sábado, mayo 24

Y el nuevo libro de David Jasso es...

Errores
(en inglés errors...)

Pues sí, nuestro maño favorito se descuelga con una nueva novela después de Cazador de mentiras, en esta ocasión con una trama que se aleja del terror convencional pero que promete grandes dosis de tensión. La editorial Hegemon la ha calificado como un cruce entre los Cohen y Hitchcock, lo cual ya es decir. De momento, el prólogo promete.

¿Y de qué va la novela? Los protagonistas son un grupo de jóvenes que realizan una pequeña barrabasada y acaban superados por las circunstancias cuando todo se complica. La novela es emocionante en un doble sentido: tanto por los acontecimientos que tienen lugar, como por las emociones que desata. El lector acaba sintiendo los problemas y dilemas de los protagonistas.

Adelantaros que la novela saldrá para final de año y el autor nos ha prestado amablemente su prólogo (¡¡en primicia en la Sombra de Grumm!!) para que lo lea todo aquel que le apetezca. ¡¡Gracias, David!!

Pues nada, a disfrutar del prólogo y a esperar ansiosamente la nueva novela de David Jasso.



PRÓLOGO

Dicen que la primera frase de un libro tiene que enganchar al lector... menuda papeleta. No tengo ni idea de cómo empezar. Y mucho menos de empezar con algo llamativo y que atrape. Llevo una hora dándole vueltas al asunto y no se me ocurre nada. Pues sí que arrancamos bien...

Así que acabo de tomar una decisión: No voy a complicarme la vida. Voy a contar las cosas tal y como sucedieron, tal y como las viví. Voy a ser yo mismo, que es una de las cosas que mejor se me da, aunque, en realidad, en muchos momentos preferiría ser cualquier otro. El psicólogo al que mis padres me obligan a acudir, ese calvo aburrido incapaz de comprenderme, me dice que tengo que reforzar mi autoestima y evitar este tipo de comentarios, no pienso hacerle caso. Al menos mientras esté escribiendo este rollo. También me ha recomendado que aceptara la propuesta para escribirlo, afirma que me irá muy bien y que me liberará de mis temores. Será pestiño el tío... Yo creo que es él quien no está demasiado bien de la chaveta, tan resabido, tan seguro de sí mismo, siempre pegado a su pipa maloliente como un niño aferrado a su chupete... Mejor dejarlo, me pone de los nervios.

El caso es que empiezo a pensar que escribir este libro no ha sido una buena idea, para redactar las pocas líneas que llevo me he pegado media tarde, a este paso no acabaré nunca. Así que, lo dicho, escribiré este relato sin embrollarme demasiado, aceptaré mis limitaciones y me dedicaré a narrar la verdad. Seré sincero, contaré todo de la mejor manera posible, pero desde luego no mentiré, ni adornaré lo acontecido. Además ¿para qué? No tendría sentido, todo el mundo sabe ya lo que pasó y cómo acabó todo, lo han podido leer en los periódicos o ver en las noticias. Y, lo confieso, no puedo evitar sentir vergüenza, mucha vergüenza; tanta, que siento un nudo en la boca del estómago, como si hubiera tragado un trozo demasiado grande de pizza sin masticar. Me horroriza lo que aconteció, y me estremezco cuando pienso en lo que hice. Por no hablar de cómo acabó todo. Uuff, todavía tiemblo cuando lo recuerdo. Qué palo, pero qué palo... y eso que no acudí al funeral, no tuve valor. Claro que probablemente no me hubieran permitido acercarme después de todo lo que pasó.

Quizás una buena manera de empezar sería pedir perdón, decir que lo siento. Pero suena tan vacío, tan miserable. No, no quiero empezar el libro así, con palabras sin contenido, admitiendo mi culpa en algo que no elegí. Fue la desgracia la que nos eligió a nosotros, la que nos arrastró como una gran ola irrefrenable, la que nos envolvió y nos arrebató el aliento; nosotros solo nos limitamos a intentar mantener la cabeza fuera del agua. Creo que lo mejor es contar todo tal y como sucedió, sin ir de víctima, sin adornos, sin pedir perdón por un error que no supe ver.

Así que, apenas un mes después de que todo se hiciera público, estoy aquí frente al ordenador, y en lugar de conectarme al Messenger como solía hacer para chatear con los colegas, lo que hago ahora es teclear estas palabras para que formen parte de un libro (un relato novelado, según el editor) contando lo que pasó. No será fácil, no me apetece nada. Tengo que pensar cada frase y con frecuencia me quedo en blanco, sin saber cómo continuar. En esos momentos, cuando no sé qué escribir, minimizo el Word y veo el fondo de escritorio de mi ordenador. Los ojos de ella están ahí, mirándome desde mi TFT. Recorté su foto con el Photoshop, me dolía demasiado ver su rostro completo, sin embargo fui incapaz de renunciar a sus ojos. Amplié la imagen hasta que esa mirada turbadora y triste ocupó por completo la superficie de mi monitor. Nunca renunciaré a sus ojos, vivo dentro de ellos; quiero creer que soy ese brillo pixelado que reluce junto al icono de Mi PC, el último fulgor de una estrella apagada.

Acabo de acudir a mirarla y todavía duele tanto como el primer día. Oh, no creo que sea capaz de acabar esta historia miserable, quizás debería aceptar la oferta de utilizar ese negro que me ha propuesto el editor. Sería más fácil, yo sólo le contaría algunas cosas y él le daría forma, lo empaquetaría todo y lo envolvería para regalo con brillante papel de palabras exactas y frases precisas. Pero no quiero hacer eso, se lo debo a los demás, tengo que ser yo quien lo haga. Aunque me temo que acabarán cambiando cosas y corrigiendo mi desastrado estilo de redactar; solo espero que no modifiquen lo importante, el contenido, el mensaje, la tristeza que ahora anida en mi corazón y el cúmulo de circunstancias que nos llevó irremisiblemente a la tragedia.

Si he aceptado escribir el libro, al menos la parte que me afecta (porque creo que añadirán trozos), no ha sido por las recomendaciones del chalado de mi psicólogo y su pipa renegrida, ni por la pasta que me han prometido, que tampoco es tanta; sino porque creo que se lo debo a los demás, a Miguel, a Berta, a Pailay y a Inés, sobre todo a Inés, mi Inés. A esos ojos que me miran con triste dulzura desde el ordenador. Y también a los otros implicados, a Copito y sus dueños, a los chicos del parque, incluso al idiota del Morlock, ese animal al que le patearía la cabeza... Les debo la verdad, la gente tiene que saber lo que pasó, que no somos delincuentes, ni dementes. Ni sádicos, ni pervertidos. Ni asesinos. Nadie quería que la cosa acabara así, nadie. Lo juro, lo juro mientras una nueva oleada de vergüenza me sacude y mi vientre se agita como cuando mi madre extiende las sábanas sobre la cama. Solo éramos unos chicos desorientados y asustados; hastiados y aburridos, pero no mala gente. Sólo, bueno, nos equivocamos, cometimos un error. Un error que llevó a otro y luego a otro... Y ya no supimos salir. Y... bien, ya conocéis el final, el triste final.

Pero no quiero que nadie ponga en mi boca palabras que no sean mías. Que nadie cuente nada diferente a lo que pasó. Que nadie pueda decir que soy un cobarde a pesar de cómo actué y cómo acabó todo.

Así que voy a hacer frente a mi responsabilidad y a mi compromiso, puede que no sea un escritor famoso como... como... bueno, no conozco a ningún escritor famoso, nunca me ha gustado leer, y no se me ocurre nadie a quien nombrar, pero voy a intentar escribir la parte que me toca de este maldito libro con toda mi alma.

Lo cierto es que no he escrito nada en mis diecisiete años de vida si exceptuamos las redacciones de clase, y no sacaba buenas calificaciones; he de admitir que me fumaba muchas clases y los suspensos estaban a la orden del día en cualquier boletín de notas. Nunca hubiera imaginado que nadie me ofrecería nunca un contrato para escribir un libro (el editor, un tío muy majo a pesar de ser periodista, dice que el relato novelado se venderá bien, aunque yo me pregunto cómo lo sabe si aún no lo he escrito).

Mi madre tenía razón, debería haber prestado más atención en las clases de lengua de la grulla, pero esa tía petarda siempre estaba hablando de complementos directos, circunstanciales y tontadas semejantes... Mi máximo logró fue sacar un seis y medio en la redacción con la que tradicionalmente se empezaba cada curso: “Mis vacaciones”. Luego, todo lo demás ya era ir cuesta abajo. Bien, lo que quiero decir, por si no me he expresado con claridad, es que no sé cómo saldrá este libro, que nunca he hecho nada parecido y que nunca me había visto a mí mismo como escritor; como un famoso guitarrista heavy sí, como propietario de un garito enrollado sí, incluso como actor porno; y, siendo más realista, como fontanero o como autobusero, pero no como escritor. Aunque, claro, nunca hubiera imaginado que viviría lo que he vivido y que todo acabaría de la forma en que ha acabado. He estado en el centro de la noticia, he salido por televisión a mi pesar (odio esa mierda de programa de “Impacto TV”) y ha aparecido mi foto y la de los demás en periódicos y revistas. Y vaya pintas que tenía cuando acabó todo, casi ni me reconozco. Ahora ya estoy mucho mejor, gracias.

Bien, pues supongo que una vez dicho esto, habrá que empezar.

Sigo sin encontrar esa frase que llame la atención. Y no me extraña, ya que la vida te lleva por caminos inesperados; muchas veces, cuando tomas el desvío que marcará tu ruta durante el resto de tu existencia ni siquiera te enteras, quiero decir que cuando todo empezó no sonaron trompetas ni hubo una gran fanfarria preparándonos para lo que iba a acontecer. Nada nos anunció que esa calurosa tarde de mediados de junio nuestra vida cambiaría. Todo empezó mientras estábamos en el parque tumbados a la sombra de un pino pequeñajo mientras hablábamos de temas sin importancia, así que ¿cómo puedo comenzar el libro con algo epatante, con algo que llame la atención, si sólo éramos un par de adolescentes tumbados sobre césped descuidado?

Hacía calor y comenzábamos a arrepentirnos de haber decidido ir al parque Miraflores a pasar el rato, pero no somos muy originales y eso era algo que solíamos hacer con frecuencia. Miguel y yo estábamos aburridos, bueno, no, voy a ser más preciso: Miguel estaba aburrido, yo estaba deprimido. De hecho, no tenía claro si quería morirme o hacerme matar. La expresión tenía el ánimo por los suelos se quedaba corta, yo lo arrastraba como si fuera una de esas grandes bolas de las caricaturas de los presos, dejando tras de mí un surco profundo y áspero; la bola jalaba de mí para llevarme al centro de la tierra. No teníamos pelas, no teníamos ganas de nada, no teníamos cerveza, no teníamos ni una simple china. Lo único que teníamos era calor, nada más, sólo calor. Calor asfixiante, agobiante, pegajoso, ese calor asqueroso y seco de esta ciudad que hace que se te derritan las ideas y a tu cerebro solo se le ocurran locuras recocidas.

Las chicas no acudirían hasta más tarde, habían ido a comprar un regalo para el cumpleaños de no sé quién, y, de todas formas, no me apetecía nada verlas. Es lo que tiene cuando a uno le rompen el corazón. Se queda hecho polvo.

Perdonad un momento, voy a minimizar. Tengo que ver de nuevos sus ojos. Esos espejos azules como el lago en la pradera, dulces como una caricia escondida y tristes como una noche en soledad. La echo tanto de menos.

Ese debería ser el principio, la imagen de sus ojos. Sí, siempre han estado ahí. Sin embargo, son el final.

... ... ...




By David Mateo with 5 comments

5 comentarios:

joder, pues tiene una pinsta estupenda. Ya tengo ganas de hincarle el diente...

Lo mismo digo.
Enhorabuena, David (Jasso). ;)

Normalmente, todo lo que hace este hombre es calité pura.

Hola, David (Mateo):

Gracias por tu apoyo. (Tío, ¿quieres ser mi agente?).

Efectivamente ya es oficial: Estoy acabando de corregir la novela "Errores" que publicará Hegemon antes de fin de año (con un poco de suerte saldrá para Octubre. Pero esto de dar una fecha de salida es algo muy arriesgado; es como la entrega de los pisos, siempre se retrasan).

Todavía no hay portada ni textos promocionales, pero en cuanta haya novedades ya te las pasaré.

Estoy muy ilusionado porque pienso que el libro tiene mucha calidad y gustará a los lectores que han disfrutado con mis trabajos anteriores.

Ah, y el libro tiene una caracteristica curiosa: Está contado en tiempo real. Es decir, que la acción transcurre en el mismo tiempo que se tarda en leer el libro. ¡Toma novedad, eso no lo hacen ni los de "24"!

En "Errores" no hay ningún componente fantástico o puramente terrorífico, sin embargo sí es una historia intensa y con un marcado componente de suspense. Así que estoy seguro de que a los aficionados del terror les gustará tanto como cualquier novela de género.

Gracias a todos por vuestras palabras de ánimo.

De nada, hombre, la humanidad tendría que estarte agradecida a ti por escribir esos libros tan buenos.

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