra que escupen tus dedos, cada frase que ingenia tu mente agonizante, y eso te hace feliz, muy feliz. Pero cuando vuelves la cabeza, ves a una familia cada vez más lejana, una novia a la que ya no conoces y una cuenta que naufraga en la deriva de los números rojos. E, inevitablemente, todo eso te preocupa, porque amas a tu familia, amas a tu novia y amas a tu cuenta corriente. Y para que todo ese amor crezca, tienes que aproximarte a ellos y estar a su lado, respaldarles con tu compañía en los peores o en los mejores momentos, entenderlos y ofrecerles el mismo mimo que les das a tus libros. Volcarte en una jornada laboral que comienza a las ocho de la mañana y acaba a las siete de la tarde, acarrear un cerebro enredado con mil historias diferentes, ofrecerte a tus semejantes y fundirte con sus problemas y con sus inquietudes. Porque ya no eres un niño que escribe por inercia, eres un Peter Pan que se niega a crecer… y Peter Pan, no olvidemos, tenía mucho de egoísta en el alma.
Pero las editoriales no entienden de sentimientos, ni de familias, ni de novias olvidadas, sólo entienden de libros y de autores rentables. Y nadie puede culparles porque ese es su trabajo: construir castillos desde cimientos de barro. Por eso nadie puede culpar al escritor cuando busca rentabilizar su libro, porque tiene una familia a la que acompañar, porque tiene una novia a la que amar, porque tiene otro trabajo que aporta horas contables que bordean las dos cifras y, aún así, tira por el balcón horas muertas de muchos ceros delante y detrás de la coma.
No quiero verme retratado en la parte más oscura de este relato. Aún hoy, después de cinco novelas, sigo conociendo a mi novia y la quiero… la quiero mucho. Y también quiero a los míos y amo mi otro trabajo, y no le voy a dar la espalda. Igual que no voy a dar la espalda a mis libros y a mis lectores. Hace tiempo que aprendí a valorar mi esfuerzo y a luchar por él hasta la última gota de sangre. Creo que os lo debo, os lo debo a todos. Hoy por hoy, sigo sintiéndome como el cabeza hueca que da sus primeros pasos transcurrida la adolescencia; ese que escribe a la deriva de un libro y sufre mucho en el intento. Me da igual. Me siento bien delante del teclado y eso es lo único que importa. Me la soplan los traidores de medio pelo y los críticos recalcitrantes. Ellos ni siquiera existen cuando entro a hurtadillas en mi historia. No obstante, hay algo que me reconforta; cada vez siento a mi alrededor más y más lectores, anónimos y conocidos, y eso me da mucha fuerza para afrontar el sufrimiento de un nuevo libro y me da ánimos para que esa coma rodeada de ceros suba algún dígito más.

By David Mateo with 15 comments

15 comentarios:

Cuando leo estas letras encadenadas, no se si hoy te ha pasado como a Mafalda en la cama diciendo: "hay que juntar fuerzas para bajarse al mundo".
No me considero aludido (casi nunca en estos 25 años de profesión) por "y el diablo cambia de forma y se convierte en edi… noooooooooooooo…"; porque a veces el diablo es mejor que muchos ángeles.
En cualquier caso David de mis entretelas, ¡que no decáiga el ánimo! Aún tienes que escribir mucho, y además de vez en cuando te damos alguna alegría ¿no?

No, hombre no. No lo digo por ti, Jorge. El editor no es el diablo, ni mucho menos. Igual que tampoco estoy pensando en tirarme a la vecina del quinto, más que nada porque mi novia me mataría.
Sí que es cierto que en algunos momentos, la posición entre editor y autor se enfrenta, por posiciones contrapuestas e intereses diferentes, aunque en el fondo todos remamos hacia el mismo lado. Sin embargo, hay momentos en los que editor y autor juegan en lugares opuestos de la mesa y, por decirlo de una manera muy burra, el opuesto a ti es el diablo.
Sea como sea, tampoco hay que tomarse muy en serio lo que digo en este blog, ya que muchas veces mis escritos van en función a mi estado de ánimo, no perdamos la perspectiva de que éste, mi blog, es una especie de diario y hay momentos en los que cosas, que ni siquiera tienen que ver con el mundo de la literatura, me influyen y hagan que el ánimo esté más o menos decaído.
Lo que yo escribo aquí no es ley. Ni tampoco creo que este blog tenga tanta influencia como para morderme la lengua. Simple y llanamente refleja un estado de ánimo.

Recuerda que más vale ganarse un euro en lo que te apasiona que tres en lo que te gusta y que 100 en lo que te disgusta profundamente (cosa que le pasa a buena parte de la población). Yo me alegro que tu apuesta vital siga adelante y sería un enorme alivio para mí que fuera a más y a más... Sinceramente. De algún modo, yo y muchos, nos vemos reflejados. Por otro lado la pasta tiene algo de venenoso. Cuando voy al dentista pienso, este tío tiene una pasta que se sale, pero ahí anda, hurgando muelas con un palillo de 9 a 9. Ya puede tener un yate y una flota de audis que me parece un pringao.

Lo más triste de ser novelista –a mi entender- es esta escisión entre realidad y escritura. Ver que hay cosas que como padre/marido/amigo/currante no estás haciendo bien porque tienes la cabeza muy y muy lejos. Guardar el equilibrio entre esos dos mundos de los que pende tu felicidad, eso sí que es talento. Un consejo –que yo desde luego no cumplo- es obligarte a mandar a la mierda tu novela cuando estás en con tu señora/hijos, etc... Del mismo modo cuando va al fútbol uno sólo piensa en fúttbol y tal. Ahora, consejos vendo que para mi no tengo...

Nota. Si lees esto es que está arreglado. Al principio me ha salido la URL obligatoria y no opcional. Resulta que ayer me instale la típica mierda de hay actualizaciones pendientes de instalar... Total. tres horas trasteando... Tela...

Creo que eres, Sim, ¿no?

Fíjate, compañero, yo hoy por hoy no me encuentro, ni mucho menos en la parte final del pequeño cuento que me ha salido de las tripas a las seis y media de la mañana, pero sí que soy consciente de que de aquí a tres o cuatro años mi perspectiva será esa.
Sí que soy consciente de que, si quiero seguir publicando, las editoriales me van a pedir nivel para que el libro, comercialmente, se mantenga de pie. En ese momento, yo tendré que vaciarme, dar el máximo de mí en cada página y tratar de que la novela sea más que buena.
Cuando he dicho en el texto: «El primer libro que escribes es maná literario que te sostendrá durante tres, cuatro, cinco o seis novelas más.» es completamente cierto. Es decir, cuando tú te bebes por primera vez un botellín de cerveza, sabe a gloria, y repites, y repites, y repites… pero poco a poco tu gusto por la cerveza se va refinando y buscas cerveza alemana o cerveza irlandesa. ¿Por qué? Porque te vuelves exigente y deseas hallar los contrastes más sabrosos al mosto que te metes entre pecho y espalda.
En la literatura, el primer libro que escribes es maná literario, te sostiene como escritor, te da alas, te hace inconmensurablemente poderoso (y yo a Jorge lo tengo en un altar por darme esa primera oportunidad y siempre lo trato y lo trataré con mucho cariño porque me hizo y me hace sentir escritor), pero ¿esas alas cuánto duran cuando la vida comienza a ponerte barreras en el camino? A unos esas alas le duran cuatro libros más, a otros diez o doces libros, hay a quién le dura toda la vida, sobre todo si eres funcionario, tienes un horario de puta madre o, simplemente, no llevas un desgaste encima que, al llegar a casa, lo único que te permita sea quitarte los zapatos, sentarte en el sillón y desconectar del mundo.
Lo que tengo bien claro es que si escribes un libro con esa carga de desgaste encima, tienes que ser realista y comprender que jamás entrarás en un circuito comercial. ¿Por qué? Tengo amigos lo suficientemente integrados en el mundo editorial que dan fe de que el nivel entre autores es tan alto que uno tiene que dar el 220% para montar una novela que sea lo suficientemente potente como para que entre en ese circuito profesional, copado de autores internacionales, y que, además, venda. Y ya no sólo eso, después de la primera novela llega la segunda, y luego la tercera… y así sucesivamente.
Yo no sería capaz de vivir toda la vida de Nicho de reyes o Encrucijadas… o Perversas (por no citar siempre las novelas de la misma editorial, que Jorge me va a coger manía y no van por ahí los tiros), ¿por qué? Porque esos libros, para escribirlos en un año, invertí muchísimas horas que se las resté a otras personas y tuve que tener la mente lo suficientemente despejada como para lograrlo. Para mí, escribir es, además de un estado de ánimo, un desgaste de trabajo y familiar. A mi alrededor han existido otras muchas novelas de fantasía que no han llegado a ningún sitio (algunas de ellas publicadas por editoriales mucho más poderosas), ya que Sirius logró que LTDD funcionara a cierto nivel. Pero yo soy consciente de que, si no hay un mínimo valor económico que me sostenga (y ojo que estoy hablando de un mínimo) David, o Tobías Grumm, llámenlo como quieran, tarde o temprano desistirá y se volcará con lo que en realidad sí le está funcionando, que son sus talleres. Esto es ser pesimista. No, es ser realista. Escalofriantemente realista como lo es un contable. Para mí el maná literario no ha terminado, pero sí que me cuesta, cada vez más, compaginar una faceta de mi vida con la otra (¿verdad Joe?), y cada vez que me pongo a sufrir delante de un libro, busco una contrapartida que me alivie esa carga. No creo que eso sea ser pesetero, ni interesado, ni siquiera creo que esté traicionando a mis lectores. Simplemente soy consciente de hasta dónde llegan mis capacidades.
Y otra cosa, que nadie se crea que con este discurso esté tirando la toalla, ni mucho menos, ni siquiera me estoy autoreivindicando. Repito, esto es un blog de pensamientos y de estados de ánimo, y son cosas que a uno se le pasan por la cabeza.

Vaya, parece que la crisis está en todas partes... o que alguien está un poco depre.

Comprendo perfectamente tus afirmaciones: Un escritor necesita escribir, pero también comer. Este sería básicamente el resumen de tu entrada, ¿no? Y lo cierto es que hoy por hoy está complicado vivir de la literatura.

A pesar de apoyo de algunos editores que publican a escritores desconocidos y les brindan su primera oportunidad (hola, Jorge), eso solo sirve (que no es poco) para animar al autor a seguir escribiendo, pero no para que pueda vivir de ello.

Así que, asumamoslo, la literatura fantástica siempre tendrá un fuerte elemento vocacional y el autor se verá obligado a buscarse la vida por otros cauces, llámales talleres, plan contable, video productoras, subcontratas de telefónica...

Eso quizás implique que el autor no pueda escribir una novela cada 6 o 12 meses, y su producción se demore, pero si tiene verdadera vocación y valía, seguro que saca tiempo para plasmar sobre el papel esos mundos desconocidos o esas amenazas siniestras que bullen en su mente.

Lo cierto, David es que tu trabajo merece la pena, que algunos te seguimos con entusiasmo y que, si tienes que impartir más talleres o dedicar más tiempo a tu novia, lo comprenderemos y aguardaremos el tiempo que haga falta para leer tu siguiente trabajo.

Pues que ésto último te lo diga un tío como David Jasso, al que respeto y valoro profundamente como autor, me hace sentir muy bien.
Sea como sea, ya no hablo de que me permita comer. Me conformaría con que la literatura fuera una parte complementaria de mi trabajo. No quiero vivir cien por cien de mis libros (¡que osado sería!), me conformaría que la literatura me aportase un 40% de mi vida... que no lo veo todavía :-)

Vamos hombre que hasta ahora vas por muy buen camino. Además que importancia tiene que debido a otras obligaciones te tires más de un año para escribir un buen libro. Sería una obra más consciente y mejor trabajada, sin descuidar tus otras obligaciones. Pongo como ejemplo la obra de Pallarés. No creo que un libro como El tejido de la espada se haya escrito en un año. Me imaginó que el autor se tomó su tiempo y el resultado fue una historia fascinante que de inmediato le abrió las puertas de Timun Mas.
Además tu mismo dices que te tiras un años escribiendo un libro. Tal vez esa misma minuciosidad sea la razón por la cual has tenido tanto éxito. Y no olvides tampoco que aún eres un autor joven con mucha tela que cortar.
Para finalizar esta nota, nunca me imaginé que fueras un contable.

De todos modos si sólo fuera por dinero nadie escribiría. Hay algo más...
JM

Genial David.

Me ha gustado mucho, y liga con la sensación que tengo siempre de que la crítica debe respetar mucho al escritor y sobretodo debería ser constructiva.

Saludos .

No vivo de la literatura ni nunca lo haré, pero tengo clarísimo que si algún día tuviera la sensación de que el tiempo que le dedico me está arrebatando instantes valiosos se iría a tomar por culo en menos que canta un gallo.
Será por eso que respeto tanto a quienes os dedicáis a esto y también será por eso que considero que la gente se autoproclama escritor con demasiada ligereza.
Yo soy bibliotecario que es al fin y al cabo lo que me paga las birras.
Pasa del blog y del ordenata, échate unos dardos con esa diana en la que tienes colgada la jeta del Quesadilla y después vete a dar una vuelta con Yolanda. Ya verás que rápido se te pasa la depre invernal. ;)

Sí, es eso, el invierno a irrumpido en nuestra vida y, supongo, llevo las neuronas un pelín melancólicas...

Se acaban de acostar los chicos y releo los comentarios.
¡¡David, co.., haz caso a tus lectores y amigos y sopesa, mide y huele el aroma de cada hoja que escribas!!
Antes de que te vuelvas a la contabilidad, termina el 4º, que mucha, mucha gente lo está esperando
¿Te acuerdas de nuestra conversación hace 5 años en el FNAC de Alicante? creo que sí, pues adelante.
(hola David J.)

Nunca dudes que tienes más y más lectores a tu lado cada día. Te lo dice una lectora anónima que adora tus libros! =)

Bueno... llevo días leyendo este blog, es de mis favoritos. No comento por verguenza, pero estoy aquí. Como muchos otros, supongo. Y acabo de leer tu entrada de hoy, que me ha encantado, y al fin me he decidido a dar muestras de vida y dejar de ser un ente inmaterial de internet. Espero seguir disfrutando de tus textos y libros, porque tus palabras tienen poder. El poder de hacerme soñar, de hacerme vivir. Y eso es algo que muy pocos poseen =)

Un saludo,

Aida

Nonnonoonono, si dejar de escribir no voy a dejar de escribir, y tampoco pienso dejar LTDD a medias. Y ni se me pasa por la cabeza volver a ser contable, mi interés es seguir siendo autónomo y dedicarme a mis libros.
Que horror... espero no volver a verme obligado a acercarme a un asiento de contabilidad, realizado por mí, el resto de mi vida.
Y sí, en mi mente sigue rondando la idea que comentamos en Alicante, Jorge, igual de viva que el primer día.

Aida, bienvenida a la Sombra de Grumm. Qué bonito todo lo que comentas. De verdad. Ese rostro anónimo que sale a la luz, que se une a las voces de otros buenos amigos (hoy por hoy, mucho más que buenos lectores) a uno le acaba iluminando un día un tanto gris. Gracias Aida, de verdad.
Es lo que dice Enric... el tiempo ha cambiado. Ha llegado el frío, parece que el invierno, de repente, irrumpe en nuestras vidas y eso hace que mi ánimo se vuelva un poco más nostálgico.

    • Popular
    • Categories
    • Archives